Pelé, de trabajar en una fábrica de zapatos a firmar un contrato por doce dólares con Santos
Antes de dar sus primeras pinceladas en el fútbol, el legendario Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, trabajó en una fábrica de zapatos. Allí pasaba sus días como aprendiz en un taller, entre suelas. El fútbol sólo estaba en su mente. Y también en la confianza de su descubridor Waldemar de Brito, ex futbolista y el principal culpable de no dejarlo en el anonimato.
Su padre, João Ramos do Nascimento, también fue futbolista. Lo apodaban Dondinho y jugó en el Fluminense y en el Atlético Mineiro. Hasta que una lesión frustró su carrera para siempre. Después intentó volver a jugar en Baurú, un club del interior de San Pablo. Pero allí todo empeoró: solo terminó por limpiar baños y pasar muchos apuros económicos.
Pelé era quien ayudaba a su padre en esas tareas. Su madre no quería que se dedicara al fútbol, la mala experiencia de su marido era una herida que todavía le dejaba secuelas. El fútbol era una tecla que al apretarla le causaba angustia. Ella no quería lo mismo para su hijo e intentó convencerlo, pero no tuvo éxito.
La vida de Pelé cambió con la presencia de Waldemar, una gloria del fútbol brasileño, que había descollado en el Sao Paulo, Flamengo, Botafogo, y también jugó en San Lorenzo. Fue el descubridor de Pelé, quien lo apadrinó y le transmitió la confianza necesaria. Él lo llevó de Baurú a la gran capital paulista: "Este muchacho va a ser el mejor jugador de fútbol del mundo", repetía hasta el cansancio.
Waldemar lo presentó a la directiva del Santos. En ese momento, Pelé tenía 15 años y en su cabeza solo imaginaba con poblar de goles todos los arcos. El pequeño quedó y le otorgaron un sueldo de 5.000 cruzeiros por mes.
"Me entrené varios meses, esperaba una oportunidad de jugar —cuenta Pelé en su libro Mi Legado—. Entrenaba y comía. Mis compañeros me alentaban a que me alimente bien, de manera sana, porque eso también me ayudaría a soportar las presiones de la alta competencia. Y si ellos que eran experimentados me lo decían, yo les creía. Mi físico comenzaba a transformarse. Los brazos y las piernas iban tomando volumen pero me resignaba al hecho de que nunca seria muy alto", con esas palabras, Pelé, que al principio odiaba que lo llamen así, ya avizoraba que el fútbol le pertenencia.
El debut del pequeño Edson se produjo el 7 de septiembre de 1956. Fue en el 7 a 1 de Santos contra Corinthians de Santo André. Lula, el DT del Peixe, alineó a Pelé en el once inicial, guardando a Del Vecchio, el centrodelantero titular en ese momento, para un partido más importante. Era el día de la Independencia de Brasil. Pelé marcó su primer gol en ese juego.
"A partir de ese partido —narra Pelé en su autobiografía— empecé a alternar con del Vecchio. No había resentimientos entre nosotros. En los siguientes dos partidos también convertí y mi foto empezaba a aparecer en la prensa de San Pablo y Río. Los directivos advirtieron que no tenía contrato, de modo que llamaron a mi padre y a Waldemar para negociar un acuerdo. Ahora que había cumplido 16 años ya era posible, aunque todavía necesitaba el permiso de Dondinho".
"Yo pensaba que con mi desempeño en la cancha hasta ese momento podía esperar un aumento, pero el club no lo veía así —sigue el recuerdo de Pelé—. Señalaron que por lo joven y pequeño que era, podía lesionarme fácilmente, en cuyo caso que tendrían que pagarme por el tiempo que yo parmeneciera en el club. Waldemar no estaba satisfecho con la suma ni con los argumentos, pero para Dondinho seis era mejor que cinco, y cualquier suma era mejor que cuanto yo podía ganar en una fábrica".
Ese primer contrato fue por apenas 6.000 cruzeiros mensuales. Lo que significaba unos 12 dólares, a lo que debían agregarse el alojamiento y comida en la pensión de Giorgina, donde el club ubicaba a sus jugadores jóvenes. Todo ocurrió el 8 de abril de 1957. Meses sería convocado a la selección brasileña que se preparaba para el Mundial de Suecia, donde fue campeón y revelación.
Los zapatos ya eran parte de otra historia. La leyenda del fútbol tenía una módica suma de apenas doce dólares.