Toffler: el sistema educativo es obsoleto
El futurólogo norteamericano afirmó que los profesores no preparan a los chicos para la vida actual
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SANTIAGO, Chile (El Mercurio, GDA).– “Decir que la nueva economía está llegando a su fin es como haber dicho en 1830, en Inglaterra, que toda la Revolución Industrial había llegado a su término porque algunas pocas textiles habían quebrado.” Así se refirió Alvin Toffler a la revolución que está cambiando todas las estructuras sociales, políticas, económicas y educacionales.
En una entrevista telefónica, el futurólogo norteamericano Toffler explicó por qué el sistema educativo no está preparando a la gente para enfrentar una nueva realidad socioeconómica y cultural.
–¿Cómo evalúa la situación del mundo actual?
–Desde un punto de vista geopolítico, el cambio más importante que estamos enfrentando es una transformación de la estructura del poder global. Durante los últimos cien o doscientos años el mundo ha estado dividido en dos niveles. El inferior, en el cual se encontraban los países pobres que han sido casi siempre agrarios o han basado su economía en la producción de materias primas. En el nivel superior estaban los países industrializados. En nuestra terminología (la de Toffler y su señora), denominamos a estas etapas la primera y la segunda. El poder en el mundo estaba dividido en dos. Pero ahora está apareciendo un tercer nivel.
–¿Qué caracteriza a esta tercera etapa?
–El tercer nivel está ocupado por la economía basada en el conocimiento, ya que ahí se encuentran los países que están yendo más allá de las líneas de ensamblaje, para convertirse en economías de la tercera ola. La primera planta sigue estando ocupada por países pobres y con menores niveles de productividad y de creación de riqueza. En el medio están las naciones que cuentan con mano de obra barata y compiten con operaciones de manufactura masivas.
–¿Dónde se sitúan países como la India, que son pobres, pero cuentan con un importante nivel de desarrollo tecnológico?
–La razón por la cual mi esposa y yo utilizamos la palabra “ola” para denominar cada etapa es por la metáfora que oculta este concepto. Al pensar en el oleaje, es fácil darse cuenta de que uno puede tener más de una ola de cambio en el mismo país paralelamente. En el caso de la India, se observan las tres olas de cambio simultáneamente, ya que cuenta con una población campesina, una industrial y otra basada en el conocimiento. Es así como los países pueden tener en su interior más de una ola de cambio aplicándose a la vez.
–¿Cree que esta revolución les permitirá a las naciones subdesarrolladas subir de nivel?
–Sabemos que los campesinos apenas pueden alimentarse a sí mismos, mientras que al subir en la escalera tecnológica empieza a ser posible crear mayor riqueza, producir más servicios y productos que la gente necesita. La pregunta es cuál es la estrategia que un país debe seguir para alcanzar eso. Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido dos propuestas. La primera, planteada por Estados Unidos, e incluso por los soviéticos, consistía en industrializar a los países que tenían mano de obra barata, mientras que las naciones ya industrializadas avanzaban más allá.
La otra era la estrategia que venía de los verdes y la izquierda antitecnológica, que consideraba que se debía mantener a las naciones subdesarrolladas, dedicadas a la agricultura, pero con la tecnología apropiada.
–¿Cuáles eran los efectos?
–En el fondo, esto buscaba mejorar la primera ola sin cambiarla. Es decir, esas estrategias de desarrollo garantizan el permanente retraso de esos países en relación con el rápido crecimiento de las naciones más desarrolladas. Por esto es importante que un país pobre, a pesar de las extremas dificultades, desarrolle su infraestructura tecnológica y de telecomunicaciones, eduque a su población, y les dé acceso a Internet y a la información a través de las nuevas tecnologías, porque si no tiene eso va a quedar permanentemente atrás. Reconozco que es fácil para alguien de un país rico decir esto, pero es difícil, para la gente de una nación pobre, hacerlo.
–¿Cómo deberían cambiar los sistemas educacionales para afrontar este “nuevo mundo”?
–Deberíamos cerrar el actual sistema educativo. Hay miles de buenos profesores y entiendo cuán duro trabajan y cuán dedicados son, pero están trabajando con un sistema que es horriblemente obsoleto.
Están preparando a la gente con habilidades que ya no necesariamente calzan con el mundo en que los niños van a entrar. Lo que se requiere es capacidad de innovar, trabajar en equipo, adaptarse al cambio en una compañía o en la economía, y la habilidad de trabajar sin horario y en cualquier momento.
–¿Qué sucederá con los países y personas que no cuentan con los medios para adoptar la tecnología?
–Desde hace años nosotros venimos hablando de gente que vive en diferentes eras, y eso sucederá en realidad. Creo que lo que ocurrirá en Africa es que mientras China y Asia avanzan hacia un desarrollo de la tercera ola, ellos van a trasladar algunas operaciones de mano de obra barata y en diez o 15 años éstas estarán instaladas en Africa. Tengo dudas sobre decir esto porque es parcialmente una broma: pero lo mejor que podrían hacer los africanos es enviar gente a Asia para subir el precio de la mano de obra.
–¿Qué posición tendrá América latina en ese nuevo mundo?
–Soy optimista porque América latina tiene una gran oportunidad. Pero hay cosas que están ocurriendo en la región que pueden frenar un desarrollo más rápido, como el conflicto en Colombia. Soy optimista, por ejemplo, con Brasil, que está tratando de tomar ventajas con la nueva economía. México y Argentina también están haciendo eso, a pesar de los problemas que ésta última está enfrentando ahora. No conozco en detalle la situación de Chile como para opinar.
–¿Cree que Asia y China pueden liderar el futuro y que Estados Unidos tendrá un rol menos relevante?
–Estados Unidos seguirá teniendo un poder dominante, al menos por varias décadas. Pero no va a ser necesariamente el único, como ahora. En todo caso no deberíamos ver a China como una potencia asegurada y definitiva.
–¿Por qué?
–China va a seguir desarrollándose, si sólo se miran los factores económicos. Pero la gente no vive en la macroeconomía, sino en la microeconomía. Lo que debemos observar al pensar en China es reconocer los peligros de una explosión interna, ya que los líderes de China están tratando de realizar un cambio histórico de 10 o 30 años en la vida del 25% de la totalidad de los humanos. Este es un proceso muy ambicioso, pero también muy peligroso, porque no se pueden hacer cambios en esa escala –ningún tipo de cambio– sin algún nivel de conflictividad. Por esto, el primer requisito para el desarrollo chino es la estabilidad política. Su inestabilidad interna podría tener grandes efectos en la economía mundial.
–¿Cuáles cree que serán los principales conflictos del futuro?
–No creo que China vaya a explotar, pero podría hacerlo. Y esta pequeña probabilidad podría tener un impacto masivo. Actualmente existe un enorme debate sobre los sistemas de defensa antimisiles. Los europeos y los chinos están todos complicados, y el debate es sobre el potencial uso, por parte de las diferentes naciones, de las armas nucleares.
Pero éste no es el punto sobre el cual hay que estar realmente asustado, sino sobre la posibilidad de una guerra civil en alguna nación, donde un grupo pueda tomar el control de las armas nucleares, porque en las guerras civiles la gente se vuelve fanática e irracional. Cuando ocurren cambios económicos profundos, como el pasar de una economía agraria de la primera ola a una industrial, y a una basada en el conocimiento, siempre se producen conflictos.
Perfil
Pasado y futuro: nació en Brooklyn (EE.UU.), en 1928. Con sus predicciones acerca del impacto de las nuevas tecnologías de comunicación se convirtió en uno de los futurólogos más respetados del mundo.
Obras: entre sus títulos se destacan "La tercera ola", "El cambio del poder", "El shock del futuro" y "Guerra y antiguerra"
Colegas: sus ideas se emparientan con las de otros pensadores, como Marshall McLuhan y Nicholas Negroponte.




