Vivir para contar y viceversa
LAS TRES FECHAS Por César Aira-(Beatriz Viterbo Editora)-84 páginas-($12)
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La tan mentada abundancia de la obra narrativa de César Aira es capaz de alterar todas las proporciones. Por esa razón, bien podría llegar a ocurrir que sus libros de crítica literaria se vean desplazados a un lugar en apariencia lateral y a cargar con el equívoco aspecto de un ejercicio menor. No sería la primera vez que un segmento de la obra de un escritor provoca una distorsión semejante sobre otro segmento de esa misma obra. Y no se trata solamente de que los libros de crítica de Aira puedan ser leídos por las claves que proporcionan acerca de sus libros de ficción (sobre todo en el caso de un texto como Copi , que es claramente el esbozo de una poética propia), sino por los aportes que hacen por sí mismos a la reflexión literaria y que les dan un interés autónomo.
Las tres fechas es el tercer libro de crítica que publica César Aira. Lo precedieron Copi (1992) y Alejandra Pizarnik (1998), ambos editados por Beatriz Viterbo. Se trata de libros breves, porque también en este rubro Aira cultiva la brevedad, y que, al igual que muchas de sus novelas, disimulan su espesor y su consistencia bajo la forma de una aparente levedad: juegan a ser un tanto ocasionales a veces, sin serlo nunca. En este último libro, Aira toma en consideración a una serie de escritores que no son los habitualmente más transitados -Denton Welch, Paul Léautaud, J. R. Ackerley- en la certeza de que "para ser representativo de una época es preciso ser menor".
La teoría de las tres fechas, postulada a partir de las obras de estos escritores, consiste en la distinción de tres instancias: la de la escritura de un libro, la de su publicación y la de los sucesos que en ese libro se cuentan. Pero no es la intención de Aira recomponer por esta vía una teoría de la enunciación, ni lo es tampoco la de estirarse, por ejemplo, hasta una cuarta fecha, la de la lectura, para insistir en una teoría de la recepción. Lo que le interesa a Aira es reflexionar sobre la temporalidad literaria: la anulación del tiempo, la dilatación del presente, la expresión del futuro -y no del presente- como expresión de una época, las anticipaciones literarias y sus límites, los anacronismos, la obra literaria como ready made (esto es, como reelaboración literaria de lo ya hecho, aunque no fuera hecho como literatura).
Aira escribe crítica (y también narrativa, a decir verdad) con un particular sentido de la libertad. Sus modos, un tanto abandonados en la crítica literaria en el último tiempo, son los del ensayo; se acerca por eso al registro de las impresiones de lectura, aunque nunca le falta el tipo de percepción que es propio de un escritor. No le teme al juicio de gusto: valora y elige, razona sin guarecerse entre murallas bibliográficas, teoriza sin sofisticación (pero con mucha sensatez) a partir de elementos concretos y a veces hasta pequeños (un poco a la manera de los narradores de sus ficciones, que son capaces de armar una teoría universal a partir de la más fútil incidencia cotidiana: toda la obra de Welch, por ejemplo, se entiende a partir de su gusto por los picnics).
Las teorizaciones imperantes durante los últimos años en la crítica literaria han apuntado a poner en crisis la figura del autor y las nociones de experiencia y de representación. Los planteos de Aira en Las tres fechas hacen caso omiso de tan complejas teorizaciones; Aira razona con más sencillez, y se diría que con más tino. Para él es un hecho que resulta perfectamente posible escribir los sucesos reales, tramar relatos en los que nada se inventa ni se construye, relatos en los que se hace un registro simple de lo que de veras pasó. Es un hecho también que hay escritores que escriben desde su experiencia y a los que conviene leer en esa clave: la realidad de lo que viven pesa, y mucho, en los libros que escriben. Aira encuentra una vuelta de tuerca que vuelve el asunto todavía más interesante, porque da forma a su propia manera de enfocar la literatura: que algún escritor que lleva una vida pobre en experiencias comience a inventar, pero no en lo que escribe, sino en lo que vive, para después poder pasar esas invenciones a la escritura; o que algún escritor que en su diario escribe todo lo que le pasa comience a regular sus experiencias para no tener que escribir lo que preferiría no tener que escribir.
Entre estos términos caben diferentes alternativas: viajar para despertar la percepción embotada por la rutina, pensar y escribir a la misma velocidad con que suceden los hechos, adoptar la frivolidad como programa (de vida y de escritura), o negarse a vivir demasiadas experiencias como una manera de optimizar la calidad de las experiencias que sí se viven. Todo lo cual tiene mucho que ver con la literatura de Aira en particular, pero también, y más ampliamente, con la literatura en general, ya que ése es el anclaje, pero también la ambición, de un libro como Las tres fechas .




