
Fascinante testimonio personal
QUERIDA VIDA Por Julio Llinás- (Sudamericana)-190 páginas-($ 26)
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Poeta y novelista, crítico de arte, publicitario exitoso, boxeador aficionado, hombre de campo, viajero, coleccionista, impulsor de revistas literarias, peleador y enamoradizo, Julio Llinás ha sido siempre un ser libre, apasionado y dueño de su vida, una vida que rememora con fruición un tanto melancólica en este libro original por su estructura y fascinante por su estilo.
A los setenta y seis años, Llinás reconoce que "somos nuestros recuerdos y sin ellos no existimos", y si bien admite que "la memoria es un gran aliado de la vejez; el olvido también", no deja de afirmar que "la realidad es una hipótesis de la imaginación". Estas frases son algunos de los pensamientos o aforismos que el autor llama "brevedades" e intercala entre anécdotas y otras referencias autobiográficas.
Desfilan por las casi doscientas páginas episodios de infancia y adolescencia, la temprana atracción por la poesía surrealista (son conmovedoras las semblanzas de los poetas Enrique Molina y Aldo Pellegrini), su amistad con Oliverio Girondo, Norah Lange, Jorge Romero Brest y Clorindo Testa; el viaje a París a comienzos de la década de los cincuenta, donde vivió años de bohemia y conoció a André Breton y Tristan Tzara, gurús del surrealismo, a Boris Vian, Wilfredo Lam, Henry Miller y Alejo Carpentier, entre otras personalidades de la literatura y el arte; su regreso a Buenos Aires y su militancia en el surrealismo porteño, las reuniones en la confitería Jockey Club de Florida y Viamonte, su disenso con Borges, quien poco afecto a las excentricidades surrealistas, cuando apareció la revista Letra y Línea dirigida por Llinás, Molina, Pellegrini y Madariaga, la llamaba "Letrinia"; su alejamiento durante décadas de la literatura para ejercer como creativo publicitario, actividad que lo hizo millonario; la afición al campo y los caballos en su establecimiento de la provincia bonaerense, sus matrimonios y sus abundantes y a veces conflictivos amoríos.
No faltaron en su vida infortunios y calamidades: la pérdida de su brazo derecho en un accidente automovilístico o la muerte, a los 23 años, de un hijo drogadicto. Tampoco éxitos como lo fueron algunos libros editados aquí, en España y en Francia, entre ellos De eso no se habla, que María Luisa Bemberg llevó al cine con Marcello Mastroianni, y su actuación en el consejo directivo del Fondo Nacional de las Artes.
La existencia azarosa y rica en experiencias del escritor está reflejada con amenidad, humor, ironía y, por momentos, con lucidez inusitada. Este hombre que se resiste, empecinado, a la senectud y se diría habituado a la perplejidad, que no transige con la mediocridad y la estupidez, impresiona por la ternura con que habla de los hijos, por su desinhibición al referir conquistas amorosas, así como cuando califica al mundo de "obsceno y fascinante" o se muestra disconforme con la Buenos Aires actual.
Entre la exaltación vital y la reflexión a ratos desolada, Llinás nos ofrece un subyugante testimonio personal que concluye con una carta en verso donde, al tiempo que adelanta una suerte de adiós (esperamos que prematuro), celebra ese maravilloso milagro que todos, y él con entrañable gratitud, llamamos Vida.





