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CORDOBA.- Este River distinto, ya sin la batuta de Ramón Díaz y con más de la mitad de la formación campeona ausente, igual mantiene algunos signos vitales. Tuvo respuestas y contenidos que al final lo hicieron reconocible dentro de la cancha, donde tomó distancia de la salida traumática de un entrenador y se regaló un triunfo con su alineación B.
Renunció el Pelado -cuya sombra todavía es demasiado grande y reciente como para ignorar-, pero River no se tomó días de duelo o melancolía. Los simpatizantes lo evocan en la tribuna -más de una vez se escuchó el "oy, oy, oy, es el equipo de Ramón"-, pero el nuevo ciclo ya despunta con un Gallego que quedó atrapado por la adrenalina de la función que asumirá hoy (ver Pág. 24).
Este River que repetidamente se enorgullece por Aimar y Saviola, ayer volvió a sacar pecho con otros dos pibes formados en sus entrañas. En Damián Alvarez -debutó el mismo día que Saviola, en octubre de 1998, en Jujuy- y Ariel Franco conservó la especie del jugador atrevido, desequilibrante y goleador. La solvencia de Yepes en cruces y anticipos remitió otro punto de contacto con el conjunto exitoso.
Con otro libreto e intérpretes, y sin sobrarle nada, a River igual le sale fácil el papel de ganador. Contó con la ventaja de un rival que lo respetó más de lo debido, que quizá se fijó más en los antecedentes que en la envergadura disminuida que traía su adversario. Porque Instituto se consumió en buenas intenciones, en mucha teoría y poca práctica. Le alcanzó para jugarle de igual a igual a River, pero aún se lo nota inmaduro y vacilante en pasajes clave. En un partido con el resultado siempre abierto para cualquiera de los dos, Instituto no se animó a la victoria cuando Sarría, a dos metros de Bonano, definió tan débil que posibilitó que el arquero llegara a la pelota. Tampoco tuvo instinto para conservar el empate en el final.
Este River de emergencia no arrancó con sus auxilios bien distribuidos. Dispuso un esquema infrecuente en el medio campo, con doble pivote central entre Berizzo y Ledesma, más Franco y Alvarez abiertos sobre los costados; es decir, prescindía del clásico enganche, por más que Alvarez, por sus características naturales, tendía a cerrarse para entrar en juego. No funcionó una parte del experimento porque a la falta de ritmo de Berizzo no lo ayuda una posición de la que no conoce sus secretos. Y porque Ledesma necesita campo despejado a sus costados para quitar y descargar, como ocurrió cuando Zapata reemplazó a Berizzo y se recostó sobre la izquierda. Con el planteo inicial, River se reducía a pelotazos que Cardetti veía pasar y que alimentaban el barullo de Rambert. En una jugada se modificó la filosofía de juego y surgió el gol: salida prolija desde atrás con Sarabia, Ledesma, la proyección de Franco y el centro para la definición rasante de Alvarez.
Un penal de Trotta a Sarría, que progresivamente dejó de ser una amenaza de riesgo para River, le permitió empatar a Jiménez, en una de las pocas acciones en las que no se dedicó a protestar y discutir. Sin ser violento, el partido denunciaba la increíble permisividad de Angel Sánchez para no amonestar, además del error de cobrar off-side en un gol de Cardetti.
Cuevas entró por Rambert en el cambio más previsible del encuentro. El empate podía modificarse por algún arrebato de un Instituto cada vez más desconfiado de sus propias fuerzas, o por una fugaz asociación futbolística de River. Se dio esto último, cuando Alvarez y Franco se pusieron de acuerdo para armar una jugada impecable. Ganó el que tuvo los mejores jugadores. Ganó el River distinto, que no renuncia a parecerse a sí mismo.
CORDOBA (De nuestros enviados especiales).- Con la victoria por 2 a 1, River festejó ayer por primera vez en Córdoba ante Instituto, ya que nunca le había podido ganar de visitante. De los doce partidos que se habían disputado en esta ciudad, La Gloria se impuso en cuatro y los ocho restantes terminaron en empate.



