La Academia Francesa acepta "feminizar" profesiones y oficios
PARÍS –. En una histórica decisión, los "inmortales" de la Academia Francesa pusieron término a siglos de dominación lingüística masculina y aceptaron feminizar una larga lista de oficios y profesiones en idioma francés.
Después de una tenaz resistencia que duró décadas, la institución que vela por la pureza del idioma francés desde el siglo XVII admitió términos como "jefa", "profesora", "autora", "escritora", "inspectora", "auditora" o "consejera", que eran de uso corriente en otros países francófonos como Suiza, Bélgica o la provincia canadiense de Quebec. Muchos de esos nombres también habían sido progresivamente adoptados por los franceses en el idioma de uso corriente, pero no figuraban en el diccionario académico.
En ese sentido, los cambios aprobados significan un reconocimiento al esfuerzo de modernización impulsado por los diccionarios Petit Robert –dirigido por el célebre lingüista Alain Rey– y el Pequeño Larousse, que a partir de los años 90 comenzaron a adoptar gran cantidad de términos utilizados en el lenguaje popular.
Sin embargo, la Academia se había mantenido imperturbable a pesar de la fuerte tendencia modernizadora de la sociedad.
En 2014, incluso, la institución se pronunció en términos severos en contra de "un sistema que busca imponer, a veces contra el deseo de los interesados, nombres de profesiones (…) que no respetan la regla de derivaciones y son barbarismos".
Esa resistencia histórica se explica en parte por la fuerte proporción masculina que dominó tradicionalmente la Academia. Actualmente, hay 32 hombres y solo 4 mujeres (otros cuatro escaños están vacantes).
La primera mujer en ser aceptada fue Marguerite Yourcenar, que ingresó en 1980 a la "Coupole", como se llama familiarmente al suntuoso palacio de su sede, coronado por una cúpula. En su discurso de bienvenida y con su humor habitual, Jean d’Ormesson comentó que gracias a la llegada de esa insigne autora ahora había dos baños en el edificio del Quai Conti: uno decía "caballeros" y el otro "Marguerite Yourcenar".
La escritora, sin embargo, nunca fue un adalid del feminismo en materia lingüística. En 1984, cuando Mitterrand promovió la primera reforma, Yourcenar lanzó una alerta contra "una feminización autoritaria y abusiva", que —en cambio— era ardorosamente impulsada por los ilustres antropólogos Claude Lévi-Strauss y Georges Dumézil.
Profundamente conservadora, la Academia, creada en 1634 por el cardenal de Richelieu, se había opuesto durante largo tiempo a la feminización de los nombres de profesiones, oficios, grados, títulos y funciones. Por ejemplo, recomendaba el uso de la expresión Madame le ministre (señora ministro) en lugar de Madame la ministre (señora ministra).
De la misma manera, la palabra ambassadrice, que figura en el diccionario, designa la mujer de un embajador y no una diplomática, para la cual se sigue utilizando Madame l’ambassadeur (señora embajador).
Para algunas profesiones, la feminización en actrice o directrice no presentaba demasiados problemas. "En otros casos, sin embargo, había dificultades objetivas cuando la raíz no se prestaba a la feminización o podía crear confusión", explicó el académico Frédéric Vitoux, presidente de la Comisión de Enriquecimiento de la lengua francesa. Si se trasladaran al femenino palabras como médecin (médico), agregando una "e" como es la regla, se confundiría con médecine, que significa "medicina".
La reforma, dice el texto aprobado por amplia mayoría por los académicos, traduce una "evolución natural del idioma, constantemente observada desde la Edad Media". Pasar del medioevo al siglo XXI de un salto –hay que reconocer– no deja de ser una proeza.
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