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Atiende el teléfono. El delay por la distancia no ayuda en el inicio de la conversación con LA NACION. Está en un hotel en Qatar. Porque una ilusión lo llevó a subirse a un avión para irse a jugar al fútbol a destinos exóticos. A ligas donde aquí, en la Argentina, a veces se ignoran.
“La verdad, fue una de las decisiones más fáciles que tomamos; me ofrecían la misma plata, nada más que en la Argentina era en pesos y en Arabia Saudita en dólares. Cuando nos sentamos con mi señora dijimos de irnos, por ahí me iba bien. Y si me iba mal, volvíamos a la Argentina y retomábamos nuestras vidas”, cuenta Sebastián Tagliabúe, el protagonista que tuvo un golpe de suerte con su carrera. Criado en Munro, Buenos Aires, con el fútbol como pasión (y como trabajo), tuvo que lucharla muchísimo desde abajo para ser lo que es hoy: a sus 36 años, este atacante argentino eligió sufrir un importante desarraigo en 2010 para llevar sus goles a Medio Oriente, donde con determinación y profesionalismo, hoy sorprende. Es ídolo y figura. Además, se ilusiona con jugar el Mundial de Qatar 2022...pero con la selección de Emiratos Árabes.
En la actualidad, Tagliabúe es futbolista del Al Nasr, equipo dirigido por Ramón Díaz. Pero su camino a la gloria tuvo un comienzo y un pasado rocoso, lleno de luchas y superaciones, esfuerzos que luego se vieron reflejados en sus extraordinarias cifras goleadoras. Esos números que lo colocan a este delantero entre los 100 de los máximos artilleros de la historia y en el top 11 de los máximos goleadores argentinos.
Gran parte de esto lo logró en el otro lado del meridiano de Greenwich. Más específicamente en Medio Oriente, donde ya ganó dos Balones de Oro como el mejor jugador de la liga del Golfo. Y por si algo faltaba, puede quebrar un récord muy importante: convertirse en el máximo goleador histórico de Emiratos Árabes Unidos.
“Arranqué a los cuatro años a jugar al fútbol, mi mamá me llevó a la escuelita de Ricardo Bochini que quedaba en Olivos. Después a los 6, al Unión de Munro, en mi barrio. A los nueve empecé a jugar en cancha 11 en Platense. Después pasé por River y por Boca”. Pero a sus 13 años, el fallecimiento de su madre le dio un giro en su vida. “Ahí dejé el fútbol más competitivo durante dos años. Estuve en el Club Vilo y después en Tips, un club que armó el entrenador que estaba en Vilo. Ahí me mantuve un poco con el fútbol con mis amigos y el técnico”.
Mientras estudiaba en el colegio secundario que luego finalizó, nunca perdió el foco de ser futbolista: “A los 16, un amigo me invitó a probarnos a Colegiales. Después de esos dos años que de alguna manera había dejado el fútbol me generó un interrogante, aunque pude pasar la prueba”. Pero claro, la inactividad le pasó factura en su primer año: “Jugué el primer partido de las inferiores y el DT no me vio con el nivel adecuado para jugar. Me dijo que siga entrenando, esforzándome que ya iba a volver jugar el día que tenga el nivel para hacerlo”. Tagliabúe le hizo caso a su entrenador y las cosas se encaminaron: “Cuando empezó la segunda ronda me volvió a citar, ahí estuve de suplente. A los 17 arranqué de titular, fui el goleador del equipo y a los 18, a mitad de temporada, me subieron al primer equipo por la lesión de Pablo “Bocha” Cameroni”.
Paciencia y confianza fueron las claves de este delantero que siempre que se encontró con una situación difícil, supo esquivarla: “Al mes y medio de haber subido a primera, pude debutar, pero ese año tuvimos la desgracia de descender de la B Metro a la C. Los 5 años siguientes buscamos el ascenso, pero siempre traían refuerzos para jugar y nos tapaban a los que estábamos. Después, al sexto o séptimo partido del torneo, ya ponían a los más pibes y jugábamos todo el campeonato. Y los años siguientes, lo mismo...”
Los buenos momentos de a poco se presentaban en la vida de Tagliabúe y en su último año en Colegiales, en 2008, pudo obtener el ansiado ascenso y con un condimento especial: “Antes de que empiece el campeonato del ascenso me quise ir. Yo veía que iba a suceder lo mismo que en otros años... que traían a los grandes y yo no iba a tener lugar, pero me acerqué a hablar con Alfredo Azar, que en ese entonces era el encargado del fútbol en Colegiales y que fue mi representante por varios años. Le manifesté que me quería ir, pero me dijo que no me vaya porque íbamos a ser campeones y que yo iba a ser el goleador”. Esa charla, según Sebastián, le marcó un importante momento de su vida: “Tuvo razón, un año después fuimos campeones y yo salí goleador del torneo”.
El título en Colegiales, los 37 goles en 123 partidos con la casaca tricolor y ser el máximo artillero de la categoría en ese año, le iban a dar un premio en su carrera: su primera salida al exterior. “Un grupo de empresarios argentinos que me venía siguiendo, me compraron y me llevaron a Everton, de Viña del Mar. Después fui un año a Deportes La Serena, también en Chile, donde tuve un muy buen desempeño”.
En ese club trasandino anotó 13 goles en 28 partidos y se le abrió la posibilidad de su pase a Colombia que, lamentablemente, no fue como lo esperaba: “Llegué a Once Caldas, con Juan Carlos Osorio como DT, uno de los mejores que me tocó tener, pero tuve una mala experiencia con él. No jugué nunca, no era lo que él esperaba y no pude adaptarme al fútbol colombiano. A los seis meses, me dijo que no iba a contar conmigo”.
A pesar de esa desventura en Colombia, Tagliabúe no se rindió porque la Argentina le volvía a abrir las puertas en Tigre y de la mano de Ricardo Caruso Lombardi: “Él es un gran conocedor del ascenso, me quiso ver en una de esas famosas prácticas de fútbol que hace con jugadores libres y quedé. Me dijo que me quería en la pretemporada con la primera, que iba a estar a prueba y que me iban a tratar como a uno más. La pasé muy bien esas semanas, fue fantástico, pero a falta de pocos días de que empiece el torneo, yo no había firmado nada con Tigre”.
La incertidumbre a la que Tagliabúe había llegado, le generaba cierta incomodidad. Pero una llamada y una oferta le iban a cambiar el rumbo de su carrera… y también de su vida: “Ese mismo día que mi representante fue a hablar con los dirigentes de Tigre sobre mi futuro, llegó una oferta del Al-Ettifaq, de Arabia Saudita, club al que el grupo inversor mandó un video. El club árabe se interesó y mandó una propuesta. Tigre también hizo la suya, pero con las dos ofertas sobre la mesa, nos sentamos a hablar con mi esposa y decidimos irnos a Arabia Saudita”.
A Sebastián y a su mujer Mariana no les costó mucho tomar la decisión del desarraigo que significaba ir al otro lado del mundo: “Yo tenía la ilusión de jugar en la primera de Argentina, pero la situación económica, social y de seguridad en el país, no era buena e iba por mal camino”, explica algunos de los motivos para semejante determinación. Pero claro, la economía familiar también entró en juego a la hora de elegir el destino: “Me ofrecieron la misma cantidad de plata tanto Tigre como Al-Ettifaq, pero uno era en pesos y el otro en dólares”, una diferencia que cambiaba la ecuación de manera abismal.
Y hacia ese sueño fue con su familia, sabiendo que Argentina siempre iba a estar en el caso de que las cosas no funcionaran: “Elegimos irnos, por ahí nos iba bien y abríamos una puerta importante o nos iba mal y volvíamos a Argentina y retomamos la vida en el país, pero finalmente creo que mal no nos fue”.
Mal no le fue (y tampoco le va). Desde su arribo a Medio Oriente pasó por dos países y vistió cuatro camisetas: las de Al-Ettifaq y Al-Shabab, en Arabia Saudita, y las del Al-Wahda y Al-Nasr, (su actual equipo), en Emiratos Árabes. Con estos cuatro equipos lleva 361 partidos disputados y 271 goles, un promedio de 0,75 tantos. Una cifra asombrosa.
En ese fútbol fue premiado con dos Balones de oro por ser el mejor jugador de la Liga del Golfo en dos oportunidades: “Las fiestas de entregas de premio son muy lindas, tienen mucho nivel, se disfrutan mucho. Además, es el resultado de un año con nervios, estrés y mucha dedicatoria”. Además de haber sido goleador en Colegiales con 20 tantos también se llevó el galardón de máximo artillero en una oportunidad en Al-Shabab con 19 goles en la temporada 2012/13 y dos en Al-Wahda con 25 gritos en la 2015/16 y 27 en la 2018/19.
Por sus cifras, premios y el esfuerzo que hizo para alcanzarlos, siente mucho orgullo: “Me generan mucha felicidad porque si bien yo esto lo vivo como un trabajo, como sostén de mi familia, como mi pasión, siempre me dediqué al fútbol, y al ver los resultados y estadísticas, y ver que todo el esfuerzo que hice se ve volcado en la cancha y en números, es una gran felicidad”.
Sobre el tiempo que lleva jugando en aquellas Ligas, hace referencia a lo competitivas que son: “Son muy duras, pero como no resuenan en el mundo, la gente piensa que son malas y que no se juega al fútbol. Pero acá vienen muchos jugadores europeos y te dicen lo mismo, que en España hay mucho más espacio para jugar. Además, los jugadores árabes tienen mucho orgullo, por ejemplo, si viene una figura como Éver Banega (actualmente en Al-Shabab de Arabia), no lo respetan por ser un gran jugador, al contrario, ellos piensan “Ah, ¿sos buen jugador? demostralo”, y en los partidos lo meten como si lo odiaran. No lo odian, pero los jugadores de acá tienen mucho orgullo competitivo de que no los va a pasar por arriba por el hecho de haber jugado en Europa”. Sebastián también comparte su experiencia personal: “A mí al principio me era más fácil hacer los goles porque no me conocían, pero ahora que me conocen, se me hace más difícil”.
Los hinchas de fútbol en el mundo son caracterizados por ser muy pasionales y eso es algo que, en esa parte del mundo, no es una excepción: “En Arabia llenan mucho los estadios, en Qatar y en Emiratos no tanto, pero les gusta mucho el fútbol. Acá en Emiratos les gusta el fútbol inglés y son hinchas de equipos ingleses. En la cancha son muy pasionales y, como en Argentina, también cantan mucho”.
Con la inocencia de sus primeros años, cuenta una anécdota: “Al principio era medio chocante porque mientras jugaba esperaba escuchar el ritmo del canto de los argentinos, por ejemplo “vamos vamos, argentina”, y acá es totalmente diferente, al principio decís “qué loco”, después me acostumbré”, expresa entre risas.
Su vida a orillas del Golfo Pérsico significó muchos cambios. El idioma fue uno de los aspectos a los que debió amoldarse: “Siempre me manejé con el inglés. En Arabia me costó más porque yo tenía un inglés más bajo que el básico y no hablan mucho inglés. De los 25 compañeros que tenía, había cuatro que lo sabían hablar. Ahora en Emiratos, el ciento por ciento de las personas habla muy bien el inglés, es un país totalmente occidental, la población es 80% extranjera y 20% emiratí y el inglés es el idioma principal”. Pero su superación no se traslada sólo al fútbol, su interés por aprenderlo más es un anhelo con futuro cercano: “Con el tiempo fui mejorando la manera de hablarlo con cursos privados y ahora en enero voy a tomar clases para terminar de hablarlo mucho mejor”.
Los enfrentamientos en Medio Oriente están latentes desde hace muchos años. Diferentes conflictos bélicos entre países de esa parte del mundo se observan hasta el día de hoy. Si bien Tagliabúe no vivió de cerca ninguna situación de riesgo relacionada, sí puede contar “situaciones extrañas”. Una de ellas, la vivió en Líbano: “Hace poco fuimos a jugar allá y el presidente de Emiratos nos mandó fuerzas especiales para que nos cuiden. Cada vez que íbamos a entrenar nos cuidaban dos o tres camionetas del ejército porque podíamos ser un blanco fácil. Hoy en día Líbano y Emiratos están confrontados”.
También, se tomó el tiempo para recordar otra historia: “Fuimos a jugar por la Champions League asiática a Irak y nos mandaron a jugar a una ciudad que limita con Irán, porque a la ciudad que teníamos que ir, que quedaba a unos 500 kilómetros, estaban meta bombardearse. Con las cosas así no nos dejaron salir del hotel, a la cancha íbamos con el ejército como si fuésemos un convoy. Nos cuidaban mucho, pero nunca tuve miedo con una situación en la que pensé que no podía haberla contado”.
La vida en algunas zonas del Golfo Pérsico fue, por años, extremadamente controlada, pero en el último tiempo todo se abrió un poco más: “En Emiratos, que es un país muy occidental, está todo más abierto. Si vas al Supermercado no hay alcohol, pero hay supermercados específicos para alcohol, pero vos tenés que tener una credencial para poder compararlo y si vas a un bar o restaurante podés tomar alcohol. En cambio, Arabia era totalmente diferente. Hace un año y medio atrás la mujer no podía manejar, tenía que usar túnica (vestido negro y todas tapadas), en los restaurantes había sección para familias o mujeres solteras y otra sección para hombres solos. Por ejemplo, si yo iba con mi familia iba a una sección y si iba con amigos, iba a otra sección con hombres solos. Hoy en día, en Arabia un poco cambió ya hacen conciertos, empiezan a haber cines, las mujeres pueden manejar y hacer cosas que antes no podían”.
Otra curiosidad con la que se encontró Tagliabúe en un territorio donde abunda la opulencia es la presencia de los jeques: “Son personas que ves pocas veces en tu vida, sinceramente no se los ve nunca, pero imponen muchísimo respeto, puede ser buenos o asquerosos como cualquier persona; algunos hablan más, otros menos, pero todos imponen respeto simplemente por ser jeques”. Y claro, también expresó cómo fue su vivencia: “Yo tuve la posibilidad de visitar en siete años que jugué en el Al-Wahda al jeque del club unas siete u ocho veces, siempre invitado por él y fueron momentos cortos, de 15 o 20 minutos, pero muy acogedores. Es una persona maravillosa”.
Uno de los momentos más emocionantes que vivió este argentino ídolo en el Medio Oriente fue su arribo a la selección de Emiratos Árabes: “Cumplí los 5 años en el país jugando al fútbol y por mi nivel futbolístico, cuando me dieron en pasaporte fue para jugar en la selección, no para quedarme a vivir en Emiratos, sí para ayudar a la selección”. “Fue una locura”, expresa sobre el momento en el que se enteró de que le iban a hacer dar la nacionalidad. “En ese tipo de cosas el rumor siempre está instalado, pero nunca había escuchado nada. En el medio de una premiación subí a buscar el premio al mejor jugador y cuando le doy la mano al presidente de la federación, me la agarra fuerte y me pregunta “¿qué me contestarías si te ofreciera jugar para la selección?”... en ese instante me quedé duro, congelado, tenía tanta felicidad que no me salían las palabras, después de dos o tres segundos de silencio con 400 personas atrás nuestro, le terminé diciendo que iba a ser un orgullo, que me la den mañana”.
Por estos tiempos de eliminatorias para disputar el próximo Mundial de Qatar, en 2022, Emiratos Árabes cuenta con la posibilidad latente de disputarlo: “Hay muchísima expectativa. En el país están todos pendientes de la clasificación, no tenemos presión, todo lo contrario, tenemos mucho soporte de los hinchas”. Además, recuerda dos anécdotas muy divertidas: “En pleno partido de la liga los defensores rivales me dicen “vamos, Seba, que tenemos que clasificar”, y por ahí hacía 10 minutos nos estábamos matando a patadas. Lo mismo pasa con los réferis que en el medio del partido te dicen “ojalá clasifiquemos””, cuenta.
En este momento, el seleccionado emiratí se encuentra tercero en el grupo A de las eliminatorias de Asia. En el último partido que disputó, derrotó por 1 a 0 a Líbano, como visitante. Si bien está lejos de la clasificación directa, todo depende de Emiratos Árabes para pasar a la siguiente ronda. El problema, como lo marca el propio argentino, es que del otro lado están Australia y Japón, rivales duros con los que debería jugar un partido para acceder al repechaje que sería nada más y nada menos que contra un seleccionado sudamericano: “Cuando me enteré se me pusieron los pelos de punta, la piel de gallina, diciendo “mirá si llego a jugar el repechaje contra Uruguay, Perú o Chile... ¡que uno de mis hijos es chileno!, sería una locura, ya estoy soñando ojalá lo podamos lograr”.
La familia de Sebastián es el pilar más importante de su vida y el que le da la posibilidad de seguir para adelante, pero hace una pausa para hacer una autocrítica: “A veces soy egoísta con ellos. Por ejemplo, a veces me piden de ir a una pileta y digo que no porque tengo que entrenar a la tarde o ellos se van de vacaciones porque tienen una semana libre y yo me tengo que quedar y no puedo ir. Son muchos de los esfuerzos que hago durante el año”.
Facundo es su hijo mayor, tiene 13 años, Gustavo, el menor, tiene 10 y nació en Arabia Saudita. Mariana es su esposa que también es una figura importante en el Medio Oriente: “Es distribuidora oficial de ropa de zumba en todo el Middle East de Asia, es la única que puede vender la ropa a revendedores en todo lo que es esa zona. También puso un local de zumba en un shopping que es el único en esta parte de Asia y la está rompiendo toda”. Con mucho amor y pasión, cuenta: “Mariana es mi mujer de siempre, éramos vecinos de Munro, vivíamos en la misma cuadra, yo estuve enamorado de chiquito, pero ella no me daba bola, hasta que después sí. Fue mi primera novia, a los 22 años nos casamos y hasta el día de hoy, estamos”.
A sus 36 años, Sebastián Tagliabúe vive uno de los mejores momentos deportivos de su carrera, pero las proyecciones para su porvenir y el de su familia ya están bastante claros: “a Argentina no vamos a volver. Hoy nuestra decisión pasa por quedarnos en Emiratos o irnos a España, a Madrid, donde tenemos nuestra casa en Pozuelo de Alarcón. Tenemos una parte de la economía volcada en Madrid, otra en Emiratos. La idea era ir a vivir a Madrid cuando yo dejara de jugar, pero por la escolaridad de mis hijos estamos viendo año a año qué hacemos”.