El miedo le ganó a la pasión
Los intentos de varios dirigentes de River para no jugar con Chacarita en San Martín fracasaron. En la semana, hablaron tanto de inseguridad y pronosticaron tantos incidentes que muy pocos hinchas millonarios fueron a la cancha. Sólo 3262 simpatizantes de River vieron el partido -les habían dado 12.000 entradas-, demasiado poco para un club tan grande, que hasta el viernes compartía la vanguardia con Boca. El miedo surtió efecto.
Quizá, cuando hablaron de inseguridad se olvidaron de que hace una semana, cuando River jugó con San Lorenzo, hubo serios incidentes en las puertas del Monumental, sin contar lo que pasó en las adyacencias. Quizá se les pasó por alto que en el estadio José Amalfitani -escenario propuesto por River para este partido- hubo hechos de violencia tras el encuentro entre Vélez y River, por la Copa Mercosur, el 21 del mes último. Es decir, problemas puede haber en cualquier lado si las hinchadas se lo proponen y si las medidas de seguridad son deficientes. Quizá, también, la inseguridad haya sido una excusa para sacar réditos deportivos, algo que River no necesita por su potencial.
Se supo, por ejemplo, que los dirigentes de San Martín habrían recibido una oferta de dinero para jugar en Vélez; también, que River habría hecho cargo de los gastos de seguridad si el choque hubiera sido en Liniers. "No hubo ningún intento de la comisión directiva; sólo fueron pensamientos y acciones individuales de algunos dirigentes", aclaró el vicepresidente, Alfredo Davicce.
"En la cancha de Chacarita nunca hubo muertos; no nos olvidemos de que en 1968, en River, que dicen que es el estadio más seguro, murieron 74 personas, en la puerta 12", señaló el vicepresidente de Chacarita, Armando Capriotti.
Hubo dos heridos leves. Uno, por caerse en la popular local, con un corte en la frente; otro, un chofer de un micro que llevaba hinchas de River, con cortes en el rostro por el estallido de un parabrisas, cerca de la estación de San Martín, a nueve cuadras de la cancha. El operativo estuvo a cargo de 600 policías dirigidos por el comisario Guillermo Ruselbelt; un helicóptero; carros de asalto; infantería... Cuando llegó River, custodiado por cinco móviles policiales, más seis hombres de la seguridad privada del club, un hincha de Chacarita gritó entre risas: "Che, esto es San Martín, no Kosovo". Fue una manera de descomprimir tanta tensión.
Había mucha presión en el ambiente. La postura de River había alterado hasta la indignación a la gente de Chacarita. El comisario inspector Julián Lauippa le comunicaba, vía celular, todo lo que pasaba en el estadio al secretario de Seguridad Interior, Enrique Mathov; Javier Castrilli, flamante titular de la Secretaría de Seguridad en el deporte bonaerense, vio el partido junto con sus colaboradores, mientras los encargados del operativo le daban detalles de los acontecimientos.
La incursión a caballo de un obeso hincha local en el estacionamiento, enarbolando una bandera de Chacarita, cuando casi no había nadie en los alrededores, alteró a los agentes, pero para bien; en vez de los nervios que tuvieron durante toda la tarde, prefirieron sonreír. La gente de River sufrió la derrota después de muchos éxitos; la de Chacarita tuvo su gran fiesta. Todo esto se dio en San Martín, el lugar donde iba a haber una batalla, el lugar en el que casi nada pasó, porque las cosas se hicieron bien.
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