Obsesivo Strindberg
Se han cumplido ciento cincuenta años del nacimiento del gran escritor sueco cuya vida estuvo signada por la desdicha. Casado y divorciado tres veces, desconfiaba de las mujeres, pero no podía prescindir de ellas. Se sentía perseguido por la sombra de la locura, pero trasladó admirablemente sus contradicciones, odios y temores al escenario; creó así dramas y tragedias perdurables que marcaron el teatro del siglo XX.
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STRINDBERG nace el 22 de enero de 1849. Por lo tanto acaba de cumplirse el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de uno de los triunfadores más desgraciados de la historia de la literatura. Su padre, aristócrata sin fortuna, había contraído matrimonio con una criada ( El hijo de la criada , es una obra autobiográfica) y, según algunos comentaristas, esta desigualdad social enrareció con frecuentes desavenencias el ambiente familiar, que resultó muy nocivo para la salud mental del pequeño August.
Durante su juventud, Strindberg estudió en la Universidad de Upsala y atendió a sus gastos dando clases como profesor particular. Inició estudios de Medicina. Intentó también ser actor, fracasó, se dedicó al periodismo y fue crítico teatral, hasta que, ayudado por unos amigos influyentes, consiguió un empleo burocrático en la Biblioteca Nacional.
En 1877, a los 28 años, se casó con la baronesa finlandesa Siri Krangel, que se había divorciado de su primer marido, oficial de la Guardia, para ser actriz. La vida en común resultó difícil, pues los caracteres de los cónyuges eran muy contrapuestos y en Strindberg comenzaba a manifestarse la dualidad sentimental de amor-odio frecuente en los esquizoides, según advierte en su lúcido estudio sobre el dramaturgo el psiquiatra y filósofo existencialista Karl Jaspers. Durante una etapa muy acusada de su latente enfermedad, Strindberg escribió Alegato de un loco , autodefensa que publicó años después, en la que ya hay indicios evidentes de su misoginia y de su paranoia.
Fue desdichado en su primer matrimonio; llegó incluso a concebir fundadas sospechas de que la actriz baronesa era lesbiana, y el temperamento del dramaturgo no era de los que se prestan a admitir esas prácticas como una estimulante frivolidad; se divorció. No escarmentó y su necesidad de convivir con una mujer, frecuente en muchos misóginos, le impulsó a contraer nuevo matrimonio, del que también salió escaldado y que dio lugar a su polémico libro Esposos (1884), en el que culpaba a la tendencia feminista, muy de moda durante aquellos años, de sus desgracias y de las de la sociedad.
En el gran éxito, acompañado de polémica, obtenido por el drama Casa de muñecas (1879) del noruego Henrik Ibsen, defensa de la pobre mujer postergada por una sociedad y unas leyes "exclusivamente masculinas", encontró Strindberg el impulso necesario para trazar una serie de estampas de la vida matrimonial y un prólogo ( Esposos ) y declarar su violenta oposición a las tesis ibsenianas. Para él, Casa de muñecas no era producto de una meditación y de una consideración del estado de la mujer en la sociedad, sino una muestra de cortesía anticuada y posromántica; Ibsen no había tenido en cuenta el lado carnal de las relaciones amorosas ni los múltiples peligros de la vida en pareja, aumentados por el matrimonio.
A consecuencia de la publicación de Esposos , su autor tuvo que sufrir un proceso, del que salió absuelto; pero la oposición a las ideas feministas llegó a obsesionarle de tal manera que, según algunos críticos, contribuyó a disminuir el valor literario de su obra.
Como demostración de que una cosa son los libros y otra la vida real, de nuevo contrajo matrimonio, dos años después de divorciarse, y muy poco después se separó de su tercera mujer. Parece que esta serie de enlaces y separaciones puede ser una justificación válida del juicio adverso hacia las mujeres en general, manifiesto en casi todos sus dramas, narraciones y textos autobiográficos. Pero con la óptica de nuestro tiempo, no con la de finales del siglo pasado, que un hombre -en este caso un intelectual, un artista, un escritor- se separe tres veces a lo largo de su vida no parece motivo suficiente para considerarlo desequilibrado. Pudo divorciarse porque le decepcionasen sucesivamente sus esposas -o él a ellas- y volverse a casar porque se encontraba mejor casado que soltero, sin que ello llegara a constituir el fondo trágico de una vida.
Su mejor época como creador fueron los años de 1888 ( Padre y La señorita Julia ) a 1902 ( La danza macabra ). La más popular -si este término puede aplicarse al teatro del atormentado sueco- es mundialmente la "tragedia naturalista" en calificación de su autor, La señorita Julia , y quizás la más lograda como obra dramática. Pero la más representativa de su temperamento, de su carácter, de su mundo interior, incluso de su dolencia es, sin duda, la tragedia Padre . En ella describe su autor, con ensañamiento, con regodeo, la feroz batalla íntima entre dos esposos. El querría destruir a su mujer quizás, simplemente, por defenderse y por ello su actitud es más pasiva. Ella quiere destruir al marido, convencida de que "el amor sexual es una batalla" y para vencer llega hasta la perfidia: induce a su marido a que sospeche que su hija es fruto de un adulterio.
La obra muestra nítidamente, sin rebozo alguno, según Karl Jaspers, una de las crisis patológicas del dramaturgo que, por aquella fecha, era presa de la obsesión de que iba a volverse loco y de que su mujer demostraría a familiares y amigos que estaba enfermo, le pondría bajo tutela, le apartaría de sus hijos y le impulsaría a darse muerte para cobrar después su seguro de vida. El triunfo como narrador y dramaturgo, que le llegó a buena edad, incluso con prestigio internacional, no hizo que el autor de Esposos olvidara los fracasos de su vida íntima ni las amarguras de su infancia y juventud. Siguió considerándose siempre "el hijo de la criada". Con motivo de una representación en Madrid de La danza macabra , el crítico Andrenio, pseudónimo de Eduardo Gómez de Baquero, de gran prestigio en el primer tercio de este siglo, opinó sobre las obras de Strindberg: "No las dictó la serena contemplación del espectáculo del mundo, ni el amoroso estudio de los modelos literarios". Y esta observación, sin que nada nos obligue a tomar partido, se contrapone a la opinión de la última biógrafa del autor de La señorita Julia , la francesa Elena Balzano, cuando dice que la obra de éste podría entenderse como "un gigantesco comentario de sus lecturas", admirable, desde luego, pero "sin sustancia propia".
Vivió y escribió obsesionado por el odio y la manía persecutoria hasta el punto de creer que no sólo sus obras sino las de otros autores estaban inspiradas en sus problemas íntimos. Así, en El pato salvaje , de Ibsen, publicada en 1884, llegó a ver una transposición de su conflicto matrimonial, y a creer que Ibsen los había utilizado a él y a su mujer comomodelos de los atormentados protagonistas.
Según el ya citado Andrenio: "La vida del autor es un comentario muy aclarador del drama ( La danza macabra ), y éste es un texto vivo, una confesión de la psicología del dramaturgo". Es posible afirmar que la vida de August Strindberg fue una enriquecedora ilustración de su obra.
El autor es actor, académico y escritor.





