La imaginería popular de Luis Solari
El Museo Nacional del Grabado exhibe una muestra en homenaje al gran artista uruguayo; juntamente expone la argentina Sole Nasi.
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LA fábula es una ficción que encubre o disimula una verdad. Su fin es deleitar, y suele inspirar analogías entre el mundo de los animales y el humano, mundos que amparan la labor de los ilustradores. De ahí la frecuencia con la que éstos personifiquen a los animales o animalicen a las personas. Pues bien, entre quienes practicaron ese género se cuenta Luis Solari, uno de los más importantes artistas del Uruguay. No es casual que entre sus obras figure el libro de grabados en cobre Fábulas de Esopo , que hizo para el taller Pascual Fort de Barcelona. Pero más allá de esa fuente de inspiración, encontró en los dichos populares y en el refranero rioplatense su estímulo mayor. Algunas de sus obras representan figurativamente ideas abstractas.
Las piezas que se exponen en las salas del Museo Nacional del Grabado dan buena cuenta de ese hecho, que nos acerca a una concepción ética y estética planteada por medio de fantasías a veces alegóricas que giran a menudo en torno de los carnavales y la vida de los animales. Aunque recurre frecuentemente a lo anecdótico, con irónica veracidad crea paralelos que llaman pícaramente la atención sobre costumbres de las que pueden extraerse interesantes observaciones. De todos modos, él mismo se ocupó de puntualizarle a Mauricio Muller en 1972, en Nueva York, lo siguiente: "Si no es molestia, no me hagan un folklorista, un pintoresco".
La capacidad de Solari para imaginar y representar el mundo con buen humor naturaliza lo imposible, así es como no sorprende demasiado su zoológico humanizado. Aceptamos con regocijo la convicción de sus invenciones y la tendencia moralizadora de su ingenio, que nace como consecuencia del gusto por ilustrar proverbios o parábolas. Su obra tiene que ver con la tradición oral. Así ocurre, por ejemplo, en Al que le caiga el burro que se lo ponga , trabajo monocromo que representa la cabeza del animal recortada sobre un fondo blanco y, dentro de ella, un conjunto de animales humanizados hasta en la vestimenta. Son obras de lectura sencilla y confección compleja, que remiten a la cultura popular, a sus leyendas, ritos y máscaras. Los títulos redondean la idea madre, aunque las imágenes sean suficientemente explícitas. Es el propio Solari quien los manuscribe, con un propósito orientador más formal que inocente, como si dudase de la perspicacia del observador o de su propia capacidad para transmitir la idea. En realidad, cumple con la vieja costumbre de suscribir con lápiz los grabados. Es obvio que la palabra "burro" reemplaza a "sayo", pero también lo es que las imágenes incluidas en la testa del animal reflejan el pensamiento de aquél. Algo análogo podría decirse, por ejemplo, de El jugador sobre seguro , una "tinta resistente" que muestra tres animales en el acto de apostar, y a varios más, con cartas en la mano, escondidos debajo de la mesa. Lo mismo ocurre con Lenguas de trapo embarcados , cuyo cromatismo evoca la pintura.
Los procedimientos usados son diversos e indican una disponibilidad técnica poco común. Abarcan desde los típicos grabados sobre chapa hasta las técnicas fotomecánicas o la monocopia pintada sobre la plancha, como puede verse en Cosita rara . Dicho sea de paso, ese sistema es usado frecuentemente por los pintores que incursionan en el grabado. No es una objeción, señalamos características que cualquiera puede comprobar. Que no queden dudas, Solari fue un grabador excepcional. Como su coterráneo Gurvich, respondió a una inspiración que, por momentos, puede vincularse con la de El Bosco, Brueghel o Chagall y, de un modo menos directo, con la de Ensor, aunque como aquél, también criticase la hipocresía.
Si hubiese que relacionar la figuración de Solari con alguna corriente, diríamos que se entronca con el expresionismo. Por lo demás, sus atisbos surrealistas son tangentes al realismo mágico cuando crean una galería de seres que unen lo maravilloso con lo cotidiano y borran la frontera entre los fantástico y lo real.
Solari, que nació en Fray Bentos en 1918 y murió en Montevideo en 1993, se radicó en Estados Unidos en 1970 y representó a Uruguay en la Bienal de Venecia de 1972.
Paisajes carnales
El subtítulo de estos párrafos pone al lector directamente en tema. Sole Nasi (Buenos Aires, 1970) identifica así el conjunto de sus obras, en las que abundan los productos de las actividades viscerales que cualquiera puede presenciar en el campo y que también ocurren en los mataderos urbanos. El grabado experimental y digital son los procedimientos empleados para configurar esa imagen excesivamente sangrienta y fuertemente metafórica en sus analogías con lo humano. "Me interesan principalmente los objetos que son parte de esos rituales, los miembros de animales carneados y los fluidos que emanan de éstos." Así expresa Nasi en el catálogo sus inclinaciones temáticas. Explora lo grotesco, lo secreto, lo tabú, en una actitud bastante cruel que -según ella misma reconoce- comprende áreas prohibidas por la religión y las prácticas sexuales comunes.
Nasi estudió grabado y pintura en la Pennsylvania Academy of Fine Arts. Al mismo tiempo, ingresó en la University de ese estado para cursar historia del arte. Se recibió con honores en ambas instituciones y posteriormente se especializó en arte conceptual.
( Ambas muestras continúan hasta el 9 de enero, en el Museo Nacional del Grabado, Defensa 372. )




