
Magariños, una visión cosmológica
La retrospectiva del maestro argentino en el Museo Nacional de Bellas Artes coincide con la publicación de un libro sobre su obra y pensamiento.
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LA muestra y la edición de un libro sobre la obra y el pensamiento de Víctor Magariños D., que se presentan en estos días en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), constituyen un acto póstumo de justicia.
El libro que se publica ahora no es el primero. El contacto entre Magariños y Georges Vantongerloo, a quien el argentino conoció en París en 1952 mientras disfrutaba de una beca francesa, dio origen a una obra conjunta que, con el título Vantongerloo y el arte cosmológico, más allá de las últimas tendencias , consigna el pensamiento de ambos artistas. Los escritos originales pasaron luego a manos de Ignacio Pirovano. Magariños creía, como el belga, que "el arte y la vida están ligados a las energías cósmicas que subyacen en el hombre".
El libro actual incluye un ensayo crítico de Andrea Giunta, escritos del propio Magariños y algunos textos críticos. Con ocasión de la muestra, además, se publica un catálogo con prólogo de Jorge Glusberg, en el que se puede seguir el itinerario de la obra del artista.
La retrospectiva, aunque parcial, abarca todas las etapas de la producción de Magariños, desde la década del 40 hasta el 93, año en que se produjo su sorpresiva muerte mientras trabajaba en el taller. En vida, el artista hizo pocas y espaciadas muestras individuales. La primera, en 1951, se organizó en la galería Juan Cristóbal, del Instituto de Arte Moderno de Buenos Aires. Magariños conoció allí a Pirovano, entonces director del Museo de Arte Decorativo. La siguiente exposición se presentó treinta y tres años más tarde, en 1984, en el Centro de Arte y Comunicación (CAYC). La última en vida del autor fue en 1991, en la sede de la Fundación Banco Patricios. A ésta le siguieron dos de carácter póstumo, en el Centro Cultural Borges (1996) y en la galería Altera, de Pinamar (enero de este año). Dos antologías, estas últimas, que incluyeron obras sobre papel. En la de Altera se exhibió, además, un trabajo en madera y un acrílico de dos metros de lado. En el extranjero, en cambio, se realizó una muestra en 1986, en el Museo de Arte Moderno de los Musées Royaux des Beaux Arts (Bruselas), junto con Alvar Aalto. Esa exposición, titulada Finito infinito , daba cuenta de sus últimos trabajos.
Hasta ahora el país tuvo sólo cinco oportunidades de ver exposiciones individuales de Magariños, y en todos los casos han sido panoramas incompletos. Se mejora notablemente esa posibilidad con la actual retrospectiva del MNBA. Allí se exhiben desde sus trabajos anteriores a 1950 -de una figuración escueta, en la que se aprecia una suerte de síntesis figurativa muy personal-, hasta la porción decididamente no figurativa de su obra, en la que puso la fuerza de su pensamiento al servicio de una concepción abstracta. Pellegrini observó que Magariños se había orientado hacia un tipo de arte geométrico que debía más a la intuición que al cálculo. Y así es. Magariños apuntó en uno de sus trabajos: "No es tiempo de ingenuidades ni de simplicidades, la humanidad juega su trascendente destino. El Arte y en particular el hombre creador, tienen el ineludible compromiso de participar de tan magna empresa al servicio de la capacidad espiritual del género humano".
Fernand Léger, Max Bill y Vantongerloo apuntalaron a Magariños. Del primero hay una nota -según Giunta- en la que aquél certifica que vio trabajos y estudios del argentino, y que los encuentra de "gran interés artístico". Recomienda, además, que se le prolongue la beca para que continúe trabajando. De Max Bill se conserva una carta enviada desde Zurich en abril de 1952, en la que el suizo le dice: "Sus reflexiones son acertadas no solamente por su contenido sino porque en arte es indispensable encontrar leyes. Esas leyes pueden ser personales y hasta contrarias a las normalmente conocidas. Es fundamental que el artista encuentre leyes apropiadas para sí mismo, que le permitan expresarse de una manera personal y universal a la vez." Pero de Vantongerloo es probablemente de quien se sintió más cerca. En el libro escrito juntamente con el belga apuntó: "Consustanciarse con los misterios del origen, del destino y de la significación del Universo no es desligarse del origen, del destino y del significado del ser humano; es ir a sus raíces, a la esencia misma de su existencia". Tenía 28 años cuando conoció al artista belga, entonces de 66.
La obra de Magariños sigue un ideario que vale la pena conocer. Su sentido, sin embargo, se adivina con la simple percepción de sus cuadros, tanta es la fuerza y contenido que emana de ellos. El artista despliega su percepción con sentido exploratorio, y sus relaciones con la naturaleza se mueven por principios generales más filosóficos que científicos. Su poder se asienta en el convencimiento íntimo que lo guió y que le dio las fuerzas espirituales necesarias para continuar con su obra. Late en ella un universo de signos y de símbolos que siguen como una acompasada respiración el ritmo impuesto por su autor.
( Hasta principios de agosto, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. )
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