La cruzada del artivismo para salvar al mundo
Crecen las iniciativas de artistas para crear conciencia sobre la urgente necesidad de proteger el medio ambiente
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Acostarse sobre la red de finos hilos de acero, a varios metros sobre el piso en un espacio en penumbras. Abrir las manos y sentir con todo el cuerpo las vibraciones con las que se comunican las arañas, como si estuviéramos atrapados en una tela gigante tejida por ellas, aguardando su llegada inminente.
No es miedo lo que quiere provocar Tomás Saraceno, artista tucumano residente en Berlín, con esta instalación presentada días atrás en el centro cultural The Shed. La obra central de su muestra más importante en Estados Unidos aspira a todo lo contrario: que podamos transformar el miedo en amor, o la aracnofobia en aracnofilia. Y sensibilizarnos, gracias a este “concierto silencioso”, hacia las otras especies con las que compartimos la vida en este planeta.
Que el hombre no es el centro del mundo, y que lo está destruyendo, es el mensaje que intentan transmitir desde hace años él y otros “artivistas”. Sus voces, y las imágenes que impactan mucho más que las palabras, procuran concientizar sobre la urgencia de tomar medidas drásticas para evitar un suicidio colectivo.
“El cambio climático está ocurriendo ahora”, advertía Saraceno en 2018 en Miami, mientras presentaba junto a Rirkrit Tiravanija en el marco de la feria Art Basel un dispositivo para cocinar con energía solar. “Sería un enorme fracaso para todas las disciplinas –agregó entonces– si no encontramos una manera de entender quiénes somos y cuál es nuestra responsabilidad con el planeta. Necesitamos trabajar juntos para crear una nueva historia, que vaya de la competencia a la cooperación”.
Que el hombre no es el centro del mundo, y que lo está destruyendo, es el mensaje que intentan transmitir desde hace años él y otros “artivistas”. Sus voces, y las imágenes que impactan mucho más que las palabras, procuran concientizar sobre la urgencia de tomar medidas drásticas para evitar un suicidio colectivo.
Ese mismo año otro argentino, Leandro Erlich, exhibía en el stand de Ruth Benzacar en Art Basel el proyecto de Orden de importancia: una congestión de autos que parecían hechos con arena, que en 2019 recrearía a escala real sobre la playa de Miami. Y que este año tendrá su versión subacuática con la que se inaugurará el ReefLine, un parque público de arrecifes artificiales diseñados por artistas de 11 kilómetros de largo, ideado para proporcionar resiliencia costera y un hábitat a los corales en peligro de extinción.
“Miami se está hundiendo”, advertía Ximena Caminos, impulsora del proyecto, cuando comenzó a recaudar fondos. Una de las soluciones a esa consecuencia del cambio climático, explicaba, es construir arrecifes de coral para revertir su desaparición y la consecuente erosión de la playa.
Una forma de comunicar
“La crisis climática es un problema que requiere soluciones inmediatas. Del conocimiento teórico a la toma de conciencia hay un lapso, y el arte puede ser un vehículo para la comunicación, para poner temas en la agenda (o en Instagram, lo que más te guste)”, coincidía Erlich en 2019. Cuatro años antes había creado una casa derretida en París, ciudad que alojaba la conferencia mundial sobre cambio climático.
La señal de alerta cobró la forma de un semáforo y un iceberg inflables en diciembre último, también en Miami durante la semana de Art Basel, cuando la atención del mundo del arte se concentra en esa ciudad. Creadas por Erlich y Carlos Betancourt como un aporte a la creación del ReefLine, las piezas flotantes fueron remolcadas por miles kayakistas a lo largo de la costa para “crear conciencia sobre nuestros océanos y ecosistemas marinos frágiles”.
Esa misma misión inspira las acciones filantrópicas de Francesca Thyssen-Bornemisza, reconocida coleccionista de origen suizo que acaba de ser reconocida con el Premio “A” por la Fundación ARCO, y que también decidió ponerse en campaña ante la desaparición de los arrecifes. “El arte es un lenguaje muy poderoso. Puede contribuir a imaginar un mundo mejor, a transformar la manera de pensar de la gente sin tratar de polarizarla”, dijo hace tres años en una entrevista con Vanity Fair esta mujer que impulsa a artistas a estudiar el océano e integrarlo en sus obras a través de un programa de residencias.
Gracias a ella existe TBA21–Academy, centro de investigación creado en 2011, que “fomenta una relación más profunda con el océano a través de la lente del arte para inspirar el cuidado y la acción”. La artista neoyorkina Joan Jonas, por ejemplo, investigó por encargo de dicha institución el papel que el océano desempeñó en las culturas a lo largo de la historia. Y presentó el resultado en el Museo Thyssen-Bornemisza a fines de febrero de 2020, mientras la pandemia comenzaba a avanzar por Europa.
“Las consecuencias del cambio climático serán mucho peores que las del coronavirus”, advertía semanas después en diálogo con LA NACION Saraceno, cuando gran parte del mundo ya se encontraba en cuarentena. Casi dos años más tarde, Saraceno y su colega danés Olafur Eliasson –otro de los más destacados “artivistas” a nivel global– exhiben en Fundación Proa creaciones realizadas con realidad aumentada. Una forma de exportar muestras sin viajar ni contaminar el aire.
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