
¿Queda algo más por exhibir?
MENEM. LA VIDA PRIVADA Por Olga Wornat (Planeta)-475 páginas-($ 20)
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EL debate sobre los límites del derecho a la intimidad de quienes ocupan altas responsabilidades en la función pública no se agotará fácilmente y seguirá dividiendo a la opinión pública.
En los últimos años, se han conocido controvertidos fallos judiciales que condenaron a medios periodísticos por violar la intimidad de quien ocupaba la jefatura del Estado. Ese derecho a la intimidad, sin embargo, no puede contraponerse a otro que es propio de la ciudadanía: el de conocer hechos que conciernen al interés público por involucrar a personas que gravitan en el destino de la comunidad.
En otras palabras, el control de la información sobre hechos que atañen a la intimidad no puede oponerse al derecho de los ciudadanos a estar informados sobre la conducta de sus gobernantes, y cuanto más elevada es la responsabilidad pública, menor será su derecho a la intimidad. Muy especialmente, como señala Sylvina Walger en el prólogo de este libro, cuando la práctica cotidiana entra en contradicción con las declaraciones políticas.
En este sentido, es por demás demostrativa la situación que se generó cuando, después de haber manifestado el presidente ante el papa Juan Pablo II su defensa de los derechos del niño por nacer, su ex esposa le recordó, públicamente, que él mismo la había acompañado a practicarse un aborto.
Partiendo de la base de que un hombre público, y en especial un presidente de la Nación, difícilmente pueda compararse con una persona común a la hora de ver resguardada su vida íntima, corresponde a la prensa encontrar el justo equilibrio para informar todo aquello que concierna al interés público sin incurrir en excesos.
Cada lector será el juez más apto para evaluar si la autora encontró ese punto de equilibrio.
Olga Wornat, periodista que cubrió todos los viajes del presidente Carlos Menem hasta 1996, se valió de sus experiencias profesionales para relatar detalles de distintos episodios que vivió el ex jefe del Estado, generalmente más asociados con su vida familiar y sus presuntas aventuras amorosas que con los hechos políticos de su gobierno.
A lo largo de toda la obra, Menem es descripto como un transgresor, acostumbrado a caminar siempre al borde del abismo. De niño, según la autora, su mayor pasión consistía en romper los límites que le imponían sus padres; de adulto, se caracteriza como un apasionado por la noche y el juego, tanto como por el poder.
Un dato que sorprende es la descripción del ex presidente como una persona que cae fácilmente en estados depresivos, que debe someterse a los hipnóticos que le suministra el doctor Alejandro Tfeli y que, frente a no pocas adversidades, opta por "quedarse tirado en la cama llorando en posición fetal", una expresión que la autora emplea en reiteradas oportunidades y que, a los ojos de un observador desapasionado, puede parecer exagerada.
Buena parte del libro lo consumen los entretelones de las numerosas rencillas entre Menem y Zulema Yoma, incluyendo la expulsión de esta última de la quinta de Olivos, luego de que el ex mandatario exclamó que "la presidencia no es un bien ganancial". Hay un par de capítulos consagrados íntegramente a los dos hijos del matrimonio, quienes aparecen paradójicamente confundidos en la fraseología menemista que hablaba de "los niños ricos que tienen tristeza". Los trámites de la separación del matrimonio y la muerte de Carlitos Menem abundan en descripciones que por momentos tornan algo tediosa la lectura.
Desfilan por la obra todas las presuntas amantes del ex presidente y, en más de un caso, podrá dudarse si el relato no traspone la barrera del interés público para internarse en el intrascendente terreno de la indiscreción.
En cambio, la autora se abstiene de profundizar debidamente en hipótesis que menciona casi al pasar. Por ejemplo, cuando sugiere que la muerte de Carlitos pudo deberse a una venganza del mundo árabe, "donde las traiciones se pagan con la vida". O cuando esboza que el primer ministro de Economía de Menem, Miguel Roig, no falleció como consecuencia de un paro cardíaco provocado por el exceso de nicotina y por las tensiones del cargo, sino que fue muerto por orden del mismo grupo económico que lo proyectó a un primerísimo plano.
Menem. La vida privada , aun con sus altibajos, es un aporte más para conocer los complejos aspectos de la personalidad de un hombre que pareció amar el poder por sobre todas las cosas y que lideró un proyecto en el que las audaces transformaciones económicas convivieron con no pocas desmesuras.





