
"Es por amor a mi pueblo"
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A 700 kilómetros de Buenos Aires, en Ingeniero White, existen dos curiosidades que crecen silenciosamente: el Museo Cocina y el Museo Taller, llamado Ferro White.
En el primero, fundado hace casi 20 años, se come, se cuentan los secretos del arte culinario de antaño, se baila, se reciclan los utensilios abandonados y su vasto jardín se conforma de las plantas donadas por sus pobladores. También están las voces de los habitantes para tener "un recuerdo vívido y no sólo de los muertos del pueblo".
En el Ferro White, ubicado en el Puerto de Bahía Blanca, se construyó un museo con el depósito de material ferroviario, donado por un grupo de ex ferroviarios. Pedro Marto, de 65 años, protagoniza desde 2006 un monólogo en el que relata los hechos de su vertiginosa vida: trabajó en un circo, fue mozo, pastor de ovejas, tuvo un aserradero, fue candidato a concejal de Bahía Blanca, camionero, estibador y recolector de algas. En el medio, sufrió mucho por amor y no vio a su hija por varios años.
"Mi vida ha sido un poco conflictiva, por eso acá quieren que la cuente. No se si es buena o mala la obra, pero la gente se ríe y llora cuando me ve. Les gusta. Yo no soy actor, lo hago por amor a mi pueblo natal. Ojalá sirva para algo mi historia", comenta Pedro, que vivió varios años en el sur del país.
Reynaldo Merlino, artífice de ambos proyectos, asegura que "entre todos los pobladores hacen la memoria colectiva de los habitantes. No había nada escrito sobre estos modos de trabajo. Es un proyecto singular que salió espontáneamente y se pensó entre todos. Como arquitecto, aprendí a darle otro sentido a los espacios".
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