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No habían llegado a cumplirse cinco años del fin de la Segunda Guerra Mundial y la golpeada, pero laboriosa Europa, ponía en marcha el ambicioso Campeonato Mundial de Fórmula 1. Modestamente, aquella primera temporada tuvo siete fechas puntuables -y muchas más fuera de certamen-, seis de las cuales se desarrollaron en el continente que había sido epicentro de aquel devastador conflicto. Y durante los siguientes 26 años, pocas veces la categoría reina del automovilismo salió de su cuna. Indianápolis estuvo desde el inaugural 1950, la Argentina se incorporó en 1953, Marruecos tuvo una fugaz presencia en 1958, Sudáfrica apareció en 1962, México lo hizo al año siguiente, Canadá surgió en 1967 y Brasil debutó en 1973. Hasta que en octubre de 1976 desembarcó un gigante muy lejano: Japón.
Con el país del sol naciente, Asia puso un pie en un mundillo que desde su génesis le había sido casi totalmente ajeno. Treinta y ocho años más tarde, las cosas son bastante diferentes. En el calendario de 2015, sobre 19 carreras, ocho (42,1%) son europeas y seis (31,5%) tienen lugar en suelo asiático, además de cuatro (21%) en América y una (5,2%) en Oceanía. La tendencia de la Fórmula 1 es clara y firme: deseuropeizarse y asiatizarse.
¿Por qué? Pues porque la Fórmula 1, un circo que mueve más de 2.000.000.000 de dólares anuales, busca dinero, y el dinero está fluyendo en las economías emergentes y escaseando entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. En 2009 cayó el primer bastión europeo: el Gran Premio de Francia, uno de los fundadores de la categoría, desapareció luego de 58 realizaciones casi ininterrumpidas (la excepción fue en 1955). Este año hizo implosión otro grande, Alemania, ausente apenas tres veces desde 1951. Y están en riesgo otros iconos históricos.
En 1999, el autódromo de Sepang irrumpió con sus imponentes instalaciones para estrenar el Gran Premio de Malasia. En 2004 emergió un coloso, China, y se presentó la primera carrera de Medio Oriente sustentada por petrodólares, Bahrein. Luego siguieron varias asiáticas más: Turquía en 2005, Singapur en 2008, Abu Dhabi en 2009, Corea del Sur en 2010, India en 2011. Para 2016 ya tiene un lugar Azerbaiján. Y en el horizonte emerge el interés de otro peso pesado del continente más grande del planeta: Irán, que montaría el escenario en una isla del Golfo Pérsico.
Cada país asiático está pagando entre 30.000.000 y 40.000.000 de euros a CVC, la empresa que explota los derechos comerciales de la Fórmula 1 y que es manejada por el inglés Bernie Ecclestone. En general, esas naciones quieren promocionarse mundialmente en cuanto a imagen y turismo y entienden que ese monto es una inversión. En cambio, a Europa, afectada por una larga crisis económica que para algunos es el comienzo de su ocaso, se le exige menos dinero y aun así tiene problemas para reunirlo. Por ejemplo, el canon para el Gran Premio de España es de unos 25.000.000 de euros, de los cuales Cataluña aporta 15.000.000, considerando que en la región la competencia tiene un impacto económico de 188.000.000. Lo cual no quita que el espectáculo en sí mismo dé perdidas: en 2014 lo presenciaron 91.480 espectadores que abonaron ingresos de entre 130 y 495 euros, pero semejantes cifras no alcanzaron. "El autódromo es rentable todo el año, salvo en el fin de semana del Gran Premio", apuntó el ex piloto español Salvador Servià. La continuidad de Montmeló al cabo de un cuarto de siglo de organizar su fecha estuvo en duda, pero recientemente firmó una extensión por tres años... cuando lo normal es hacerlo por cinco. No obstante, acaba de surgir un problema para los años venideros: la futura alcaldesa de Barcelona puso en duda el aporte de la ciudad a la carrera. "¿La prioridad es garantizar las becas comedor, con 4,5 millones de euros, o lo es destinar 4 millones a la Fórmula 1? En este contexto de emergencia, subvencionar la Fórmula 1 no es la prioridad", cuestionó Ada Colau, ganadora de la reciente elección municipal.
Otros grandes premios referentes de Europa estuvieron o están en vilo. En 2007 se esfumó San Marino, con su tradicional Imola. Poco antes, el legendario circuito británico de Silverstone, donde tuvo lugar el bautismo de la Fórmula 1 hace 65 años, pendió de un hilo, y actualmente sus cuentas están en rojo aunque venda todas las localidades. El trazado más espectacular del calendario y favorito de los pilotos, el belga Spa-Francorchamps, tiene números más abultados en el debe que en el haber y ya estuvo inactivo en 2003 y 2006. Si bien el director general de Hockenheim, Georg Seiler, garantiza al "1000%" un gran premio alemán allí para 2016, Ecclestone eludió ratificarlo. Y los rumores se ciernen sobre otro símbolo de la velocidad: Monza, que tiene contrato vigente hasta el año que viene, pero dudas más allá de ese plazo. Quizá, con una ventaja: Mercedes intentó salvar la fecha alemana en 2015, pero se ofreció tarde; Ferrari, al tanto de esta situación en el templo italiano, posee más tiempo como para reaccionar.
Varios de los pilotos principales, europeos todos, parecen haber tomado partido decididamente por su continente. "Monza es importante para el calendario, al igual que la carrera en Alemania", rescató el germano Nico Rosberg. "Nico dijo que el Gran Premio de Alemania es importante y este año ya no está... Así que quién sabe", planteó el español Fernando Alonso. El inglés Lewis Hamilton fue contundente: "Silverstone, España, Italia, Alemania... Éstos son los fundamentos de nuestro deporte", enfatizó el campeón mundial. En contraste, Ecclestone minimizó la cuestión: "No debemos preocuparnos. Todos estarán contentos".
Otro pilar europeo, Mónaco, parece a salvo. Lo suyo es el glamour, y en eso Montecarlo es inigualable. Bueno, nunca se sabe. Todo depende del poderoso promotor de la Fórmula 1. Y Bernie nunca se inquieta: "Nadie es irremplazable. Tenemos otras carreras geniales que pueden ingresar".


