En la cancha de Huracán, el naufragio de River hizo mucho más ruido que la amenaza de bomba
Nada mejor para una tarde que empezó con amenaza de bomba que no haya habido nada ni parecido a un estallido. Nada peor para una noche de fútbol que no exista ni un amago de explosión, que un partido pase de largo sin más historia que la alegría circunstancial del que gana y la desazón del que se va sin nada.
Huracán y River vivieron una tarde-noche extraña, que empezó muy demorada y no logró quitarse de encima la pereza cuando la pelota por fin comenzó a rodar. ¿Puede servir de coartada la espera superior a lo habitual? Quizás. Pero ahí se acaban las excusas. Porque ya no sirve hablar de pretemporadas exigentes que endurecen los músculos, ya que ahora se trabaja con balón desde el primer día y ya no son tan duras como antaño. Y sobre todo en este caso, porque ni uno ni otro presentaron grandes diferencias respecto a los equipos que despidieron 2017. Solo Israel Damonte y Ricardo Noir fueron rostros nuevos por el lado del Globo, absolutamente nadie en la vereda de enfrente hasta que Lucas Pratto concretó su retorno al fútbol argentino en el minuto 66.
Entonces, ¿cómo explicar un encuentro tan chato, con semejante nivel de deficiencias con la pelota, con fallos demasiados reiterados en los cálculos de tiempo y distancia, con errores conceptuales infantiles como el cometido por la defensa millonaria en la acción que acabó en el penal que convirtió Pussetto?
“Los jugadores no son máquinas”, suelen repetir los técnicos para explicar algunas poco explicables bajadas de tensión de sus dirigidos. Y tienen razón, pero aun así resulta difícil de aplicar al apagón sufrido por River en el Ducó.
Nada puede haber más grave que un medio campo se ausente sin aviso, y el del equipo de Gallardo faltó a la cita durante prácticamente los 90 minutos. Peleado desde el principio con el mal estado de la cancha Enzo Pérez, sin ritmo ni desborde Nacho Fernández e ineficiente Ponzio para dar la primera puntada, al conjunto de Núñez le quedó apenas la movilidad carente de potencia del Pity Martínez, Scocco y Santos Borré para incomodar arriba, y de esa manera fue tirando por la borda cualquier atisbo de peligrosidad en las cercanías del arco de enfrente.
Las carencias del local
Lo de Huracán fue incluso peor, porque ni siquiera manifestó intención alguna de producir juego a partir de la pelota. Al equipo de Alfaro le costó una enormidad encontrar un circuito de fútbol que funcionase, y de hecho su primer remate al arco significó el 1-0 en una jugada nacida de un pelotazo de 60 metros de Marcos Díaz, pésimamente defendida por Martínez Quarta y Montiel.
El local basó todo en el esfuerzo y la pierna fuerte, incluso por encima de su propio desorden. El defensivo, que no lograron disimular el despliegue y los gritos de Damonte, el más lúcido dentro de la medianía general, y el de elaboración, que directamente hizo mutis por el foro, a pesar de las ganas de Pussetto y Briasco.
Ante la renuncia al juego de Huracán toda la responsabilidad recayó sobre las espaldas de River, y es en ese punto donde Gallardo se llevará las mayores preocupaciones de Parque Patricios. Porque la defensa se equivocó demasiado y nunca aportó claridad en la salida (es realmente llamativa la mala relación de Pinola con la pelota) y faltaron respuestas individuales y colectivas para revertir la historia.
Duele perder de esta manera porque no lo merecíamos. Estoy convencido de que vamos a ir creciendo
El Muñeco no tiene demasiada fortuna contra el Globo desde que es técnico millonario (un único triunfo y tres derrotas con la de ayer), y sus jugadores no le ayudaron nada para cambiarla. El amague de funcionamiento que el equipo había presentado en el clásico estival ante Boca naufragó de manera estruendosa. Salvo en algunos pasajes del segundo tiempo en los que se hizo punzante Saracchi, faltó coordinación en la subida de los laterales. No hubo llegadas claras de los volantes y apenas un par de cambios de posición entre Scocco y Borré en el arranque asustaron al rápido y seguro Marcos Díaz, que respondió a la perfección ante los dos delanteros, una vez en cada tiempo.
Cuando ya era demasiado evidente que no iba a haber solución desde lo colectivo, Gallardo echó mano de la pólvora que tenía sentada en el banco. Entró Pratto y trató de conectar con los volantes tirándose atrás para después aparecer libre en el área, pero no encontró nadie con quien dialogar. Reapareció de su larga ausencia Rodrigo Mora, que apenas si entró en contacto de la pelota.
Por entonces, Huracán ya hacía un rato largo que se había apretado contra su arco, apelando a la resistencia por encima de cualquier otro concepto futbolístico. Y River, en su confusión, nunca supo encontrar los caminos para arrimarse aunque sea a un empate que, vale decirlo, no hubiera estado del todo mal, ya que en definitiva ni uno ni otro hizo demasiados méritos para llevarse tres puntos.
En una tarde-noche extraña, con una bomba que jamás existió en la previa, Huracán y River estiraron la habitual pereza estival en 90 minutos más parecidos a un amistoso de verano que a un partido de la marketinera Superliga. Es lo que ocurre cuando el fútbol nunca termina de explotar...
El gol de Pussetto
#TNTSports | Pussetto cambió por gol el penal sancionado por Delfino. ¡Mirá el 1-0 de #Huracán! pic.twitter.com/GnDBcawwoS&— TNT Sports LA (@TNTSportsLA) 29 de enero de 2018
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