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De "La máscara del Zorro" a la Copa del Mundo: quién es el talento argentino de la esgrima
¿Tenemos el destino marcado? ¿Acaso existe el destino? Muchas veces se le adjudican a este situaciones que cambiaron por completo la vida de alguien, para bien o para mal. A William Shakespeare se la acredita una famosa frase: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos". En ese camino, resulta imposible no relacionar la vida de Jesús Lugones con ese lugar hacia donde la vida de una persona va dirigida. El mendocino, de 27 años, uno de los mejores esgrimistas de la Argentina, llegó a este deporte a través de dos impulsos particulares: primero, porque en 1998, a los 7 años, quedó fascinado con el papel de Antonio Banderas encarnando al héroe espadachín en La máscara del Zorro. Al mismo tiempo, su tímida personalidad encontró un aliado en este deporte derivado de los duelos: su cara podría refugiarse detrás de una máscara y además debería decidir por él mismo. El destino, parece, le había reservado a Lugones un espacio en la esgrima.
"Cuando vi El zorro lo primero que le dije a mi mamá fue: ‘¿qué es esto?’. Ella me explicó un poco en qué consistía y mi respuesta siguiente fue: ‘quiero hacerlo’". Como millones de niños, a los 7 años, Jesús jugaba y jugaba: tenis de mesa, natación y fútbol estaban entre sus actividades favoritas. Pero quedó atrapado con la espada. A su vez, mostraba un perfil introvertido. "Era muy tímido y el hecho de estar detrás de la careta me ayudaba, me sentía cubierto. Me daba libertad y dependía de mí mismo. Eso me atraía muchísimo", explica a la nacion el tirador oriundo de Guaymallén, en el marco de la Copa del Mundo que se realizó en el Cenard y en la que terminó 12°.
Trotamundos, soñador, aplicado, Lugones es hoy uno de los mejores esgrimistas de la Argentina. Su manera de llegar uno de los cinco deportes olímpicos originales escapó de lo habitual. "En nuestro país las familias de esgrima son de esgrima, es una especie de herencia. Hay muy pocos que empezaron como yo de la nada", dice. Y explica cómo le dio continuidad a su inquietud. "Comencé en la escuela de la Universidad Nacional de Cuyo. Una amiga de mi mamá lo practicaba y entonces la acompañé. Dejé el resto de los deportes y como me empezó a ir bien en cuanto a resultados, me decidí", confiesa quien es primo del atleta Guillermo Ruggeri.
La familia de Jesús está compuesta por su mamá Mónica, su papá Fabián y su hermano Fernando. La crisis de diciembre de 2001 marcó un quiebre y los golpeó de lleno: Fabián, que tenía una inmobiliaria, lo perdió todo. Había que buscar nuevos rumbos y apuntaron a Estados Unidos. "Nos fuimos cuando yo tenía 9 años. Allá me costó encontrar un club de esgrima porque en Florida hay muchos deportes al aire libre. Pero al tiempo conseguí uno y también un buen entrenador, lo que me permitió competir".
Con el transcurrir de los años Lugones entendió que no lo atrapaba la cultura estadounidense y emprendió otro desafío: volver a casa y a las tranquilas calles mendocinas. Con un detalle: lo haría solo, a los 18 años, y con la dificultad de tener a sus afectos muy lejos. Su familia se quedó en Estados Unidos, donde todavía viven. Así, una vez que terminó el colegio secundario, Jesús se tomó un avión con destino a Mendoza con la idea de estudiar licenciatura en Criminalística, una carrera que tuvo que dejar en tercer año debido a los viajes y entrenamientos intensivos. Allí, en su tierra, lo esperaba su abuelo. "Él había enviudado hace poco y yo lo quería ayudar porque estaba grande. Me quedé un año y medio, empecé a competir nuevamente a nivel nacional y me fue bien. A los seis meses ya estaba en el plantel argentino. Volví de Estados Unidos en junio de 2010, en febrero de 2011 tuve mi primer viaje a un Panamericano Juvenil en Venezuela y terminé tercero".
En sus primeros años Lugones tiró florete, pero cuando regresó a Mendoza se animó a probar con la espada. Los buenos resultados derivaron en una nueva mudanza: en Buenos Aires lo esperaba una cama en el Cenard. "Acá viví durante tres años y medio. Tenía una vida dura y sacrificada, con muchos entrenamientos, pero a la vez hermosa", dice, mientras remarca que se dedica a la esgrima a tiempo completo: "Recibo las becas del Enard y la Agencia Nacional del Deporte y un sueldo como soldado deportivo voluntario del Ejército Argentino".
En busca de perfeccionarse, en 2015, Lugones trasladó sus entrenamientos a Hungría, donde practica con los tiradores del seleccionado de ese país, una de las potencias mundiales de la esgrima. "Dentro de Europa es un país bastante accesible en lo económico, es barato. Y me abrieron las puertas desde el primer día. Ellos lo tienen como un deporte nacional y los tiradores viven de esto. Budapest es una ciudad chica, tranquila, con mucho menos caos que Buenos Aires. Lo más difícil fue aprender su lenguaje, pero le fui tomando la mano. Hablo y mezclo tanto el inglés como el húngaro", explica con una sonrisa que delata que sus padres están de visita en Buenos Aires para verlo competir.
Los buenos resultados empezaron a acumularse en el currículum de Lugones. Fue campeón panamericano en Cuba 2018 y sexto en el Mundial de Leipzig 2017. Dos logros enormes. "Fue una experiencia increíble verme dentro de los mejores del mundo en Alemania. Y el año pasado le gané esa definición a Rubén Limardo, una leyenda". En el horizonte, este año, además aparecen los Panamericanos de Lima, el Panamericano de esgrima en Toronto y el Mundial en Hungría.
Olimpia de Plata en 2017 y 2018, actualmente Lugones ocupa el 19ª lugar del ranking mundial de espada, un sitio de privilegio que, sin embargo, no le garantiza una plaza olímpica. "Sueño con clasificar a Tokio 2020, pero también entiendo que será difícil. Para Río 2016 estuve a dos duelos de lograrlo. Ahora vamos a arrancar la clasificación en mayo. El ciclo olímpico es complejo: de América entra apenas un país a nivel equipo y Estados Unidos hoy está sexto en el ranking. Y los puestos individuales también son bravos porque Venezuela tiene a Limardo, que ganó la medalla de oro en Londres 2012. Hay posibilidades, también está el Preolímpico, pero para clasificar tengo que ganarlo sí o sí".
Con la timidez como un recuerdo del pasado y una sonrisa que se le dibuja cuando rememora a El Zorro, Lugones piensa, gesticula, explica. Se enfoca en su cabeza. En la esgrima, la parte táctica es tan importante como la física, a tal punto que resulta ser el único deporte de combate sin divisiones de peso. "A este nivel tácticamente y técnicamente somos casi todos iguales. Lo que marca la diferencia en el día del torneo es cómo está tu cabeza con respecto al resto. Hay que pensar muchísimo y siempre se dan resultados cambiantes. La clave es estar fuerte mentalmente. Es un deporte como el ajedrez: se mueven piezas constantemente", asegura. Y vaya si sabe Lugones qué es eso de moverse y desafiar al destino.
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