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A River se le escapa Boca mientras Gallardo se enreda con la formación y los cambios
El técnico se inclinó por demasiados suplentes; sacó a De la Cruz en el mejor momento y el equipo pasó de un 2-0 a ver cómo Atlético Tucuman le empataba y casi le gana
Hasta a un director técnico que suele tener ideas claras y lecturas inteligentes se le pueden quemar los papeles y confundirse, extraviarse en sus innovaciones. A Marcelo Gallardo le cuesta dar en la tecla en los torneos locales, su River desaprovecha oportunidades, deja escapar puntos que luego le cuestan el título que está faltando en el palmarés del entrenador. No hay dudas sobre el estilo o las convicciones futbolísticas del equipo, pero sí sobre la elección de los intérpretes y la ponderación de los momentos.
A River le costó en el primer tiempo, ejerció un dominio sin profundidad. Tuvo 20 minutos intensos en el segundo, se lo llevó por delante a Atlético Tucumán . Hizo dos goles en cuatro minutos, parecía que iba a golear, pero el equipo de Zielinsky se lo empató en un pestañeo y al final hasta lo pudo ganar. En medio de toda esa montaña rusa, Gallardo intervino con cambios que, lejos de mejorar la producción, frenaron a River y lo sumieron en una desorientación de la que ya no volvería a salir. Demasiadas oscilaciones y giros imprevistos en un equipo que debería aspirar a ser campeón. ¿Tantas son las ganas que tiene Gallardo de dar la vuelta olímpica que hace unos meses disfrutó Boca? ¿O sus desvelos van sólo detrás de las competencias que por delante llevan la palabra copa, sea Libertadores o Argentina, como en otro momento lo fueron Sudamerica o Recopa Sudamericana?
Tres empates consecutivos ante rivales (Argentinos, Tigre y Atlético) que tienen prioridades más modestas ponen a River en uno de sus recurrentes baches en la competencia doméstica, la que mide la regularidad y la capacidad de evitar fallos en momentos inadecuados. A River le volvió la ciclotimia que ya lo condicionó en torneos anteriores. Hay tramos en los que se engancha y, cuando parece que va muy en serio, patina y cae a la banquina. Se enciende y se apaga. No es confiable, no ofrece muchas garantías.
Lo que ayer orquestó Gallardo se presta al debate, tanto en la planificación como en la administración de los 90 minutos. ¿Había necesidad de preservar a casi todos los titulares, cuando el último partido había sido ocho días atrás? ¿No alcanzan con 72 horas de descanso para enfrentar el miércoles a Atlanta (primera B) por los cuartos de final de la Copa Argentina, si luego tendrá otros seis días para preparar la semifinal ante Lanús por la Libertadores?
Por su excesivo intervencionismo, a Gallardo pareció haberle dado un ataque de técnico. Le dio otra oportunidad a Barboza, que lejos está de ser el zaguero imponente que era en Defensa y Justicia. Se lo ve sobrepasado, mal con la pelota y con errores de ubicación. Falló groseramente en un despeje en la acción que precedió al gol del astuto "Pulguita" Rodríguez y terminó habilitando a Blanco en el empate tucuamano.
La inclusión del colombiano Borré no disimula la falta de delanteros con gol. Demasiado liviano y sin filo en el área, el ex Villarreal no justifica la inversión de tres millones de dólares. Sólo pudo definir cuando entre De la Cruz y Auzqui lo dejaron solo frente al arco.
Es cierto que esta formación alternativa había cumplido en la primera etapa con el plan de controlar la pelota y llevar la iniciativa. Pero en el área se diluía, no había pólvora, por más que Rossi estuviera certero en el quite, y entre Palacios, De la Cruz y Rojas se estableciera un circuito de pases y desmarques.
En el banco descansaban los caciques, los generales que guardaban armas para las grandes batallas. Aun con poca llegada, Gallardo le dio un voto de confianza a su peculiar formación en la segunda etapa. Y le llegaron buenas respuestas, con un De la Cruz más activo e iluminado para filtrar pases. Con las proyecciones de los laterales, como ocurrió con el primer gol, tras el centro rasante de Moreira y la definición de Casco por el otro sector.
El experimento empezaba a funcionar, tomaba confianza, acumulaba el rodaje que necesita todo aquello que se echa a andar. El cuerpo técnico considera desde su incorporación que el juvenil De la Cruz todavía no está para los 90 minutos de fajina que exige el fútbol argentino, que aún no completó la adaptación desde otro tipo de competencia, como la uruguaya. Lo ven para una determinada cantidad de minutos, y ayer lo sacaron cuando mejor estaba, cuando Atlético no lo podía controlar.
No parece casualidad que la remontada de Atlético coincidiera con las variantes. Por el mejor De la Cruz entró Pity Martínez y Nacho Fernández ocupó una extraña posición de centro-atacante retrasado por Borré.
No hay discusión sobre las aptitudes de los titulares que ingresaron, pero les costó acomodarse y entrar en un partido que Atlético empezó a encontrar con los cambios ofensivos de Zielinsky, con las vertiginosas incursiones de Barbona por la derecha y con la sapiencia de la Pulguita Rodríguez para decidir en los últimos 30 metros.
El desarrollo exponía a Gallardo, que quedaba dando palazos de ciego. Cuando se disponía hacer ingresar a Ponzio para atajar el desbande en el que había caído el equipo, la igualdad lo obligó a mandar a la cancha a Scocco. Todo muy forzado, un parche tras otro sin que el entrenador pudiera tapar un agujero por el que se le fueron otros dos puntos y empieza a ver cómo se le escapa Boca.
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