El arte argentino, a pesar de la crisis, ante una buena expectativa
En plena crisis, en uno de los momentos más acuciantes del año, sale a la luz uno de los mejores cuadro de la temporada, en las gateras de la firma Arroyo, listo para ser rematado el próximo miércoles a un valor estimado y optimista de 300.000 dólares.
Se trata de "Plaza de carretas", una pintura del artista plástico Juan León Palliére, un clásico de la escuela argentina. El óleo reúne argumentos suficientes para remontar la peor crisis financiera de la que se tenga memoria, en un momento de temida iliquidez.
El antecedente más cercano para sostener esta cotización es otro Palliére (1823-1887), de pequeño formato, vendido hace tres años en Nueva York por 220.000 dólares, pieza que hoy integra la colección de Amalia Lacroze de Fortabat.
Pese a la severa crisis, hay varios indicios que permiten concluir que la situación, gravísima si se miran los indicadores, alienta a los compradores a buscar un reaseguro, algún talismán que permita salir a flote de esta tormenta sin fin. Y el arte ha sido siempre una fortaleza en caso de derrumbe generalizado.
Un buen ejemplo para quienes coleccionan datos es lo que ocurrió en Nueva York poco después del lunes negro de Wall Street, a fines de los años ochenta. Mientras el valor de las acciones caía en picada, subían los precios de las joyas, y las pinturas impresionistas alcanzaron cotizaciones récord impulsadas por la inseguridad de los brokers, que veían cómo se escurrían en un santiamén las pingües ganancias de los tiempos de abundancia.
Además de las condiciones que están a la vista, la obra "Plaza de carretas", de José León Palliére, esconde una historia francamente interesante. Su primer dueño fue Mayer Katz, nacido en Rumania a fines del siglo XIX, que llegó a Buenos Aires con la intención de "hacerse la América", como tantos europeos.
Mayer Katz lo logró. No bien bajó del barco fue contratado por Bunge & Born como subgerente de la planta de Ingeniero White. El rumano, que hablaba siete idiomas y tres dialectos, no tardó en darse cuenta de que podía armar su propio negocio y decidió independizarse. En 1912 sacó la ciudadanía argentina. Dos años después, cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Katz era un hombre conocido en nuestro país, que contaba con importantes extensiones de campo (más de 18.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires). De viaje en París, en 1925, compró la pintura de Palliére, artista de moda en ese tiempo.
"Plaza de carretas" describe una escena típica de las llanuras pampeanas, paisaje que el empresario conocía muy bien por su actividad. Mayer Katz fue el primer exportador de trigo candeal de nuestro país a Japón.
La pintura será incluida en la subasta de arte argentino organizada por la galería Arroyo (Arroyo 830), prevista para el miércoles, a las 19. Las obras pueden ser visitadas hasta ese día, de 11 a 13 y de 16 a 21.
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