Adiós al Papa Francisco, el que entendió los sueños del boxeador y levantó el cinturón de campeón
Nunca mostró afinidad con el deporte en el país, pero en su rol desde el Vaticano recibió a púgiles, participó de actividades y dio su bendición
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Ni de joven ni de grande, el sacerdote Jorge Mario Bergoglio mostró afinidad con el boxeo. Su pasión deportiva desde niño hasta el día de su muerte fue su amado San Lorenzo de Almagro y jamás vaciló en memorizar sus formaciones desde los años 40 en adelante.
Sin embargo, con el paso del tiempo y ya consagrado como Papa Francisco, en modo cálido y casi curioso recibió –sin objeción alguna– la ofrenda de todos aquellos que subieron a los ring llenos de sueños y esperanzas: el cinturón de campeón mundial.
¿Qué particularidad tiene todo esto? Francisco fue el primer Papa que alzó con sus manos un cinturón de campeón de boxeo. Un hecho inusual y políticamente incorrecto en un mundo en el que la “moralina” aún cotiza en bolsa. Su inolvidable recepción al bonaerense Sergio “Maravilla” Martínez en la plaza San Pedro, el 16 de octubre de 2013, marcó un punto de partida para la relación entre el sumo pontífice y el pugilismo. Sobre todo, con el Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Asumieron una misión a cumplir por medio de Scholas Occurrents, la organización internacional del derecho pontifico sin fines de lucro, fundada por el Papa Francisco en 2013.
Además, aprobó la relación recíproca de su institución con BoxVal (Boxeo de valores y Boxeo sin cadenas) con el fin de estimular la superación, el esfuerzo y el compromiso entre niños y jóvenes utilizando al deporte como herramienta educativa y de evolución social.
En la Argentina hubo dos líneas de acción en la villa 31 (Padre Mugica) y en certámenes internos de competencias amateurs en distintos institutos penales. Los trofeos entregados fueron bendecidos por su santidad.

En su visita a México en 2016, el Papa Francisco se reunió con los hermanos Mauricio y Héctor Sulaimán, del CMB, y les remarcó la necesidad de infundir un programa pugilístico con el objetivo de educar a los adolescentes. Supervisó cada uno de los pasos a seguir aprobando la entrega de un cinturón artístico y una copa denominada “El Olivo de la Paz” para la pelea entre el mexicano Saúl “Canelo” Álvarez y el inglés –de origen paquistaní– Amir Khan, en mayo de 2016: la competencia entre un católico y un musulmán entrelazados en un abrazo en el centro del ring.
Ese fue el mensaje de aquel match cuyo cinturón de campeón fue labrado por el artista argentino Adrián Pallarol. Curioso: su padre, el orfebre Juan Carlos Pallarol, forjó las primeras fajas mundialistas de los argentinos Pascual Pérez, Horacio Accavallo y Carlos Monzón, titulares de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) por encargo de la empresa Peñaflor.
Mauricio Sulaimán, presidente del CMB, expresó en un comunicado oficial en las últimas horas: “Lo que más destacaba el Papa Francisco era el abrazo del final entre los peleadores. Y remarcaba que, si todo en la vida fuera como en el boxeo, el mundo sería otro”.
Francisco dio su bendición a muchos campeones ilustres: los mexicanos Saúl “Canelo” Álvarez y Julio Cesar Chávez, el armenio Arthur Abraham y el norteamericano Deontay Wilder. En su viaje a Irak, en 2021, el local Riyadh Al-Azawi le ofrendó sus guantes. “Son los puños de la paz”, dijo el boxeador.
Los últimos púgiles recibidos en el Vaticano fueron los integrantes del equipo olímpico nacional que buscaban su clasificación en Italia para los Juegos Olímpicos de París 2024.
Los Papas, los púgiles y los argentinos
El italiano Eugenio Pacelli consagrado como Papa Pio XII (1939-1958) dejó algunas memorias de su práctica boxística como aficionado en su juventud.
El mendocino Nicolino Locche fue el primer boxeador argentino recibido por un Papa. Fue Paulo VI quien le dio su bendición en un encuentro de feligreses, en 1970. Carlos Monzón y su familia asistieron a un acto oficial en la Basílica de San Pedro en 1972: en esa jornada, el Papa Paulo VI no dio misa a sus devotos.
Otro santafesino, Juan Martín Coggi, fue bendecido por el Papa Juan Pablo II en Roma en 1987 tras su victoria sobre el napolitano Patrizio Oliva. El flamante campeón argentino fue acompañado por su entrenador, Santos Zacarías, y sus respectivas familias.
El mismo Juan Pablo II le recriminó enfáticamente a Muhammad Alí sus errores defensivos en las peleas con Ken Norton que vivió apasionadamente. Esto sucedió en 1982 y las fotos del memorable encuentro recorrieron el planeta en modo vertiginoso.
Hoy el mundo despide –por última vez– al Papa Francisco. Muchos suponemos que vio la pelea de Pascualito Pérez ante Dai Dower, en la cancha de su San Lorenzo del corazón, en 1957, aunque ya nadie lo podrá corroborar. El ámbito boxístico lo siente, lo admira y lo respeta. Nunca le tembló el pulso por acercar al pugilismo a sus acciones, por vincularse con su gente y por tratar de mejorarlo.
Adiós a Francisco, el Papa que no les sacó el cuerpo a los boxeadores. ¡El Papa más “boxindanga” de todos los Papas!
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