Martes visuales. El valor de recuperar hoteles
Con la reapertura del hotel Lancaster, la cadena española NH suma un tercer eslabón a su serie de hoteles collection , que, como el Jousten y el City, concilian confort y patrimonio según una tendencia mundial en alza. Noble ruso en el exilio, el conde Zubov se instaló en Buenos Aires en las primeras décadas del siglo XX y convenció a sus socios de la Sociedad Inmobiliaria Schffhausen de construir un hotel para residir en Buenos Aires y alojar a sus amistades de sangre azul europea.
Así nació la elegante arquitectura inglesa del proyecto de los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno para la esquina de Reconquista y Córdoba, donde se levantó el hotel Lancaster, reducto de clientes exquisitos, como el escritor Graham Greene. Terminada la era Zubov, donantes de una colección única de miniaturas europeas de los siglos XVI al XX al Museo de Arte Decorativo, el hotel fue perdiendo la calidez de sus interiores decorados con boisserie de roble y muebles de calidad.
Los españoles, que miran el casco histórico como una fuente de recursos para el turismo, fijaron su atención en el Jousten, de Corrientes y 25 de Mayo, y luego en el City, de la calle Bolívar, a metros de la Plaza de Mayo. El hotel Jousten fue proyectado por los arquitectos Luciano Chersanaz y Raúl Pérez Irigoyen, en 1926, para María Lidia Llovers, princesa de Faucigny, que soñaba con tener en la más porteña de las avenidas su propio palacio. Fue inaugurado por Marcelo T. de Alvear, habitué con Regina, su mujer, del restaurante El Faisán, ubicado en el subsuelo, elegido por Gardel por su especialidad: la sopa de tortuga.
La recuperación de edificios históricos ha sido uno de los beneficios indirectos del auge del turismo receptivo. Los viajeros del siglo XXI valoran la identidad, los rasgos diferenciales de lugares con carácter, por oposición a la uniformidad posmoderna, puro brillo y mármol de los años ochenta del siglo pasado.
Completa esta trilogía de alta hotelería y patrimonio el City, a metros de la Plaza de Mayo, en cuya construcción mucho tuvo que ver el escocés David Hogg para fortalecer las relaciones comerciales en el corazón financiero de la ciudad. El edificio estuvo terminado cuando se desató la crisis del 30. "El monumental edificio es la respuesta arquitectónica para una ciudad de 3 millones de habitantes que necesita una innovación en materia hotelera", escribía Crítica en marzo de 1931. El singular rascacielos criollo contaba con novedades "a la americana", como servicio telefónico en todos los cuartos.
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