Leo Matiz, un guardián de la imagen que le ganó al tiempo
Se inauguró anoche una muestra de antología en el Museo Fernández Blanco
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"Guardián de la sombra"; "escrutador desde todos los ángulos", fotógrafo legendario, aventurero y bohemio; jactancioso de su espíritu anárquico y libertario.
Todo eso y mucho más fue el colombiano Leo Matiz (1917-1998), un conspicuo hacedor de imágenes que ya en 1949 se había entronizado en la nómina de los 10 mejores fotógrafos del mundo, cuando sus registros como reportero gráfico ilustraban las páginas de The New York Times, Paris Match, Reader ´s Digest, Look, Harpers , y Life , entre muchas otras publicaciones.
A su obra monumental de más de un millón de negativos, el Museo Isaac Fernández Blanco (Suipacha 1422) le dedicó la muestra de fotografía, Leo Matiz. Pasiones en blanco y negro, inaugurada anoche.
La exhibición -curada por Leila Makarius y organizada por la Fundación Leo Matiz, con el apoyo de la embajada de Colombia- reúne casi un centenar de imágenes antológicas y se suma, dentro del Festival de la Luz, a una lista realmente notable de exposiciones fotográficas impulsadas por la institución, como las dedicadas a Juan Rulfo, Pierre Verger, Liborio Justo y Edward Curtis.
Nacido en Aracataca, el Macondo de Gabriel García Márquez, junto a quien cubrió la caída del dictador Marcos Pérez Giménez como reportero gráfico de la colombiana revista Momento , muchos han sido los vasos comunicantes entre las obras de ambos: "La vida de mi padre parece inscripta dentro del realismo mágico y todo lo narrado por Gabo, con sus personajes estrafalarios, casi irreales, encuentra una suerte de correlato en los reportajes del suelo colombiano y su gente, inmortalizados por la lente de su Rolloflex", cuenta su hija Alejandra Matiz, presidenta de la fundación que lleva el nombre del fotógrafo.
Consagrado en vida
Hombre de izquierda, consagrado en vida (el valor más cotizado para una obra suya alcanzó los US$ 40.000) y casado ocho veces, Matiz fue caricaturista, pintor, fotógrafo de cine, actor y fundador de galerías de arte y de medios gráficos.
Como marchand creó en Bogotá un espacio para los artistas rechazados, que encontró en la pintura de Fernando Botero a su primer artista invitado. En la muestra se exhibe la imagen de un espigado Botero a los 18 años, flanqueado por Matiz y rudimentarios carteles que anuncian su obra.
Brillan en la exposición tres tipos de temáticas y géneros fotográficos, siempre en blanco y negro y con acentuados contrastes de luz y sombra.
Están las imágenes costumbristas de diversas geografías latinoamericanas, las creaciones más abstrctas y algún fotomontaje y notables retratos en estilo contrapicado-capturando al personaje desde abajo hacia arriba- en los que se suceden personajes singulares: Perón escribiendo a máquina durante su exilio venezolano, Nelson Rockefeller durante su luna de miel en Venezuela, Fidel Castro alegre, postrado en un sillón por los devastadores efectos del alcohol, María Félix, Agustín Lara, Marc Chagall, Golda Meir. Pablo Neruda, Isabel Sarli, Luis Buñuel, Salvador Allende, Frida Kahlo y figuras del muralismo mexicano.
La pintura azteca representa un capítulo medular en la historia personal y profesional de Matiz. Impulsado por su ideario y su afán de convertirse en actor y en director de cine, Matiz llegó a México DF en 1941, el día que asesinaron a Trotsky. Su contacto con Orozco, a quien consideraba un segundo padre, Siqueiros, Rivera y Tamayo redundó en una colaboración con los artistas, a quienes proveía de imágenes para que, a partir de ellas, pudieran cimentar los grandes murales que publicitaban la revolución mexicana.
Un dato curioso fue la denuncia de plagio que le prodigó a su ex amigo Siqueiros por la muestra Cuauhtémoc contra el mito , presentada en el Palacio de Bellas Artes de México.
"Siqueiros le pidió a mi padre un relevamiento fotográfico sobre el costado humano de la revolución mexicana y le entregó 300 fotografías -cuenta su hija Alejandra-. Y se encontró en la exposición con la composición exacta de sus tomas, pero en óleo y colores, firmadas por Siqueiros y sin ninguna mención a su labor. Lo que hizo el pintor fue proyectar sus imágenes sobre el lienzo y cubrir las formas con óleo. La denuncia llegó a las páginas de Life, pero antes Siqueiros intentó borrar todo rastro de los negativos y mandó a incendiar su estudio."
Con la ayuda del embajador colombiano, Matiz ya se había escapado subrepticiamente de México e instalado en Nueva York.





