Kodama discutirá en la Justicia el futuro de la revista Proa
La marca de la célebre revista literaria Proa, fundada por Jorge Luis Borges en 1922, es materia de una dura controversia entre María Kodama, heredera universal de los bienes y derechos de autor del escritor, y Roberto Alifano, amanuense de Borges entre 1979 y 1985 y editor desde 1988 de la célebre publicación, que ahora Kodama quiere sacar al mercado.
El conflicto se suscitó a raíz del registro de la marca Proa y su consecuente inscripción en el Registro de Propiedad Intelectual por parte de Kodama en marzo de 2002. En un descuido, Alifano había dejado caducar la marca Proa, pero mantenía resguardada la publicación en el registro de la propiedad intelectual.
Según Osvaldo Vidaurre, abogado de Kodama, "al observar que la revista que había fundado su marido había dejado de salir después de la crisis económica de 2001, mi cliente registró la marca con la intención de editar la revista y continuar así con el legado de Borges. Por eso cumplió con todos los formalismos legales y sacó el correspondiente dominio en Internet".
El mes pasado fracasó una mediación para alcanzar un acuerdo y evitar que el conflicto se dirimiera en los tribunales cuando ninguna de las partes se mostró dispuesta a ceder la marca.
El caso presenta ribetes bien ásperos, ya que Kodama querelló a Alifano por violación de los derechos de propiedad intelectual cuando éste editó el libro "El humor de Borges", en el año 2000, que se entregaba con un CD con la voz del escritor como regalo, y, más tarde, la "Agenda Borges 2001", con frases e imágenes del más grande escritor argentino.
Pero la tirantez entre ambos va más allá de los derechos de autor. Kodama también denunció penalmente a Alifano por calumnias e injurias, a raíz de sus opiniones vertidas en el libro de Juan Gasparini "Borges: la posesión póstuma" (María Esther Vázquez y Alejandro Vaccaro, cuyos testimonios incluye el libro, también han sido querellados por Kodama).
Ahora el foco de tensión se ciñe al futuro de la revista Proa y a quién tiene derecho de utilizar la marca.
Los orígenes de la revista
Proa tuvo tres épocas. Fue fundada en 1922 por los hermanos Jorge Luis y Norah Borges, junto a Macedonio Fernández y Eduardo González Lanuza, entre otras jóvenes figuras literarias, con la idea de convertirla en el órgano difusor de los mejores textos de la época. Los animaba su afán por abrirse camino en la literatura y dar a conocer su producción.
Originalmente Proa era un tríptico que emulaba a la revista española Ultra cuya redacción estaba situada en el domicilio de Borges, Bulnes 2216. Con ilustraciones de Norah Borges, en los tres números que se publicaron colaboraron los más conspicuos escritores europeos y latinoamericanos.
El final abrupto de Proa no desanimó a un Borges decidido a reflotar la revista. Con un capital de 50 pesos, aportados por Borges, Ricardo Güiraldes, Alfredo Brandán Caraffa y Pablo Rojas Paz, el grupo reflotó la publicación en 1924.
La nueva redacción de la revista, en cuyas páginas ilustradas por Norah Borges, Pedro Figari y Adolfo Gramojo publicaron sus primeros poemas y escritos Neruda, Raúl González Tuñón, Roberto Arlt y Eduardo Mallea, se trasladó al nuevo hogar de los Borges, en Quintana 222. "Proa surge en medio de un florecimiento insólito -escribió Borges-. Aspiramos a revelar en Proa la inquietud integral de los espíritus fecundos que viven esta hora."
Se editaron 15 entusiastas números de Proa, hasta que, acechada por la falta de capital, dejó de salir, en 1925.
Más cerca en el tiempo, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares le propusieron en 1988 a Alifano regenerar el proyecto que el propio Borges había vuelto a impulsar sin éxito en 1982. Con la guía de Alifano y el aliento de Marco Denevi, Camilo José Cela, Miguel Delibes y Jorge Edwards, además de los Bioy, entre otros, la revista finalmente llegó a los quioscos en noviembre de ese año. Con ediciones de 150 páginas, un formato de 22 por 16 cm y una tirada de 10.000 ejemplares, se publican cuentos, poesía, ensayos y estudios sobre literatura, cine y artes visuales.
Kodama, que derivó toda consulta periodística a sus abogados, sostiene que con la crisis de 2001 la revista dejó de salir. "Nosotros obramos de buena fe. Yo tuve que mandar a buscar algunos ejemplares a Chile, donde entiendo se edita ahora, porque acá no salía", afirmó Vidaurre, para quien el conflicto se "transformará en un caso judicial resonante".
Sin embargo, Alifano acercó a LA NACION varios ejemplares de Proa editados entre marzo de 2001 y septiembre de 2003, en los que se lee "impreso en Argentina".
"Propuse que salieran las dos revistas y que el lector decidiera cuál le gusta más", explicó Vidaurre, y contó que Kodama "estaba estudiando cómo se iba a publicar y financiar la nueva Proa cuando estalló el conflicto".
La coexistencia de ambas publicaciones "es inaceptable para Alifano; "una barbaridad". Aunque luego provocó: "Está bien, que la saquen y que Kodama demuestre que tiene capacidad para hacer una revista literaria con la calidad y las firmas de Proa".
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