Los gauchos en la paleta
Las obras de Cesáreo Bernaldo de Quirós, en Colección Alvear; Griselda Alvarez en Praxis; Emilia Monch en Pegasus, y Oscar Capristo en Espacio de Arte
1 minuto de lectura'
Desde que tengo uso de memoria, Quirós tuvo admiradores y detractores. El tiempo se ha encargado del progresivo crecimiento de los primeros y la paulatina extinción de los detractores. Aun así admitimos aquello de que "la bota de potro no es pa´ cualquiera". Y la pintura de Cesáreo Bernaldo de Quirós resulta ser bota de potro para las sensibilidades debiluchas.
En una de sus últimas muestras, el ya viejo pintor fue duramente atacado por la crítica rezagada. Tuve el honor de salir en una cálida defensa desde las páginas de Mundo Argentino que a la sazón dirigía Ernesto Sábato, quien me convocó como crítico de arte.
No conocía personalmente a Quirós y recibí con orgullo su llamada telefónica. Me invitó a tomar el té a su casa, si mal no recuerdo, en Vicente López. A partir de entonces fuimos amigos pese a la diferencia generacional. Tener pues delante de mí algunas de las obras que conocía resultó algo así como actualizar una parte de mi alma. Allí estaba el formidable desnudo con su título de Flor campera, allí estaba uno de sus formidables autorretratos; todas sus épocas bien representadas, desde las europeas hasta la canadiense y sus empastadas telas entrerrianas, desde La doma hasta sus naturalezas muertas, como los zapallos que engalanan la tapa del catálogo.
Lugones lo llamó pintor de la patria por sus célebres gauchos. Para nosotros, Quirós sigue siendo el recio pincel puesto al servicio de un alma recia. Sus obras, obras maestras para todos los tiempos.
(En Colección Alvear, Av. Alvear 1658, hasta el 31 de julio.)
Energía liberada
Griselda Alvarez vuelve a regalarnos con una de sus poderosas muestras a las que presenta bajo el título de Carácter. Yo la bautizaría como Energía, considerando que todo arte es energía liberada y la de Griselda es en verdad excepcional.
Las figuras impecablemente dibujadas están enmarcadas en planos de colores rotundos que van del rojo al verde y del verde al azul.
Más allá de las atrevidas propuestas, en un par de casos acude a licencias poéticas mejor explicables en creadores de menores recursos. Aceptamos la soberanía del artista respecto de su obra pero recordando siempre que la obra dialoga con su creador.
El arte de Griselda Alvarez es una afirmación rotunda de la validez y actualidad del arte pictórico sin acudir necesariamente a la dimensión del relieve. En tal sentido otorgamos nuestra admiración y respeto a los hallazgos de Griselda Alvarez.
(En Galería Praxis, Arroyo 858, hasta el 28 de julio.)
Nosotros y nuestra circunstancia
Con una sólida formación académica, rematada por su paso por el taller de Alejandro Boim y el de Juan Bayon, Emilia Monch nos conmueve con sus óleos sobre tela en los que hace despliegue de talento y de carácter. Bien dijo Ortega que somos nosotros y nuestra circunstancia, y esto último, que hace referencia a tiempo y lugar, es una parte de lo que somos, más allá de preferencias. Lo que importa saber es qué elegimos ser cuando esas circunstancias son adversas como, según creo, son las que nos tocan vivir a nivel local y mundial.
Con una paleta baja de ocres y una pincelada enérgica, esta pintora joven en edad pero madura en experiencia pictórica elige mostrarnos nuestra realidad sin velos ni amortiguadores.
Sus pinturas nos dicen: "Esto es así", con la convicción de lo inapelable. Que un artista nos convenza de su verdad, visual en este caso, depende de su propio grado de convicción. Esto es lo que en términos de estética se llama belleza. Y respecto de ella nos dijo Ingres "Tiemblen, pero no duden". Y Emilia Monch es de aquellos que no dudan y parecería que tampoco tiemblan. Fuerza, piedad y una fuerte apuesta a la verdad marcan el arte de esta notable pintora.
(En Galería Pegasus, Sargento Cabral 881, hasta el 27 de julio.)
Nada es casual
Bien dice José Luis Puricelli en el prólogo del catálogo de esta última muestra de Oscar Capristo: "Nada es casual en sus telas". Respuesta coincidente con la que dio el clásico Nicolás Poussin para explicar la excelencia de su labor.
Buena parte de estos resultados impecables que caracterizan las pinturas de Capristo se deben sin duda a sus años de aprendizaje junto al gran maestro Emilio Pettoruti, como consecuencia de la beca que le otorgó Ernesto Santamarina.
Querer improvisar en materia de arte, como por desgracia algunos intentan, supone desconocer las exigencias de una disciplina que llevó a Braque a su sentencia: "Chaque artiste à sa cage" (Cada artista en su jaula).
Los que hemos conocido los inicios de ese "obstinado rigor" estamos en mejores condiciones para apreciar esta severidad gozosa que transmiten los colores, las formas y los espacios sabiamente dosificados de estos últimos veinte años de la labor de Capristo. Sus célebres Abrazos, sus paisajes de Colonia y sus naturalezas muertas nos recuerdan aquello de Leonardo: "El artista debe ser capaz de pintarlo todo".
Recorrer este espacio sorprendente en pleno San Telmo es regalarse con la maravillosa experiencia del goce estético.
(En Espacio de Arte, Balcarce 1029, hasta el 14 de agosto.)





