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La grandeza de San Lorenzo no puede quedar opacada por nada ni por nadie. Aun cuando el esfuerzo manifiesto de Ricardo Caruso Lombardi por ocupar un lugar de privilegio en toda esta historia llegue a lugares inusitados. Nada parece suficiente en ese universo de egos en el que suele sentirse cómodo el DT del Ciclón. Necesitó hablar de él cuando la alegría debía ser de sus muchachos. No pudo quedarse con los elogios que se le podían atribuir por su buena lectura de la serie ante Instituto, por su capacidad para explotar jugadores que otros no logran exprimir, por conseguir la permanencia.
Se desesperó por decir que él fue una pieza determinante en esta historia. Fiel a un estilo grotesco que despierta vergüenza ajena. Como cuando levantó a Franco Robledo, un juvenil del club que actúa de alcanzapelotas y que fue enviado por el cuerpo técnico a saludar a los rivales creyendo que podía transmitirles mala suerte. Y finalizó la conferencia de prensa haciendo publicidad de la marca de la ropa con la que se viste...
Caruso fue consecuente con su historia, que está cargada de histrionismo, chicanas que hieren el buen gusto y un revanchismo innecesario. En un momento de alivio y celebración, el técnico del conjunto de Boedo quiso ser el centro de la escena. "Este partido, con otro técnico que no conoce a Instituto, San Lorenzo lo perdía 4 a 0."
Vivió el juego con la intensidad de siempre. Lo planificó con la misión de defenderse y después sostuvo su idea al explicar que era necesario hacerlo para no dejar crecer a Instituto. Le dio resultado. Fue el Caruso Lombardi más interesante, el que habló de fútbol. Durante dos minutos, en una sola respuesta, fue el entrenador que demuestra que sabe de qué se trata esta historia. Pero la niebla que él mismo despliega tapa todo lo bueno. Prefiere salir corriendo a celebrar con los jugadores y se suma a los festejos como si él fuese uno más. Se hace difuso todo cuando en medio de la cancha canta "¡La Promoción, la Promoción, se va a la p..!". Y se vuelve triste el relato cuando permanece en el campo hasta que salga el último jugador, en una evidente espera de una ovación del público... que nunca llegó.
Disfónico y con una sonrisa enorme recibió los agradecimientos de los hinchas que se adueñaron del lugar. Presumido y vanidoso, no tuvo límites: "Hice bingo, porque logré el ascenso con Quilmes con un equipo que armé yo y a San Lorenzo lo salvé del descenso. Hicimos un trabajo serio y es una lástima que no ganamos hoy para lograr el 60% de los puntos en juego. Quiero que alguna vez saquen cuentas de cuántos partidos pierden mis equipos por año".
Tuvo todo lo circense que suele ofrecer el DT de San Lorenzo cuando tiene un micrófono adelante. Como aquella pelea televisada con Fabián García, el ayudante de Leonardo Madelón, el técnico que fue reemplazado por Caruso Lombardi. Lejos de la mesura, no midió ninguna de sus actitudes para llamar la atención y pedir que lo ubiquen como el gran protagonista del día: "A todos mis jugadores les regalo un LCD y a los que me querían ver muerto les regalo un LTA y que lo disfruten mucho".
San Lorenzo no necesita vulgaridad. Debe estar más allá de una campaña o una serie por la Promoción. Más allá de Caruso Lombardi.
Hernán Franco, hermano y ayudante de campo del DT de Instituto, Darío Franco, criticó en su cuenta de Twitter al árbitro Pablo Lunati luego del empate 1-1 con San Lorenzo. "A Lunati le faltó ir a preguntarle a Abdo (presidente de San Lorenzo) si podía cobrar el gol de Lagos (Diego). Así es el fútbol y el arbitraje argentino. Lamentable".


