Sentir lo que no se puede ver: las alertas de Tomás Saraceno
El artista tucumano que conquistó el planeta con su artivismo: acciones creativas que buscan marcar una diferencia en el cuidado de la atmósfera y el medioambiente
“El cambio climático está afectando a todo el mundo y de una forma mucho más violenta que este coronavirus. Que no nos estemos dando cuenta es otro problema. Pero las consecuencias van a ser mucho peores de lo que está pasando ahora”. Eso advertía hace casi un año a LA NACION desde Berlín Tomás Saraceno, el artista tucumano que conquistó el planeta con su artivismo: acciones creativas que buscan marcar una diferencia en el cuidado de la atmósfera y el medioambiente.
Un mundo libre de combustibles fósiles y con vuelos impulsados por energía solar es el sueño de este arquitecto egresado de la UBA que realizó trabajos interdisciplinarios con instituciones como el MIT, la NASA y la Sociedad Max Planck. Tras haber conquistado espacios de exposición como la Bienal de Venecia, el Museo Metropolitano de Nueva York, y el Palais de Tokio, ahora va por más: mientras exhibe sus obras en Dinamarca y en Ruth Benzacar se prepara para tomar por completo desde agosto el Towada Art Center de Japón.
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El año próximo continuará con las prestigiosas Serpentine Galleries de Londres y el centro cultural The Shed, en Manhattan, donde montará la muestra más grande que haya hecho en Estados Unidos. Amplificará, de esta forma, el mensaje que le interesa transmitir: la invitación a sumarse a la comunidad Aeroceno, para promover en forma colectiva una era destinada a restaurar “el balance termodinámico de la Tierra”.
Su visión concibe el universo “como una red de interconexiones”, en la que todas las especies importan por igual. Por eso se refirió a una “colaboración” con las arañas cuando trajo 7000 desde Santiago del Estero a construir sus telas en las salas del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en 2017. El resultado fue una compleja estructura tridimensional formada por los hilos que las pequeñas arañas, una manera de percibir la gran red cósmica de la que somos apenas una pequeña parte.
El ballooning, método al que apelan las arañas para trasladarse en el aire, inspiró también al artista para crear sus “esculturas aerosolares”: los globos de tela ultraliviana que se elevan solo con el calor del sol, como el que hizo posible el año pasado en las Salinas Grandes el primer vuelo humano sin combustibles fósiles. Aquel hito contó con el apoyo de la banda de K-pop BTS y su ejército de jóvenes fans, que defienden un cambio de conciencia respecto del cuidado del planeta.
“Sentir antes que ver: en eso el arte ayuda mucho –dice Saraceno–. El cambio climático se sintió antes de que pudiera medirse. Los artistas también anticipamos cosas que todavía no son cuantificables”.
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