Ulyses Petit de Murat, el amigo de caminatas de Borges y guionista récord del cine argentino
Protagonista de la cultura argentina desde los exultantes años 20, fue perseguido por el peronismo; mientras se rescata su valioso archivo que abrirá el público, se cumplen 40 años de su muerte
Desde hace algunos meses, el archivo del poeta, periodista, dramaturgo, escritor y, sobre todo, uno de los guionistas más fecundos del cine argentino, Ulyses Petit de Murat (1907-1983), se encuentra en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM). Una vez concluida la catalogación del archivo, el público podrá consultar cuadernos, apuntes, guiones, carpetas de recortes, fotos y cartas (algunas sin respuesta, si se le cree al Borges de Adolfo Bioy Casares) de este protagonista de la cultura argentina. En los exultantes años 1920 en la Argentina -tan distantes de los 2020- el joven Petit de Murat abandonó sus estudios de abogacía para seguir el llamado del periodismo y la literatura (también cambió la i de su nombre por la y, para diferenciarse del padre) y se acercó al grupo de escritores y artistas de la revista Martín Fierro, donde publicó sus primeros poemas. Este sábado se conmemora el 40° aniversario de su muerte, a los 76 años, en la ciudad de Buenos Aires.
En ese entonces conoció a Jorge Luis Borges, su amigo y compañero de caminatas por los suburbios porteños, como recuerda en Borges Buenos Aires, recientemente reeditado por Sudamericana además de Los procesos de Oscar Wilde. También compartieron iniciativas políticas (estuvieron entre los fundadores del Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes en 1927) y laborales, como la dirección de la Revista Multicolor de los Sábados, el suplemento literario ideado por Natalio Botana, director del diario Crítica, para rivalizar con los de LA NACION y La Prensa, y que dio lugar a la antología Cuentos para leer los sábados.
“Fue una amistad entrañable -dice a LA NACION el escritor Alejandro Vaccaro, autor de Borges, vida y literatura-. Se conocieron a finales de los años 1920. Petit era más joven que Borges y estaba más dedicado a la música, le gustaba el jazz. Como lo apreciaba mucho a Borges, que era amigo del padre de Petit, trató de acercarse a los temas literarios. Fue muy importante la experiencia que tuvieron como codirectores del suplemento cultural de Crítica. Salieron 61 números; Borges participó de las primeras treinta ediciones”. Petit de Murat se preguntaba si Borges podría soportar la dinámica vertiginosa de las redacciones. “Funcionó -afirma Vaccaro-. Petit quería mucho a Borges, lo llamaba Georgie; Borges ha cultivado esas amistades lindas”.
“Petit de Murat es una de esas personalidades que están en un relativo segundo plano, pero que uno, como investigador, se cruza incesantemente en distintos lugares y momentos cruciales de la historia de la literatura -dice a LA NACION el escritor Lucas Petersen-. Su carrera es inabarcable porque es de esos tipos que mostraron talento en muchísimos terrenos. Tal vez a él le gustaría que se lo evocara más como poeta, pero no es el aspecto que me resulta más interesante. Los poetas de su sensibilidad tienen hoy algo de arcaico, que produce un sentimiento de extrañeza”.
Petersen también destaca la amistad de Petit de Murat con Borges. “De ese vínculo quedó un libro súperentretenido como Borges Buenos Aires, que revela entretelones de esa relación de amistad y admiración -destaca-. Y su aporte al periodismo fue fundamental, si se piensa que codirigió con Borges la Revista Multicolor de los Sábados en la década de 1930, un suplemento que reinventó la forma de pensar el periodismo cultural. Como traductor, tiene un hito importante: la traducción pionera de El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, un libro que fue muy polémico porque cuenta un adulterio con una carga de erotismo difícil de digerir para la época. Petit de Murat se animó a estampar ahí su nombre como traductor en 1932, en plena Argentina de Uriburu, por una editorial extraña, que se llamaba Caricatura Universal y que era tal vez un sello de la revista de ese nombre”.
A finales de 1930 inició una prolongada trayectoria como guionista de cine, y adaptó relatos de autores tan variados como Horacio Quiroga, José Hernández, Benito Lynch, Alejandro Dumas, José Mauro de Vasconcelos y León Tolstoi. “Tiene una obra muy extensa y algo despareja -dice Petersen-. Uno no puede más que pensar en esos clásicos grandilocuentes de Leopoldo Torre Nilsson como El Santo de la Espada, que tuvieron una influencia enorme en la cultura argentina, pero también en algunas obras como Prisioneros de la tierra, de Mario Soffici, que abre toda una serie muy interesante de obras ambientadas en el mundo rural”.
Petersen confía en que los materiales de Petit de Murat en la BNMM hagan germinar la biografía de este artista y gestor cultural, que fue miembro fundador e integrante de la primera comisión directiva de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores en 1969 (le ganó al “candidato” Borges por cien votos) y secretario general de la Sociedad General de Autores de la Argentina (Argentores). Con su amigo Homero Manzi escribió la obra teatral La novia de arena; con César Tiempo, Yrigoyen, y Un espejo para la santa con Tulio Demichelli.
“Más allá de la cantidad de guiones que escribió, y del tono épico de algunos de esos guiones, destacaría su condición de poeta -dice la historiadora y directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, Paula Félix Didier-. Siempre dijo que, antes que nada, era un poeta; un poeta simbólico, además. Siempre estaba en la búsqueda de manierismos en el uso de las palabras, quería cargarlas de un peso sin que invadieran la imagen; su estilo se nota mucho en las películas de los años 1940. Otro aspecto fundamental es su defensa permanente de los derechos de los guionistas a ser considerados autores, cosa que lograron muy tempranamente en la década de 1940. Tal vez la experiencia de haber estudiado Derecho le sirvió. Es alguien que hizo de todo en una sola vida”.
“Hace solo unos meses, Ana Guerra, archivista de la Biblioteca Nacional, se llevó hasta la única foto periodística que tenía junto a mi abuelo Ulyses Petit de Murat: él está parado simulando que fuma un cigarro y yo, con ocho años, me estiro para alcanzar a ese hombre alto, para decirle un secreto al oído -cuenta a LA NACION la escritora Claudia Aboaf-. Se archivaron sus libros de poesía, él se autopercibía sobre todo como poeta, aunque la gran cantidad de guiones cinematográficos, récord Guinness con sus 109 guiones entre los que se cuentan todas las películas de la épica argentina como La guerra gaucha, Prisioneros de la tierra, Martín Fierro, además de los 49 guiones filmados en México durante los ocho años que vivió allí, probarían que fue esa su principal actividad literaria”.
Perseguido por Raúl Apold, el temible subsecretario de Prensa y Difusión del primer gobierno de Juan Perón, Petit de Murat (que, además de yrigoyenista, había osado criticar en la radio al líder justicialista) debió exiliarse en México en 1951. Regresó al país en 1958.
“El secreto que le dije el día de la foto era que yo también iba a trabajar con la palabra, activar otras zonas de ebullición planetaria, más contemporáneas a sus preocupaciones de escritor nacido en 1907 y fallecido en 1983, cuando yo estaba embarazada de mi segundo hijo -dice Aboaf-. Mi primer hogar fue su casa, aún en pie en O’Higgins y Zabala, vivimos juntos, cuatro generaciones bajo el mismo techo, y su escritorio con su enorme biblioteca fueron mi salvaguarda de otras relaciones más complicadas. Tengo algo más para contarle, ahora que es el aniversario de su muerte: escribí mi primer guion de cine, en colaboración con Tomás Saraceno, y allí, en la película, envuelto en ruidismos celestes, una voz en off lee mi primer poema”. En la casa de O’Higgins, visitaban a Petit de Murat tanto Borges y Beatriz Guido como Claudio María Domínguez. Fue jurado del programa Feliz domingo para la juventud, de Canal 9.
“Era el ‘benjamín’ entre los martinfierristas -dice Aboaf-. Primer compartidor de versos y caminatas junto a Borges; no era el hombre serio que el público podía imaginar, compartió con Macedonio Fernández el descubrimiento del ejercicio de la metafísica-estética. Mi abuelo entendió la intrincada ‘trocación del yo’ macedoniana, que lo llevaba a comportarse como si la realidad no existiera. Nos tendió, a mi hermano Martin y a mí, la protección que solo la ficción otorga para sobrevivir”.
En la donación a la BNMM se hallan los cuadernos de la esposa de Petit de Murat (Martha King), de 1942 a 1992, “redactados enteramente en cuadernos Rivadavia, y cuentan entre otras cosas sus almuerzos con ‘Ernestito’, el Che Guevara, cuando llegó a México planeando una revolución”, dice la nieta y albacea del escritor. “Las cajas azules rotuladas salieron de mi casa en Tigre para crear el archivo nacional de Ulyses. Ahí fueron las cartas originales con Macedonio, una poesía inédita de Oliverio Girondo dedicada a mi mamá [la traductora Martha Petit de Murat], los pedidos de auxilio de Eglé Quiroga quien temía por Darío Quiroga, el hijo de Horacio”, remarca. “Mi abuelo murió cuando yo tenía treinta años y quedé como su albacea; abracé sus libros y no los solté a hasta donarlos a la administración de Juan Sasturain en la Biblioteca Nacional”, agrega.
“Trabajo desde que me acuerdo, con el elemento más variable, más difícil, más transitorio, más desgastado y ya seguramente usado una y mil veces con su más fabuloso esplendor -escribió Petit de Murat-. Me refiero a la palabra, a sus diversos ordenamientos, que me han servido de justificación, de fuente de dinero, angustia, vida y especulación”. Publicó los ensayos Sixto Pondal Ríos, Genio y figura de Benito Lynch, Carta abierta a los jóvenes del año 2000 y el libro de memorias La noche de mi ciudad. Cabe esperar que se reedite su novela El balcón hacia la muerte, publicada en 1968 por el Centro Editor de América Latina, suerte de La montaña mágica ambientada en las sierras cordobesas, basada en su experiencia como paciente de tuberculosis en un sanatorio en Ascochinga, en la década de 1940.
Más leídas de Cultura
Incidentes en el desarme de la Feria del Libro. Golpes y agresiones entre editores y personal de seguridad
Ataque en la Biblioteca Británica. A golpe de martillo, dos ancianas intentan romper la caja que protege la Carta Magna
Subasta millonaria. Lucio Fontana volvió a medir el pulso de su enorme aporte al arte del siglo XX
Una condesa italiana en la Antártida. Paola Marzotto retrató la vida a bordo del Almirante Irízar