Esperando que Messi nos saque a bailar
MOSCÚ.– Cuando en la vieja Unión Soviética surgían noticias que obligaban a endurecer el bloqueo informativo, la TV no usaba al fútbol como pantalla. Elegía el ballet. El Lago de los Cisnes, por ejemplo, monopolizó la TV estatal durante el intento de golpe de estado de 1991. Fueron los tres días del 19 al 21 de agosto en los que la línea dura del Partido Comunista y la KGB derrocaron por un instante a Mijail Gorbachov para "restaurar el honor y la dignidad del hombre soviético". Fue también el momento cumbre de Boris Yeltsin, el ex PC que subió al tanque para resistir a los golpistas, mientras la multitud lo defendía formando barricadas en las calles, incluido el director de orquesta Mstislav Rostropovich, con un fusil automático en sus manos. "En 1991 yo tenía doce años y todos sabíamos que cuando en la televisión pasaban ballet, era porque alguien había muerto", me dice Alexander, vecino de Taganska, mi barrio en Moscú. Lo que Alexander no podía imaginarse era que en aquellos días de agosto la que moría definitivamente era la vieja URSS.
Lo que no morirá jamás es el ballet. Desde los tiempos en los que la aristocracia rusa tenía a Francia como gran referencia y solo hablaba en ruso cuando ordenaba a la servidumbre. Hasta su sobrevida tras la revolución bolchevique, su debacle en los ’90 en tiempos de capitalismo chacal y su renacer de los últimos años, como se vio en el inicio de la ceremonia de apertura del jueves pasado en el Estadio Luzhniki, ya tiempos de Vladimir Putin. "Nuestra cultura, el ballet, la literatura rusa, son nuestro patrimonio, están mucho más allá de cualquier grieta, como dirían ustedes", me dice otro amigo ruso que conoce y mucho la Argentina. Se enoja si describimos a los rusos como fríos. "Cuando saludamos decimos simplemente ‘hola’, porque si también dijéramos ‘cómo estás’ no sería por un formalismo, sino para sentarnos y para que me digas realmente cómo estás". Mañana, cuando enfrente a Egipto, Rusia podrá mostrar cuan cierto o engañoso fue su aplastante 5-0 del debut ante Arabia Saudita. El partido ante Egipto ayudará a saber cómo están los rusos con el Mundial. Si también su selección, de la que aún hoy siguen siendo escépticos, rompe "grietas".
Durante largas décadas, sin diversidad política y con prensa absolutamente uniforme, el arte, dicen los estudiosos, ayudó a muchos a comprender el alma rusa. Alegrías, tristezas y pasiones. El fútbol ruso, que apenas se clasificó tres veces a cuartos de final en Copas Mundiales, no es exactamente motivo de orgullo, patrimonio nacional, como el ballet. Pero sí hubo baile contra Arabia Saudita. Tanto que, bien sueltos, los hinchas que fueron el jueves al Luzhniki comenzaron a cantar una vieja canción del grupo rockero local Chaif sobre un lamento de Jamaica porque Argentina la goleó 5-0 en el Mundial de Francia 98. Donde dice "Argentina 5 – Jamaica 0", los rusos, felices, cantaban "Rusia 5 – Arabia 0". Rusia verá si en estos días mundialistas el fútbol desplaza al menos por un tiempo al ballet.
Para Argentina, eso sí, no hubo 5-0 ni ballet el sábado contra la orgullosa Islandia. La selección amagó rock de Sampaoli o cumbia de Nueva Luna, pero terminó en un lento aburrido, cero seducción, sin creatividad para rechazar el cuerpo a cuerpo al que invitó la trampa de los guerreros vikingos y, lo peor, sin cambio de ritmo para que tanta posesión no terminara convirtiéndose en una declaración de impotencia en ataque y de vulnerabilidad en defensa. Allá los rusos con su ballet. Acá nosotros, a la espera de que San Messi nos saque a bailar.
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