
Lalique, el prodigioso
Los maravillosos vidrios de este creador impar animaron una subasta en la neoyorquina Sotheby´s y una exitosa muestra en el Museo de Dallas.
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RENE LALIQUE (1860-1945) fue un gran artista del vidrio. Ganó fama como creador de frascos originales para perfumes, un tercio de los cuales se vendían en su propio comercio. El resto era encargado por más de 50 perfumistas y casas de moda que proveían a una clientela ávida del célebre estilo Lalique.
En toda su producción, Lalique logró una rara alianza entre el virtuosismo artístico y una sutil ecuación de forma y función, obtenida mediante innovadores sistemas de producción que protegía celosamente con patentes. Al comenzar los años 20, el imperio Lalique había alcanzado dimensiones sin precedentes: desde Lucien Lelong, en París, hasta la corporación Colgate-Palmolive en Estados Unidos, se disputaban su maestría.
Como correlato de ese prestigio, el 5 de diciembre pasado Sotheby´s subastó en Nueva York 300 de esos frascos de perfumes, además de documentos referidos al trabajo de Lalique, reunidos por Glenn y Mary Lou Utt, en París. La colección incluía envases encargados por perfumistas menos conocidos, algunos de los primeros frascos realizados para François Coty, otros en el estilo art-déco de los años 30. El catálogo de la venta incluyó frascos como L´Idylle , creado para Coty en 1911 (vendido en 23.000 dólares) y Lézards , del mismo año, (vendido en 31.625 dólares).
Simultáneamente, y hasta mediados de enero, se vio en Dallas, después de muestras en el Cooper-Hewitt Museum de New York y el Smithsonian de Washington, la exposición "Alhajas de Lalique", que permitió apreciar una faceta menos conocida de la producción de este artista: sus creaciones como orfebre.
La organizadora de la muestra, Yvonne Brunhammer (que ha desempeñado entre otros cargos el de conservadora-jefe en el Museo de Artes Decorativas de París), de paso por Buenos Aires, definió a Lalique como "uno de esos artistas que anticipan el futuro, creador de formas inéditas de belleza, un visionario, como considero que es hoy en la moda el japonés Issey Miyake".
René Lalique fue un maestro en las "artes preciosas", en las que mejor se expresó el art-nouveau. Las joyas eran hasta entonces creaciones en oro, brillantes, piedras preciosas. El inició una experimentación que abría posibilidades nuevas a la bijouterie en Francia, al emplear vidrio moldeado y grabado y rehabilitar gemas más modestas como el ónix, el coral, el ópalo o el jaspe. Logró matices nuevos de luminosidad, posibilidades y texturas para dar vida a temas que lo cautivaron desde la infancia -flores, insectos, mariposas, pájaros- en tiaras, anillos y colgantes.
Sus dibujos en la Exposición de Artes Industriales de 1884 llamaron la atención del joyero Alphonse Fouquet. La variedad de flores esparcidas por todo su estudio le servían de constante inspiración, así como el esmalte utilizado por joyeros del Renacimiento y los objets d´art orientales. Investigó a partir de 1888 las infinitas posibilidades que pueden obtenerse del esmalte, sobre todo del translúcido, que había inventado Benvenuto Cellini en 1568 y se había recuperado en Francia a mediados del siglo pasado.
Desde 1890, año en que conoció a quien sería su esposa, Augustine-Alice Ledru, Lalique trabajó incansablemente en pos de una creación absolutamente nueva. Sarah Bernhardt comenzó a usar sus alhajas y su nombre cobró celebridad a partir de los Salones de Artistas Franceses de 1894 y de 1895, época en que incorporó la representación del cuerpo femenino a sus piezas. En 1897 presentó en el Palais de l´Industrie peinetas de asta y carey influidas por el arte japonés, que impresionaron a Emile Gallé, cuyos elogios en la prensa consagraron al artista. La obra de Lalique coincidía con el anhelo de Gallé de identificar las artes aplicadas con las bellas artes.
Desde 1890, trabajó el vidrio como un alquimista, obteniendo transparencias, tonalidades y texturas que le permitían destacar las del oro, esmalte, gemas y perlas barrocas. Con esos materiales su talento se expresa en lo que observa: una rama nevada, aguas quietas o animadas, insectos, cisnes, mariposas, pájaros a punto de emprender vuelo. Su formación de escultor aparece en rostros de estilo clásico, figuras mitológicas, talladas en calcedonia, cristal de roca, vidrio, marfil. La delicadeza de sus composiciones también incluye metamorfosis y fantasías, como la mujer-mariposa o la mujer-libélula. A partir de 1900 evolucionó en el arte del vidrio con la manufactura de vasos y copones adornados con oro, cabochones, esmaltes, racimos, figuras femeninas.
En 1909 Lalique adquirió cerca de París una fundición con la capacidad para cumplir una orden de compra del perfumista François Coty, que le había encargado la creación de una colección de frascos. Comenzó a aplicar en esa especialidad métodos de investigación parecidos a los que había empleado en la orfebrería: técnicas en caliente o frío, procesos que patentaba y con los que obtenía texturas y luminosidades que elevaron la manufactura del vidrio al rango de artes industriales del siglo XX.
René Lalique evolucionó al art déco, de la pieza única y preciosa a la producción seriada de envases únicos, estéticamente sugestivos de esa otra gran creación de Francia que son los perfumes. No perdió vigencia: hasta hoy su obra como artista sigue despertando interés y admiración.
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