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Maestro del periodismo, Gay Talese está enojado con el periodismo de estas épocas. En una reciente entrevista con una periodista del diario chileno El Mercurio, el escritor estadounidense que el 7 de febrero cumplirá 87 años consideró que "los periodistas de hoy no ven" y que "quieren estar con las estrellas, con los líderes políticos, con los banqueros, con los personajes deportivos, pero no pasan el tiempo con la gente común y corriente". "El periodismo hoy es «yo, yo, yo»", afirma.
Autor de maravillosos libros y crónicas que han servido como guía a miles de periodistas, Talese quizá lleve estas situaciones del periodismo a un extremo, aunque no le falta razón en la raíz de sus argumentos. Los periodistas tendemos a mostrar la gran escena y muchas veces olvidamos o no vemos lo que está por debajo, que suele ser tan importante como lo otro o más. Es verdad que el contexto en el cual trabajamos –el vértigo cada vez mayor, la concentración de noticias, las distintas crisis, el factor de lo que vende y lo que no– no nos permite ir más allá, pero también es cierto que no lo intentamos como deberíamos.
El rugby, como cualquier otro deporte, tiene decenas de personas que le dan vida desde el anonimato. Lo que perdura en el rugby es que no malogra sus tradiciones. Llegó el superprofesionalismo, se abre cada vez más el horizonte de las competencias, pero el valor del tercer tiempo, por ejemplo, sigue siendo algo que nadie, al menos en la Argentina, se animaría siquiera a discutir. Como tampoco a una ceremonia no tan difundida y quizá no tan conocida fuera del rugby, el almuerzo previo a cada partido de los sábados entre los veteranos y dirigentes de los clubes que luego van a enfrentarse con sus primeras divisiones a las 15.30.
A esa tradición, que refuerza los necesarios vínculos de camaradería, en varios clubes se le encontró otra vuelta de tuerca para que los sábados de partido se estiren lo más posible. En CUBA, por ejemplo, un grupo de amigos dio vida al "Rincón del Ex". Armó detrás del quincho nuevo en Villa de Mayo, al lado de la cancha que hoy se denomina "Bernie Miguens", una parrilla para que se acerque todo aquel que alguna vez ha tocado una pelota ovalada. "El espíritu del Rincón es generar un lugar para los exjugadores que van al club pero que si no están entrenándose, no son parte del plantel ni de las juveniles, no tienen mucho lugar a donde ir, porque al tercer tiempo no van; les queda solamente el bar, pero allí no encuentran la calidez que tratamos de darle al Rincón, la de juntarse con gente con la que uno jugó", resume Marcos Ortiz de Rosas, uno de los impulsores y creadores del Rincón junto a, entre otros, Raúl Taquini, los hermanos De la Arena, Martín Smith y "Negro" Travers. "Lo bueno también es que los chicos, los juveniles, los de la menores de 19, están agarrándole la onda a juntarse a prender el fuego, tirar carne y compartir un momento más allá del partido o del tercer tiempo", agrega Ortiz de Rosas.
No se trata de abrumar con aquello de los valores del rugby, porque no hay que perder de vista que algunos de sus cultores siguen protagonizando casos de abusos físicos y de alcohol. Lo que se intenta es mostrar con estos encuentros de confraternidad previos a los partidos es que, como el que pinta la cancha y pone los postes, los que organizan los micros de los chicos para ir a jugar el fin de semana, los que arman el tercer tiempo y tantos cientos de voluntarios, el rugby se construye desde distintos ángulos que no ocupan la gran escena. Con toda esa gente común que continúa describiéndonos con maestría, aun enojado, Gay Talese.




