El relato de Almirón no tiene ni una grieta
Conviene observar a aquellos que gestionan la adversidad, que es de quienes verdaderamente se aprende. El fútbol está concebido así: tiene que haber o una gran alegría o una gran tristeza… y el que cae en desgracia es olvidado después del desprestigio exprés. Injustamente, desde la crítica sobre-observamos a los victoriosos, y quienes merecen ser analizados son aquellos que tramitan la desventura. Jorge Almirón creció en la derrota, porque hasta hace unas horas no había ganado nada de nada en su carrera como entrenador. Pero el fracaso no lo pervirtió. Siguió creyendo en los mismos pilares con los que sólo había cosechado destrato.
Almirón fue un conductor sincero con la propuesta y coherente con la ejecución. Nunca se apartó de la línea. En los Dorados de Sinaloa, en los Tiburones Rojos de Veracruz, en Correcaminos, en Tijuana, en Defensa y Justicia, en Godoy Cruz… y en Independiente. No lo comprendieron, no lo esperaron…, lo ofendieron. Pero no se distrajo, no se contaminó. ¿Alguien le escuchó algún mensaje revanchista? Lanús fue leal a los enunciados y el entrenador, generoso para correrse y destacar el legado de los mellizos Barros Schelotto. Quizá nunca lo comente públicamente, pero interiormente Almirón cree que no ha tenido una gran incidencia en la coronación de Lanús. Tantas derrotas le agudizaron el sentido de la discreción.
Todos los entrenadores saben que finalmente pierden; hoy, dentro de un año o ayer. Siempre. Almirón recorrió el camino contrario: se afirmó en sus convicciones para sobrellevar injusticias. La misma mano enclenque de ayer es la que ha construido un Lanús de excepción. Ahora será ductilidad lo que antes fue debilidad. Ahora Almirón tendrá que cuidarse del mensaje de admiración. Bienvenido al mundo de los ganadores, la cara más dañina del fútbol.
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