Homenaje a Emilia de Zuleta, académica erudita y apasionada
Se celebraron los cien años de la integrante honoraria de la Academia Argentina de Letras, destacada docente, divulgadora literaria y amiga de Cortázar
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La Academia Argentina de Letras (AAL) homenajeó ayer a Emilia Puceiro de Zuleta Álvarez, miembro honoraria de esa institución, eminente educadora y amiga de Julio Cortázar que hace pocos meses cumplió 100 años. Un homenaje que revaloriza la profusa y sensible labor ensayística con que tendió puentes entre la tradición literaria española y argentina; su profundo compromiso docente y su gran aporte a la cultura hispanoamericana.
Durante el acto realizado en la sede de Sánchez de Bustamante 2263, el presidente de la AAL, Rafael Felipe Oteriño, quiso recordar “los lazos” que Emilia “tendió hacia las generaciones más jóvenes”, de las que él “alguna vez” fue parte, bromeó. Y subrayó “las dos caras de su personalidad: erudita y a la vez animosa, a favor de la vida”, así como “la llama sagrada” que Emilia les legó: “El amor por la literatura y el amor hacia esta academia”, que aún no alcanza la edad de la homenajeada, seis años mayor que toda la historia de la institución.
Nacida el 24 de junio de 1925 en Buenos Aires, Puceiro fue testigo de la inauguración del Obelisco sobre calle Corrientes, del duelo nacional por la muerte de Carlos Gardel y de la entrega del primer doctorado honoris causa que recibiera Jorge Luis Borges en la misma universidad adonde ella estudió literatura española moderna y contemporánea, la Nacional de Cuyo (Uncuyo).
Oteriño se despidió con una apostilla tierna, un recuerdo de cuando la visitaba en Mar del Plata, en los 70: “Desde aquellos lejanos años marplatenses, previo al dictado de cada clase, nunca dejé de cumplir su consejo de consumir un bocadito de chocolate para llegar a los alumnos con la energía y el entusiasmo que ellos siempre merecen”.
Antonio Requeni, otro académico que la recordó en la sala Leopoldo Lugones, llevó ante la audiencia a una Emilia “reivindicadora de las modernas letras españolas”. “Para ella Pérez Galdós no era el Balzac español, sino Balzac el Pérez Galdós francés”, afirmó, despertando risas ante los presentes, entre los que se encontraban Ignacio Zuleta, uno de los hijos de la homenajeada, y Paola Delbosco, directora de la Academia Nacional de Educación.
A su turno, Jaime Correas, académico correspondiente con sede en Mendoza, leyó el texto “Emilia de Zuleta, la pasión de enseñar y de vivir” y aportó su mirada como alumno de la reconocida educadora.
Es en Mendoza, justamente, donde una adolescente Emilia Puceiro -faltaba mucho aún para que se casara con el historiador Enrique Zuleta Álvarez y tuviera a sus cinco hijos- comenzó a estudiar Literatura. Tenía 17 años y la cita era en una novísima universidad, de tan sólo cuatro años de existencia, adonde conoció a Cortázar, por entonces escritor en ciernes y joven profesor que despertó su entusiasmo.
“De su boca escuchamos los primeros cuentos de su libro inicial, Bestiario”, le contaría ella, en un encuentro, al propio Correas, sobre sus amistades. Vínculos profesionales pero íntimos a la vez, que incluyeron a figuras como Jorge Guillén, con quien mantuvo un intercambio epistolar que se extendió hasta la muerte del poeta.
“Emilia desde niña fue una lectora feroz, incansable y sutil” que supo manifestarse en dos modos, señaló Correas: “el crítico, el profesional al que ella re-humaniza contra las corrientes de moda” y “el personal, el íntimo, que se animaba a llevar a la cátedra y nos recomendaba en clase: ‘cuando un libro no les interese, ¡déjenlo!”.
Puceiro de Zuleta fue académica correspondiente de la AAL de 1981 a 2001 y académica de número hasta 2019, cuando ocupó el sillón Calixto Oyuela. Entre muchas otras acciones y distinciones, integró la Real Academia Española (fue una de los únicos cinco miembros correspondientes que tuvo la RAE por Hispanoamérica) y cofundó el Grupo de Estudios de la Crítica que desde los Andes conectó al país con el mundo.
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