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Durante la década de los noventa Vélez incorporó una cultura de campeón que le dio un aura de grandeza que lo ubica entre los clubes de mayor prestigio e importancia del país. Ordenado institucionalmente, adoptó políticas deportivas coherentes y montó su estructura sobre la base sólida de un club en el que el poder, da la sensación, es de todos los socios. Esta imagen que se asemeja inmaculada traza cierto paralelismo con el equipo de Ricardo Gareca, situado hoy en una posición de esperanzas e ilusiones, dispuesto a definir mano a mano con Huracán la corona del torneo Clausura.
Si a lo largo del certamen Vélez insinuó un liderazgo que se potenció en el tramo final, el empate de ayer 1-1 con Lanús terminó de barnizar la personalidad de un equipo que trabajó a destajo desde comienzo de temporada para alcanzar estas horas de expectativa por semejante desenlace.
Con un hombre de menos por la expulsión de Fabián Cubero (es la segunda trajeta roja que sufrió el capitán en el campeonato), Vélez jugó el segundo tiempo en desventaja, pero así y todo, alcanzó la igualdad y, por momentos, rayó el triunfo.
La fortaleza mental y las cualidades futbolísticas le permitieron obtener este resultado, que se lo puede observar con agrado si se toma nota de la apresurada salida de Cubero, y con alguna mueca de inconformismo si se tiene en cuenta el desempeño global en el partido, con más dominio territorial y de pelota que Lanús.
Las palabras de Germán Montoya, tal vez, describen a la perfección cómo quedó el plantel de Liniers tras el empate. "Aguantamos hasta el final con un jugador menos gracias al esfuerzo, el sacrificio y la concentración. Esto es positivo y nos fortalece anímicamente para la definición", dice el arquero, de asistencia perfecta en el Clausura y uno de los que sostiene parte de la buena estadística en defensa: Vélez es el equipo menos vencido del torneo, con 13 goles en contra.
A diferencia de otros equipos muy dependendientes de alguna figura, en Vélez el potencial futbolístico se distribuye con equilibrio por todas sus líneas. Dicho el valor de Montoya, la defensa acentuó su solidez con el correr de los partidos, con Nicolás Otamendi, Sebastián Domínguez y Emiliano Papa como puntos altos. En el mediocampo la experiencia de Cubero y Víctor Zapata, de gran actuación ayer en el Sur, fue vital para potenciar a Franco Razzotti y a Maximiliano Moralez, ausente en tramos de la campañas por el arrastre de una lesión. En la ofensiva, Héctor Rodrigo López confirmó ayer su presencia en la red, con su undécimo gol en el torneo. Joaquín Larrivey primero, y Jonathan Cristaldo después, fueron los socios del uruguayo, pero ninguno de los dos pudo ganarse indiscutidamente un lugar como sí lo logró el N° 11, que ahora desea marcar ante Huracán con un doble propósito: conquistar el Clausura y terminar como el máximo anotador del campeonato (está a un gol de Montenegro, de Independiente).
En una charla intimista con LA NACION, Fernando Raffaini, presidente de Vélez, reconoce que "este plantel se armó para pelear el título". El dinero que se invirtió en los fichajes de Moralez y Larrivey encendió la bronca de algunos socios que aún se mantienen aferrados a la romántica idea de pertenecer a un club vendedor y generador de talentos, más que a uno despilfarrador y consumidor. El dirigente lo intenta explicar: "Fue una excepción gastar 400 mil dólares en un jugador por un semestre (por Larrivey). El caso Fabbiani nos obligó a hacerlo, pero no es costumbre".
Se asoma el final, y las cuentas, hasta ahora, le cierran a un equipo de prosapia ganadora, que apuesta a lograr su séptimo título local.
0 Vélez no perdió como local en el Clausura. Ganó cinco y empató tres, lo que representa un 75 por ciento de efectividad.
3 goles le marcó Huracán a Vélez en el Apertura; el éxito 3-0 del Globo fue con lujos, con tantos de Defederico, González y Pastore.


