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Basta de récords: ahora, Lionel Messi sólo quiere conquistar la Champions League
Lo que nunca se permite el genio es descansar. Sentirse cómodo con lo que sabe y hasta ese momento le ha dado éxito. No acepta el aburrimiento, menos la frustración. Entonces, reacciona. Explota. Como hizo Lionel Messi hace unos días, que revolvió las tripas de Barcelona porque advirtió que el manso rebaño desfilaba hacia la guillotina. Se enfureció porque todos los actores complementarios ponían en peligro su ambición. Messi persigue obsesivamente más gloria. Lo desvela alzar la Champions League, íntimamente siente que ganó pocas. Pero... son cuatro. Pocas. Está en su naturaleza genial. El desafío es su combustible. Nada más amenazante que un genio enojado.
Messi buscó responsables, repartió culpas tras perder el jueves pasado ante Osasuna. En el último minuto, en el Camp Nou, casi una afrenta. Disparó contra la conducción del club, en pie de conflicto desde hace meses. Le apuntó al entrenador ‘Quique’ Setién, ya con indisimulables diferencias futbolísticas. Y también señaló a sus compañeros, acusándolos de holgazanes sin amor propio. Con otros términos que no pudieron disimular su bronca.
¿Qué hizo después de las palabras? Jugó. Ofreció un concierto, otro, en el 5-0 contra el impávido Alavés, víctima de su furia. Masticando bronca cerró la Liga española, pero con esa rebeldía maradoneana para marcar el camino. Nadie tiene sus recursos, pero Messi se encargó de recordarles a todos que pueden, y deben, esforzarse.
Convirtió dos goles, sirvió otra asistencia y estableció nuevos récords en los que ya convendrá detenerse. Antes que el jugador, el líder. Por si a alguno de sus futbolistas no les había quedado claro, ayer volvió a clavar el puñal en la herida. No fueron elogios, se trató un temerario recordatorio: "El equipo respondió de otra manera con respecto a la actitud y el compromiso. Creo que lo principal fue hicimos la autocrítica puertas adentro, como tiene que ser. Nos dimos cuenta de un montón de cosas, y dimos un paso adelante. Después te pueden salir las cosas bien o no, pero ningún equipo nos puede ganar en las ganas, tenemos que salir con las mismas o más que cualquiera. Y el juego va a salir como consecuencia de eso. Es un momento importante para nosotros porque nos vamos a jugar cosas importantes", subrayó. Terminó la Liga que Messi siente que le regalaron a Real Madrid, y ahora le queda la bala de plata: la revancha contra Napoli, por los octavos de final de la Champions League, el 8 de agosto, como local, con la serie igualada 1-1.
¿Y si falla? ¿Y si sale mal? ¿Y si no supera a Napoli? ¿O lo elimina Real Madrid o Pep Guardiola en las semifinales? ¿O si cae en la final? El listón está tan alto que será consagración o disgusto. Y destierro para Setién. Y habrá que reconfigurar el mapa en el mercado de pases para darle paz y estímulo a Messi que, por cierto, tiene congeladas las negociaciones de su renovación contractual. Y no las activará hasta conocer certezas de ese futuro. A los 33 años, Messi no quiere jugar por récords, sino por campeonatos de los grandes. Únicamente en 2007 y en 2014, el rosarino no alzó ningún trofeo con Barcelona. El año pasado, la Liga ya tuvo sabor a poco tras caer en la final de la Copa del Rey y el descalabro en Anfield Road. Esta temporada será a quemarropas, apretada en pocas semanas de agosto. Si no caza la quinta Champions, sueltan que Messi será muy exigente en la reingeniería del ciclo 2020/21. No tolerará el sopor.
Messi impide la exageración, una debilidad del periodismo deportivo. Porque él es una exageración. Completó la liga con cifras fascinantes. Si preguntan por vigencia... Con 25 tantos, terminó al tope de la tabla de goleadores. Y lo logró por séptima vez en su carrera, para desplazar a Telmo Zarra –héroe de Athletic Bilbao en los años 40 y 50– y quedarse con la plusmarca. Las anteriores habían sido en 2010, 2012, 2013, 2017, 2018 y 2019. Sí, las últimas cuatro, consecutivas.
Llevaba casi 70 años de vigencia la fantástica cosecha de Zarra... "Es verdad que conseguir siete Pichichi podría ser una marca muy significativa, pero me hubiese gustado que sea acompañada del título en la Liga, como fue en otras ocasiones. Siempre digo que los objetivos y los premios individuales son secundarios", aclaró. Volvió a mostrar los colmillos. Ese es su apetito.
Y si preguntan por versatilidad... Alcanzó las 21 asistencias en el cierre del certamen, otra cifra sin antecedentes, desplazando de la cima a Xavi (20, en 2008/09). Sí, 46 de las 86 conquistas del conjunto catalán en la Liga llevan su rúbrica. Más de la mitad en una campaña que a él lo ha dejado desilusionado. Asiste y convierte, un reflejo de un cambio de estilo en los últimos tiempos, titiritero y killer. Pólvora y cerebro. Su paleta reconoce todos los colores, pero también refleja que sus cualidades deben potenciarse para maquillar los déficits colectivos.
La tensión no desaparecerá de Cataluña, más allá de discursos componedores –o distraídos– de ‘Quique’ Setién y el presidente Bartomeu. La prensa culé ya activo el ulular de sus sirenas mencionando el potencial desembarco en el banquillo del holandés Patrick Kluivert, jugador de Barcelona entre 1998 y 2004, que por estos días se desempeña como director del fútbol base catalán. Pero, especialmente, dicen, dispondría del mejor salvoconducto: el guiño del vestuario. Esta historia traerá más capítulos.
Arde la actualidad. "Necesitábamos un poquito de tranquilidad y limpiar la cabeza para volver con más ganas que nunca. Ya dijimos todo lo que había que decir, ya hicimos nuestra autocrítica y ahora hay que estabilizarnos y dar lo mejor. No hay nada más que hablar, sino demostrar que dimos el cambio", arengó ayer el capitán. Volvió a tomar la palabra y nuevamente no fue casual. Nadie ha establecido en este siglo una relación tan estrecha con el gol como Messi. Él ilumina rincones desconocidos del fútbol. Pero a los 33 años, reclama rentabilidad. Ya no quiere récords vacíos de gloria. Está enojado, una condición que lo vuelve más peligroso.
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