El rugby argentino y una encrucijada en la que sólo puede perder
¿Acaso la UAR no quiere contar con los mejores jugadores en su seleccionado? De ninguna manera. ¿Entonces por qué la prohibición a los "europeos"? Esa es una respuesta más difícil de dar.
Si la Unión pretende obtener el mejor contrato con un sponsor a la hora de vender su producto (los Pumas) antes de un Mundial, no encontrará mejor imagen que Juan Imhoff. Lo mismo le pasará a los dueños de los derechos de TV para vender sus publicidades. Y acá no cuenta si es el mejor wing argentino o si hay alguno de los Jaguares que lo supere. No sólo es muy bueno. Es la cara más conocida, el hombre try para las mayorías. Y seguirá siéndolo incluso en sus rachas malas. Para aquellos que no pertenecen al ambiente del rugby, Imhoff es el Puma más conocido, aunque no sea convocado. Y eso es porque ya no está Juan Martín Hernández, retirado, que cubría ese espacio hasta el año pasado.
Sin embargo, Imhoff no puede jugar en la selección. La razón, dura y contundente, la explicó una investigación de Esportif, una empresa de managment que publicó hace pocos días la lista de los 10 rugbiers que más dinero ganan en el mundo.
En el top ten hay tan sólo un jugador argentino, Nicolás Sánchez, que se alejó de los Jaguares hace unos meses. Nadie quiere ventilar intimidades o meterse en el bolsillo de la gente. Pero esto es el profesionalismo. El apertura de Stade Français cobra bastante más del doble que el mejor salario del equipo argentino del Super Rugby.
La UAR está dando sus primeros pasos en este mundo. Y la realidad muestra que no puede generar suficiente dinero para retener a todos. Y cada día que pasa, la situación parece ser peor. Por eso no están Imhoff, Juan Figallo, Facundo Isa, Santiago Cordero, Ramiro Herrera o Mariano Galarza, entre otros tantos.
La selección es el enlace sentimental para seducir a nuestras estrellas del rugby mundial, que se quedan a jugar en la franquicia argentina por menos dinero del que podrían conseguir en el exterior. Si se van, no juegan.
Mario Ledesma hizo ver que la diferencia de jerarquía en puestos clave es enorme. Por eso comenzaron las excepciones (se citó a Figallo, Facundo Bosch, Herrera, Galarza y Cortes). Pero eso no hizo más que encender ilusiones en los "extranjeros" y aumentar la confusión entre los fanáticos. La UAR tuvo que recalcular y apretar un poco más el grifo para detener el goteo.
Entonces, otra pregunta surge natural: ¿nunca debimos aceptar el profesionalismo? Los más conservadores dirán que sí. Pero eso hubiera significado excluir definitivamente al rugby argentino del concierto mundial. La evolución era inevitable. Había que dar el paso y se sabía que esto podía pasar.
Cualquier decisión que tome la UAR generará conflictos. Si permite jugar a los europeos, debilitará sus futuros equipos, porque más jugadores querrán irse a Europa en busca de mejores sueldos. Si se los impide, se perderá competitividad interna, no se obtendrán buenos resultados y, por si eso no fuera suficiente, el público estará disconforme.
¿Hay solución? Es necesario encontrarla. Como siempre, la clave está en la base de jugadores, ampliar el número de rugbiers de jerarquía dentro del sistema de la UAR. Hoy por hoy, crear una segunda franquicia en el Super Rugby es una utopía. Podría ser una solución en el futuro. Los caminos intermedios son un combinado argentino similar a Pampas XV, que participará este año en la Currie Cup, y un equipo de la novedosa Liga Sudamericana, que se jugará desde 2020 (aún no está definido ni el formato ni la cantidad de participantes).
Mientras tanto, en el año del Mundial, la UAR está ante una encrucijada y conoce el final de los dos caminos. Y en ambos le toca perder.
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