Volver al futuro
Briosa y sabia curadora, Gabriela Belli presentó en la Fundación Proa la muestra de futurismo con obras procedentes del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto, dueño del patrimonio más importante que tiene Italia del movimiento destinado a cambiar la matriz estética de la Italia moderna. Mañana se cumplen 100 años del Manifiesto técnico de la pintura futurista , firmado por Balla, Severini y Boccioni, segundo tramo del desplante lanzado un año antes por Filippo Tomasso Marinetti en las páginas de Le Figaro .
Por primera vez, una muestra abarcadora de la multiplicidad de propuestas destinadas a transformar la vida cotidiana -arte, danza, arquitectura, moda, música- llega a Buenos Aires con su sorprendente carga de vitalidad, la misma que sacudió a la Italia empobrecida de la primera década del siglo XX, urgida por un sueño capaz de sacar del letargo al Bel Paese , sobre el que pesaba, como agobiante carga, un legado artístico tan glorioso como insuperable. Curiosamente, el recorrido de la exposición es el mismo "corso" que hizo Marinetti, cuando presentó al mundo su proclama en las primeras décadas del siglo XX: Italia, París, Berlín, Londres, Rusia y Buenos Aires.
La imagen de tapa es una obra de Tullio Crali, fechada en el año 39. Por su factura y perspectiva, la pintura deslumbra y es una escala obligada en el recorrido guiado por la curadora italiana, quien le dedica su atención a ese cuadro premonitorio. Introduciéndose en lo habitado (en picada sobre la ciudad) , se llama la obra, presagio de la guerra en ciernes y, según aventura Gabriela Belli en su explicación, "hasta una imagen profética del atentado del 11S, a las Torres Gemelas de Wall Street". El Manifiesto de Le Figaro fue el puntapié al orden establecido, un saludo a la máquina y a la belleza de la velocidad, que, a su juicio, superaba la clásica serenidad de la Victoria de Samotracia .
La visita a Buenos Aires, glosada en esta edición de adn cultura por Franco Torchia y Cecilia Rabossi, es la oportunidad para recordar el intercambio epistolar de Marinetti con LA NACION, a propósito de la crítica firmada por Lucas Ayarragaray. Marinetti defiende su posición y escribe: "Si por tradición se entiende el grueso de los mediocres artistas tradicionales, ligados por una misma pasión absurda hacia el museo y el plagio, estoy satisfecho de ser el destructor feroz de la tradición". Una declaración de principios a la medida de sus habituales boutades , incluidas las arengas políticas en las que se siente, por su amistad con Mussolini, "un fascista sin carnet." En todo caso, y lo subrayan en sus textos Adriana Rosenberg, Gabriela Belli, Rodrigo Alonso y Giorgio Guglielmino, Marinetti fue un visionario hasta en la manera mediática de entender y promover el alcance internacional de su manifiesto.
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