Monumental: River celebró sus 100 años con una fiesta inolvidable
El club de Núñez hizo estallar Buenos Aires con 60.000 personas en las tribunas; hubo un partido amistoso con Peñarol
Son las 18.20; hay una especie de silencio que ensordece; al segundo, los fuegos artificiales iluminan aún más la noche; pasa un minuto, dos, las explosiones no paran; la gente grita, salta, levantan los globos rojos y blancos; entra la última parte de la caravana, miles de bengalas; dento de la cancha, a unos metros del césped, la piel se eriza y es inevitable; no se oye nada, sólo se ven imágenes difusas y algunos rostros desencajados, emocionados. El Monumental se mueve, cambia de forma, se alarga, se acerca, abraza a todos a manera de bienvenida. Es la fiesta de River, que cumple 100 años.
Los festejos del club millonario comenzaron anteanoche, con una cena en el Monumental para 2500 invitados, pero ayer fue otra historia; ayer, River tiró la casa por la ventana. Sobre todo su gente -casi 60.000 personas-, aquellos anónimos que se olvidaron de procedencias, intereses y distinciones para unirse en un solo grito.
La misa en la iglesia San Juan Evangelista, en Olavarría 486, en pleno barrio de La Boca, donde nació River, había quedado atrás. Las banderas que decoraron el templo por la mañana y que escucharon la despedida del sacerdote ("Quedó claro, el único padre que tiene River es Dios") llenaron de golpe el estadio. Un ratito antes se había descubierto una plaqueta en la esquina de Alvear y Tagle, donde se erigía la mítica cancha que tuvo River hasta 1938, cuando se inauguró el Monumental, el 25 de mayo de dicho año.
Aquel día, igual que ayer, River tuvo como invitado a Peñarol, de Montevideo. Esta vez, el partido fue una excusa, y terminó 0 a 0. Se escucha la formación titular de River; Saviola y Ortega roban en reconocimiento; en silbidos, el uruguayo ex River y Boca Gabriel Cedrés le arrebata con lo justo el mano a mano a Américo Gallego. "Ni siquiera hoy me dejan en paz", debe haber pensado El Tolo. Los ex árbitros Aníbal Hay y Francisco Lamolina (dirigieron en conjunto) prefieren esperar en el túnel a que salgan los jugadores. "Si salimos solos, nos van a insultar, y ya nos insultaron mucho durante años", dice Hay entre risas.
El equipo sale con sus titulares, pero a los cuatro minutos Gallego (al parecer el único que acordó de que mañana defenderá la punta con Almagro) sacó de la cancha a Ariel Ortega y Javier Saviola, y enseguida al resto del equipo. "Tito no se va", le grita el público a Bonano, que está a punto de quedar libre.
Se advierte el buen síntoma de que la política quedó de lado en un año político. No hay pancartas ni banderas de los eventuales candidatos. La pelota va de un lado a otro; lo mejor está en las tribunas. Se recuerda a Boca, pero no lo suficiente como para que el equipo de la Ribera tome protagonismo en esta fiesta que es de uno solo. Las banderas son incontables, pero hay algunas que son impresionantes, como la que está colgada en la platea Belgrano baja, con los rostros de 100 ídolos riverplatenses de todos los tiempos dibujados, con la inscripción 100 años de vida, 100 años de gloria . O como la que despliegan en la popular local, con la forma y los colores de la camiseta de River, que casi llega hasta el alambrado y que dice: "Un siglo de gloria" . Las ocho murgas, que juntaron casi 500 integrantes, hacen bailar a todos desde la parte baja de la tribuna Centenario.
Termina el partido y la gente casi ni se da cuenta. Llegan los cantos ensordecedores: "Olé, olé, olá, al uruguayo nunca lo vamos a olvidar" y "Uruguayo, Uruguayo", que recuerdan a Enzo Francescoli, quien no pudo estar en Núñez ya que viajó a Francia por trabajo. Vuelve un canto algo olvidado, pero eterno: "Alooonso, Alooonso". Los dos últimos ídolos de River tuvieron su huequito en el repaso de gloria.
Los shows musicales de Ráfaga, Los Fatales e Ignacio Copani no quedarán en la memoria de muchos. Sí, en cambio, será inolvidable lo vivido ayer en Núñez. Fue imponente, como la historia de River en estos 100 años.
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