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Pablo Zabaleta. La vida entre Barcelona y Londres durante la pandemia y una decisión que puede acelerarse
Miss Trizia los esperaba todos los martes, después del entrenamiento del Manchester City. Dos horas de inglés exclusivas para ellos, los sudamericanos: Robinho, Elano, el ecuatoriano Felipe Caicedo y Pablo Zabaleta. A la tercera clase, el alumno Zabaleta se había quedado solo. Mejor. En el auto no escuchaba música, prefería sintonizar la radio para familiarizarse más y más con el idioma. Incluso, eligió irse a vivir a Didsbury, un suburbio de Manchester de clase media donde no residía ningún futbolista. Iba al supermercado, a la pescadería y a un pub de la esquina a tomarse una cerveza. Zabaleta pasaba por un ciudadano cualquiera y el City era un equipo más, muy lejos de convertirse en "the noisy neighbors", los vecinos ruidosos, como tiempo después los llamaría Alex Ferguson. Zabaleta quería involucrarse con ese país en el que acababa de aterrizar. Desde entonces, en algo más de una década, cambiarían la ciudad de Manchester, la Premier League, el City y Zabaleta. En medio de ese torbellino, la vida se ha modificado drásticamente en las últimas semanas.
Inglaterra está grabada en sir Zabaleta. Tiene enmarcada una portada del sensacionalista diario The Sun, porque su despedida del Manchester City llegó a la tapa. Se fue en mayo de 2017 como una leyenda. ‘Siempre sangrarás Blue, no importa dónde vayas. No queremos perderte y te extrañaremos. Eres Pablo Zabaleta, el maldito hombre. Significas mucho para tu equipo y para cada fan del City’, atronó aquella noche el Etihad stadium. Llegarían West Ham United, la mudanza a Londres y el reposo. Esta temporada es la última en la Premier, pero Zabaleta no sabe si el adiós será en la cancha. Ni siquiera sabe qué ocurrirá con el futbolista.
Cuando el español Mikel Arteta, entrenador del Arsenal, dio positivo de coronavirus a mediados de marzo, la Football Association entendió que debía frenar. Cuando el torneo se paralizó tras la fecha 29, Zabaleta partió hacia España. Se reencontró con su familia, en el catalán barrio de Pedralbes. Fueron seis semanas junto con su mujer, Christel, y los pequeños Asier (5 años) y Julen, de 10 meses. Hace unos días, en el único vuelo diario de British Airways que une Barcelona con el aeropuerto de Heathrow, volvió a Londres, a su departamento del este londinense, cerca de Canary Wharf, en el centro financiero. Ayer concurrió todo el plantel de West Ham a un hospital para realizarse análisis de sangre y un electrocardiograma, y mañana retomará las prácticas.
"Solos, en turnos de una hora. Cada uno con su pelota y materiales. Sin el técnico, que seguirá todo por las cámaras. Tenemos que ir en nuestro auto, y volvernos igual, sin siquiera bañarnos en el club. Irán viendo día a día; hay un plan para volver a jugar en junio, pero siendo realistas, ya no va a ser lo mismo. La Premier League intentará reiniciar la liga, pero nada será igual", asume Zabaleta. Y el eco de sus palabras suena a una advertencia, en horas en las que se escuchan alternativas hasta alocadas, como completar el torneo en Australia.
–Anticipaste que este sería tu último año en Inglaterra. ¿Y si la Premier ya no se reanuda?
–Lo pienso todos los días. Me despierto pensando ‘¿esto será lo que me espera después del retiro?’. Ahora, de alguna manera, volveremos a los entrenamientos y veremos. Pero es todo incertidumbre aún. Hasta había llegado a proyectar, al término de esta temporada, darme el gusto de jugar un año más en otra liga, quizás en Italia, pero ahora no sé nada... Lo más probable es que no se vuelva a jugar con público en mucho tiempo, ¿entonces qué motivación me podría quedar? ¿Para qué ir a Italia si estadios míticos como el Olímpico de Roma o San Siro estarán cerrados? Ahora, esperemos cómo se termina esta temporada, y después, en el verano europeo, dependiendo de cómo se reorganice todo, veré qué hago. Pero el retiro es una posibilidad, sí, tal vez el coronavirus me lleve a anticipar la decisión.
–Si ya no volvés a jugar en la Premier, ¿qué te habrán dejado estos 12 años en Inglaterra?
–Tienen una cultura fascinante. Son muy respetuosos y mantienen viva la historia, no esconden sus recuerdos. A sus ex jugadores, la mayoría de los clubes los tienen como embajadores, suelen ser las caras de las ‘charity’, las recaudaciones benéficas. Son muy generosos. Mirá lo que sucedió hace unos días con el capitán Tom Moore, héroe de guerra, que para su cumpleaños 100 terminó recaudando más de 30 palos para la lucha contra el Covid-19. El respeto por los mayores es un pilar importante de la sociedad; cuando Ferguson se enfermó, estuvieron todos con él. Son solidarios y agradecidos con el pasado. Cuando yo juego mi partido despedida en el City, que todos lo sabían porque se había anunciado, entro en los últimos 20 minutos contra el West Bromwich. El partido empezó a las 20.30, terminó pasadas las 22, con lo que significa volver a casa a esa hora, y sin embargo las 50 mil personas se quedaron para saludarme y hacerme una especie de homenaje por mis 9 años en el club. Creo que me reconocieron que siempre quise estar; yo había llegado antes de la revolución, cuando el City era un equipo más de mitad de tabla. Yo no estuve ni cerca de ser un Yaya Touré, un David Silva, o un Agüero, ellos han sido las figuras, y sin embargo, la gente me regaló una despedida inolvidable. Esa gratitud que te entregan siempre me conmovió.
–Vos viviste la transformación de la Premier.
–Llegué en 2008 a otra Premier League, era la Premier del Arsenal, del Manchester United, un poquito del Chelsea y el resto de los equipos prácticamente estaban integrados por jugadores británicos y sólo algún que otro extranjero. La inmigración de futbolistas y entrenadores extranjeros provocó que la Premier cambiara hasta la forma de jugar. Antes cuatro o cinco equipos jugaban bien y el resto apostaba por los pelotazos a dividir... ¡cómo lo sufrí a Peter Crouch! Les gustaban esos 9 de altura. Llegué con 23 años desde España, un fútbol más técnico y menos físico, entonces en los primeros partidos la pasé mal. Pero cambió todo: ahora se necesita del central técnico que salga con buen control y el arquero tiene que saber jugar con los pies. Se transformó tanto que cambió un paradigma, cambió una forma de entender el juego. El jugador inglés no estaba trabajado tácticamente, no comprendía el juego, era la apuesta por el pelotazo: era mejor que el pelotazo se fuera por la línea de fondo, a que el pase se quedara corto. Lo primero no era criticado, pero lo segundo, sí. También cambiaron la alimentación: antes eran unos huevos revueltos, alcohol y a jugar. Ya no se van al pub a chupar. Antes, a los 33 años, ya estaban para un solteros contra casados.
–¿Y por qué elegiste ir a esa Premier y al Manchester City?
–Dudé, dudé. Me estaba yendo de un club de mitad de tabla, el Espanyol, justo después de haber ganado los Juegos Olímpicos de Pekín, a otro de mitad de tabla. Deportivamente no estaba dando un salto de calidad, con la desventaja de que estaba dejando una ciudad espectacular como Barcelona, con sol, mar y costumbres casi idénticas a las nuestras, y me tenía que ir al frío y la lluvia de Manchester, sin ningún argentino en el plantel y con la barrera del idioma. Me metí en Internet para ver si conocía a alguno de los que iban a ser mis compañeros y encontré a Martín Petrov, que había pasado por el Atlético de Madrid, estaba el brasileño Elano... y basta. Me sedujo ir a Inglaterra. Y pensé, ‘estoy un par de años, vivo otra experiencia, y ya habrá tiempo para volver a España o ir a Italia’. Diez días después de mi pase, se ejecuta la compra del club por parte de la gente de Abu Dabi, y cuatro días más tarde invierten 40 millones de libras por Robinho, y ahí dije... ‘¿ahora qué hago? ¡Voy a durar seis meses acá!’ Un poco lo tomamos en broma y a los casilleros libres del vestuario empezamos a ponerles ‘Messi’, ‘Cristiano Ronaldo’, nos cagábamos de risa. Había tres o cuatro que tenía una carrera más o menos buena, el delantero Wright Phillip, el lateral Danny Mills, pero el resto éramos pibes, como yo, el arquero Joe Hart o el holandés De Jong. No había figuras. Pero explotó una sensación de nuevos ricos, y si bien sabíamos que llegaba una plata importante, no sabíamos qué tan grande sería esa movida, y si esa movida nos incluiría. Podía ser un capricho.
–¿Cómo es un vestuario con Vieira, Boateng, Balotelli, Dzeko, Nasri, Maicon, Lampard, De Bruyne, Sterling, Sané, Evra... y tantos más?
–Hay gente de todo tipo. En mi segundo año en el City compraron a Adebayor, que venía del Arsenal. ¡Sabés lo que era! Entraba al vestuario y te caía con 10 cadenas de oro. Kompany o yo, que íbamos con el botinerito, estuvimos casi una década en el club; Adebayor duró un año y medio. El compromiso de Adebayor quizás no estaba; Robinho llegó como una estrella, pero su compromiso para cambiar la historia del club, tampoco estaba. Para posicionar al club, uno de los caminos era traer figuras, y para eso había que poner una torta de guita. Todos los que venían ganaban una fortuna y eran pocos los que realmente querían involucrarse en cambiar la historia del City. Me tocó convivir con muchas figuras y los egos existían. Flotaba una sensación: quién era la figura, entre todas las figuras. Pero al final terminaron siendo más importantes jugadores que nadie preveía que podrían transformase en pilares para el despegue del club, como Joe Hart, Kompany, yo, el Kun, David Silva, Yaya Touré... Tipos que se quedaron 8/10 años, teniendo ofertas muy buenas para irse. Hoy, cualquier jugador que tiene la oportunidad de ir al City, va, porque el club generó una revolución. Donde hay un club pujante, una ciudad deportiva fabulosa y hasta un hospital, antes había baldíos. Falta algo, sí, la Champions, y ya no hay excusas. Es la cuenta pendiente para coronar un proceso muy exitoso.
–¿Hoy qué la hace especial a la Premier?
–Siempre fue importante a nivel europeo, pero en los últimos años se despegó del resto porque logró generar unos ingresos por las nubes. El City recibe por derechos de TV 200 millones de libras, y los últimos, uno recién ascendido, Norwich o un Aston Villa, reciben más o menos entre 90 y los 110 millones de libras. Esos ingresos, sumado a que casi todos los dueños de los clubes son multimillonarios, más los sponsors que eligen estar en la Premier porque es la única que se ve en todo el mundo, generó presupuestos tan grandes que todos tienen la posibilidad de comprar jugadores. Equipos de mitad de tabla para abajo, el mismo West Ham, tienen la chance de comprarle jugadores a Sevilla, Valencia, o Lazio. Hoy Norwich, quizás, pague mejores salarios que estos equipos. El músculo financiero de la Premier la volvió sumamente atractiva. Un Atlético de Madrid, sólo por dar como ejemplo a un equipo muy importante, tiene los mismos ingresos de TV que el último de la Premier.
–¿Tu carrera en Europa superó tus expectativas?
–En mi primer año en Espanyol ganamos la Copa del Rey, pero también llegamos a la última fecha peleando el descenso con el Alavés. En el minuto 93 clavamos un gol y nos quedamos en primera. Quizás, por un minuto mi futuro hubiese cambiado. Tal vez el club decidía mantenerme en segunda o me cedía, pero vaya a saber adónde porque era un pibe descendido... Estoy contento con mi carrera, pero hay instantes en los que necesitás de un toque de suerte.
–Vuelvo sobre tu futuro. ¿Y la Argentina?
–Es verdad que tuve un contacto con Tinelli el verano pasado, y le dije que podíamos llegar a hablar al final de esta temporada, pero hoy Argentina no es una prioridad. También por motivos familiares: mi mujer es catalana y los chicos son muy chiquitos. La situación del coronavirus ha empeorado todo como para imaginar mudanzas..., no quiero descartar nada, pero no. Prefiero dejar mi futuro un poquito en el aire para poder analizar qué hacer en un momento de mayor estabilidad. Nadie esperaba este virus. Es la primera vez que ocurre algo así en muchas generaciones y definitivamente cambiará nuestro estilo de vida.
–Tu último partido fue el 19 de febrero. Casualmente contra el Manchester City..., entraste en los 30 minutos finales en el Etihad stadium...
–¿En serio? No lo había pensado… Después fui suplente, claro. Si se llega a suspender la Premier, un final así ni lo podría haber guionado. Habrá sido una novela hermosa.
"Salíamos de joda con Leo y el papá me miraba, como diciendo... cuidámelo"
Ahora se ríe Zabaleta. Recuerda que alguna vez le pidieron en Espanyol que cambiara de banda para intentar controlar a Messi en un clásico catalán. "Y..., vos que lo conocés", fue el argumento. No lo paró en todo el partido. Tampoco le pegó, es cierto. El año 2005 fue especial para ellos. "Yo jugué el partido con Paraguay, en la cancha de Argentinos, ese amistoso que la AFA hizo de apuro para que nadie nos robe a Leo", cuenta Zabaleta. Se habían conocido unos días antes. "Tocalli nos había dicho que iba a traer a un chico desde Barcelona. Y vino. En la primera práctica en Ezeiza, fue verlo y... ya era un extraterrestre. La agarraba y nos volteaba como a muñecos". Compartieron el Sudamericano y conquistaron el Mundial Sub 20 de Holanda. Eso sí, el que llevaba la cinta de capitán era Zabaleta.
Ese 2005, San Lorenzo vendió a Zabaleta al Espanyol..., de Barcelona. "Estábamos juntos. Yo vivía solo, entonces pasaba mucho tiempo en su casa, con su familia. Yo tenía 20 años y Leo 18, salíamos de joda a algún lugar y había que tener cuidado porque él ya empezaba a ser más conocido… Jorge me miraba como diciendo ‘cuidámelo…’, Íbamos en al auto, Leo se dormía, yo manejaba, e iba pensando que al lado llevaba a un pibe que valía 80 palos verdes... ¿sabés lo que era para mí?", bromea. Siempre en 2005, debutaron juntos en la mayor, en el famoso amistoso contra Hungría, en Budapest. Tímidos y nerviosos, compartieron la habitación. "¿Y qué hace Leo? Lo echan..., me arruinó el debut, en vez de hablar de mí, todos hablaron de la roja a Messi", y vuelve a soltar la carcajada el lateral de West Ham.
–¿Qué hubiese sido de la selección todos estos años sin Messi?
–Además de todo lo que le hubiese faltado en el campo, sin Leo, la AFA hubiese tenido mucho menos dinero. Claro, Leo generó unos ingresos fabulosos y eso significó que los clubes argentinos también dispusieran de más dinero. En las mejoras de la infraestructura del fútbol argentino, está Leo. Leo es un producto que genera millones, y el fútbol argentino tendrá que estar toda la vida agradecido porque por él, la AFA dispuso de millones de dólares que seguramente habrá derramado en los clubes. Después, si, se le escaparon algunas finales que lo podrían haber coronado como máximo ídolo... Siempre se lo van a demandar. Los argentinos somos resultadistas, pero todo hubiese sido muy distinto sin Messi.
¿Y sin Messi? ¿Quién sería el mejor de los nuestros? No duda Zabaleta: "El Kun. Los números del Kun hablan por sí solos. Son impresionantes. Después de Leo, viene Sergio. Y eso que a mí me cagó un día inolvidable… El Kun las quiere todas", y vuelve a sonreír. Claro, se refiere a aquella última fecha de la Liga 2011/12: si el City le ganaba a Queen’s Park era campeón, y se puso en ventaja con un gol de Zabaleta. Pero le revirtieron el resultado y entonces se coronaba el United, hasta que a los 93’20’’, Agüero desató la locura y cortó con una sequía de 44 años de los ‘Citizens’ en Inglaterra. "Ese día supe que mi alopecía ya no tendría solución", se divierte Zabaleta.
–¿Scaloni y el recambio?
–El recambio generacional en la selección es importante y considero que hay muchísimo futuro. A Scaloni le llegó la oportunidad como a Gareth Southgate en Inglaterra: él estaba en los juveniles, no encontraban un técnico, dirigió algunos amistosos y le fue bien, hizo una buena Copa América… Mientras los jugadores responden y están contentos, significa que más allá de la inexperiencia, el entrenador se ha ganado su confianza. Si al equipo le va bien, seguirá; después, si no se le dan un par de resultados, se lo cuestionará. Eso es así, tengas o no historia. Ojalá le vaya bien.
–Confesaste del "daño psicológico" que les provocó perder las finales. ¿Temés que esta generación herede esa presión?
–Para nosotros, perder tres finales consecutivas fue un golpe duro. Se nos escapó y quedamos expuestos ante críticas muy fuertes. Eso generó dolor y fastidio. El ‘club de amigos’ y todo eso... Cuando yo di mis primeros pasos en la selección, tenía la ilusión de lo que vendría, no miraba hacia atrás y contaba la eliminación en Sudáfrica o los penales del 2006. Y estos chicos deben vivirlo igual, ojalá que ellos tengan la oportunidad de ganar cosas, será una alegría para todos los argentinos. No deben cargar con ninguna mochila, al contrario, para ellos debe ser un placer ponerse la celeste y blanca.
La visión de Guardiola, el carácter de Mancini, el liderazgo de Pochettino y la mística de Bielsa
-Cuatro entrenadores de tu carrera: Pep Guardiola.
-Cuando Pep llegó al City, en 2016, yo sabía que sería mi último año en el club. Como futbolista, vivir la experiencia de ser entrenado por él me entusiasmó mucho, pero claro que me hubiese gustado encontrármelo en mi carrera cuando tenía 25 años. Jugué la mitad de los partidos, y tengo que decir que es un entrenador que está constantemente innovando, que ve muchísimos pequeños detalles que son decisivos y así gana credibilidad. Está pensando constantemente en cómo atacar y dominar al rival. Es un técnico que está muy por arriba de la media.
-¿Roberto Mancini es...?
-Muy calentón. No quiere perder nunca y si te mandás una cagada, te quiere matar en el vestuario. En los picaditos se prendía a jugar y con el tano Balotelli se vivían peleando como dos chicos.
-Jugasta en Espanyol con Mauricio Pochettino...
-Claro, en su último año en Espanyol. Ya se le veía que le gustaba dar indicaciones, hablar, liderar, era inexorable su futuro como entrenador. Sin experiencia tomó al equipo en zona de descenso y lo salvó. Fue valiente, no temió que pudiera irle mal en su primera experiencia –con lo que te marca la primera experiencia–, y en un lugar donde tenía mucho para perder porque era un ídolo. Pur personalidad. En Inglaterra es muy respetado y el Tottenham fue muy cruel con su destitución. No tardará en volver a destacarse.
-Y fuiste sparring de Marcelo Bielsa.
-Sí, en el Mundial 2002, debía tener mil temas en la cabeza e igual venía a hacernos correcciones a los chicos y sabía cada uno de nuestros nombres. Acá ha generado una gran expectativa. El año pasado tuvo la desgracia de no conseguir el ascenso, pese a haber dominado casi toda la temporada. Los hinchas de Leeds llevaban años en una situación bastante mediocre, porque ni siquiera luchaban por llegar a los play-off. Un club con una hinchada impresionante y una ciudad con tremenda cultura futbolística, encontraron a alguien que les devolvió la ilusión. Se ganó el respeto y el cariño. Ahora habrá que esperar nuevamente cómo termina todo, pero ojalá que ascienda porque es un equipo mítico.
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