Souvenirs, vajilla, alfombras: el plan B de los artistas para paliar la crisis
Inmersos en la crisis global que desató la propagación del coronavirus, el dilema que muchos se plantean en el mundo del arte –que atraviesa una situación crítica – es cómo seguir adelante. Nicola Costantino, Marcos López y Agustina Woodgate pensaron estrategias alternativas para hacerle frente a la pandemia.
Con foco en sus banquetes performáticos prepandemia, donde servía postres que eran obras efímeras y comidas exóticas en recipientes de cristal y metal, Costantino desarrolló su nueva producción intramuros. En aquellos banquetes, los performers representaban a seres andróginos que llevaban atadas a modo de máscaras de protección la obra Trilogía de bocas (una boca humana de la que sale un hocico de chancho del que cuelga un cogote de pollo): hoy uno no puede dejar de vincularlos con el momento espeluznante que vivimos.
Con la técnica milenaria japonesa neriage nerikomi e inspirada en vegetales y flores como orquídeas, Costantino creó una serie de vajilla y cuencos (pequeñas esculturas para servir alimentos calientes, ensaladas y panes). Para sus nuevas creaciones, dejó de usar resina y plástico (materiales contaminantes) y modela con barro. En esta técnica oriental no se pinta la pieza, sino que los pigmentos se aplican directamente en la arcilla. "Estoy fascinada: las piezas salen porque hay un orden interno del material que responde de una manera más allá de mí –dice la artista en diálogo con LA NACION–. Algo similar ocurría con los colores y formas de mis postres: un orden que siento que está ligado a la naturaleza".
Costantino asegura que está feliz y que es necesario pensar este momento como una oportunidad. "Voy a hacer muchas otras cosas que no son solo hacer una obra y esperar que la galería venda o te lleve a una feria –dice–. Estaba muy encerrada en esa idea y con ganas de salir de la estructura galería, feria y exposición: creo que eso está quedando obsoleto".
En estos días se compró un horno y está en pleno proceso de diseño y producción en su casa taller: analiza formas, colores y grosores de la vajilla. Ultima prototipos que integrarán seis juegos de vajilla alusivos a diferentes aspectos del mundo vegetal. Costantino señala que, como en las flores de sus banquetes sopladas en cristal de las que el comensal tomaba con un sorbete para sentir que libaba como un colibrí, busca reemplazar la vajilla tradicional para lograr una experiencia diferente.
"Será mucho más fácil vender una pieza de cerámica chica o un juego de vajilla especial que una obra, considerando los precios que tenían", dice la artista. Y añade: "Me parece difícil que una pandemia, una tragedia, pueda traer algo productivo, pero no hay que pensar en términos binarios: de lo malo surgen cosas buenas. Los creativos tenemos un don que nos va a salvar: no económicamente, pero vamos a poder hacer algo que nos mantenga vivos y activos, y que nos retorne algo de dinero".
Entre el arte y la artesanía popular
Cuando las ferias internacionales, workshops y cursos en el exterior en los que participaría se suspendieron por la pandemia, Marcos López ideó una estrategia alternativa. En esa zona fronteriza entre el arte y la artesanía popular en la que el artista se mueve con destreza, desde el inicio de la cuarentena vende en Instagram objetos vinculados con la idea de souvenir.
Ofrece una edición limitada de pingüinos pintados con su impronta pop latina. Los vende en un pack de oferta especial, con una botella firmada de vino tinto o blanco de la casa de una bodega boutique de Mendoza, cuya etiqueta con dos retratos diferentes diseñó hace un tiempo. También vende los vinos en un pack con un dibujo de su autoría, y una serie de 10 ejemplares de su libro El Jugador, con la tapa pintada a mano, que los convierte en piezas únicas.
"Debo confesar que vendí dos o tres pingüinos, vinos firmados y libros a un precio muy razonable –dice el artista–. Me da tanta alegría vender un pingüino firmado en 10 mil pesos como cuando se vendieron obras mías a colecciones internacionales o museos de prestigio".
En la cuarentena, López escribe, pinta, ordena su archivo fotográfico, ultima detalles de obras nunca antes exhibidas (fotografías antiguas pintadas a mano). La venta online de los souvenirs, señala, "más allá de lo económico, me genera una sensación de adrenalina, vértigo, una especie de mercado persa, mercado de pulgas, oferta de supermercado que me interesa investigar".
Lo suyo, dice, es como un juego con el arte con mayúsculas, las grandes ferias y al mercado internacional, donde también participa: "Estas ofertas en las redes para mí fueron una especie de perfomance virtual, un entretenimiento. Aunque con la venta de la botella firmada y el pingüino pude pagar el supermercado por una semana".
Alfombras mágicas
Por la pandemia, Agustina Woodgate cambió radicalmente el proyecto interactivo que tenía previsto presentar en su solo show en la galería Barro, en Frieze NY 2020, hasta el 15 de mayo, cuando la feria devino virtual. Woodgate se encuentra en Miami en el Espacio 23, el emprendimiento del coleccionista y empresario argentino Jorge Pérez, fundador de Pérez Art Museum (PAMM) en Miami. Desde hace una década, crea deslumbrantes alfombras de grandes dimensiones con peluches comprados en tiendas de segunda mano en Argentina, EE.UU. o donados por conocidos. "Se trata de basura con carga emocional, que muchos se rehusan a desechar", dice a LA NACION desde Miami.
Creó the ARC (Animal Rug Company), un emprendimiento social que se asoció con Goodwill, organización norteamericana sin fines de lucro que da trabajo a personas en situación vulnerable y cuya fábrica textil (que emplea a más de 11mil personas discapacitadas) se encuentra a 4 cuadras del estudio de la artista.
Con la flamante The ARC, en Frieze NY 2020, presentó Shelter, una colección de cuarenta alfombras en pequeño formato. "Es algo accesible por el momento en que estamos viviendo –dice Woodgate–. Además, nos pareció apropiado responder a la crisis con conciencia y solidaridad". Según el criterio que estableció –y con el que planifica seguir produciendo las alfombras–, el 10 por ciento de la venta de las obras corresponde a Goodwill; otro 10 por ciento a los empleados que participaron en la producción de las alfombras; el 80 por ciento restante se divide entre The ARC y la galería.
Como Goodwill está cerrada por la pandemia que azota EE.UU., en la página de la feria las alfombras se exhiben aún sin coser –dato que se informa a los potenciales compradores–. Aun así las ventas fueron un éxito. "La galería entendió perfectamente el concepto –dice Woodgate–. Para mí el arte no tiene que ver con que la alfombra sea rosa, blanca, negra, cuadrada, gigante o chica. Eso no me interesa. Me importa transformar esta basura en objetos y volverlos a introducir en las casas, en un proceso que sea sustentable, ecológico, vegano, social, y con un modelo económico distinto. Estoy entusiasmada. Nos está yendo súper bien: repartiendo ganancias, ganamos todos".