El analista del diván
CONVERSACIONES CON R. HORACIO ETCHEGOYEN Por Jorge H. Stitzman (Amorrortu)-241 páginas-($ 20)
1 minuto de lectura'
SI algo ha frustrado a los miles de pacientes que han recorrido los laberintos de un tratamiento psicoanalítico, más allá de los resultados en cuanto a la resolución de síntomas, es el fracaso de sus intentos de hacer conversar a su analista. Se sabe que un profesional que sabe lo que hace no opina, no cuenta experiencias personales, no emite juicios de valor, no expresa sus sentimientos. Como interlocutor de un diálogo común, es un fiasco. Sólo así, en esa abstinencia oratoria, se le da lugar a la asociación libre del paciente y a la transferencia con ese sujeto, el analista, cuyo comportamiento resultaría absolutamente ridículo en cualquier lugar que no fuera su consultorio.
Pues bien, la frustración ha sido vencida por un héroe que ha hecho hablar a un analista, y no a cualquiera sino al presidente de la I.P.A., la internacional psicoanalítica fundada por Sigmund Freud. Jorge Stitzman es el que consiguió lo que parecía imposible y Horacio Etchegoyen, exponente de la más severa y fundamentada ortodoxia psicoanalítica en nuestro país, el que se entrega generosamente al arte de la conversación.
El diálogo se desarrolló entre abril de 1996 y julio de 1997, los martes de 8:45 a 9:35. En ese espacio se produjeron un encuentro y un enroque: el consultorio de Etchegoyen en la Recoleta se transformó, inadvertidamente, en el consultorio de Stitzman. En efecto, el libro parece el relato de un análisis. Después de unas primeras entrevistas preliminares, parece que Etchegoyen se acostara en su propio diván y se largara a asociar libremente. Logra que Stitzman interprete la relación con su madre, aporta numerosos recuerdos infantiles, por momentos se sorprende, como cualquier paciente, con su propio hablar, a veces se resiste, se refiere a su sexualidad, al amor por su mujer enferma, muestra sus ideas políticas y hace una lúcida y conmovedora reflexión acerca de la vejez y la propia muerte.
Pero hay un momento en que Stitzman lleva la conversación a la polémica, al cuestionar con cortés valentía algunas de las fallas éticas de la institución presidida por Etchegoyen, quien vacila entre la justificación y la crítica.
El mérito mayor del entrevistado es el de tener el talento de saber hablar bien de sí mismo. Se puede hablar bien de uno, bien o mal. La manera de Etchegoyen es excelente. No hay ninguna jactancia ni vanidad, sino una merecida sabiduría sobre su propio valor. Eso a veces lo da la vida y, a veces, un buen análisis.





