Honrar a Silva y Porta es todo lo que está bien
Lo que está previsto para pasado mañana en el Club de Rugby Los Tilos se puede definir como todo lo que está bien. La cancha número 1 pasará a tener desde éste sábado el nombre de Héctor Luis Silva, el gran Pochola, que es una leyenda viviente de la historia del seleccionado argentino y el hombre que hizo trascender al club situado en el Barrio Obrero de La Plata. Pero hay más. Ese mismo día, y en ocasión del partido entre el local y Banco Nación, la dirigencia de Los Tilos distinguirá a Hugo Porta como socio honorario. En esos dos hombres, capitanes, emblemas y jugadores fuera de serie, están reunidas tres décadas de los Pumas.
A Pochola se le quiebra el vozarrón cuando se le pregunta por lo que va a vivir dentro de unas horas: “Por supuesto que me siento muy gratificado, muy honrado. Casi no tengo palabras para describirlo, pero también siento pudor, que no es una falsa modestia. Tampoco sé muy bien cómo explicarlo. Yo siempre quise ser, pero nunca quise que se supiera”. El fabuloso tercera línea de los años sesentas y setentas, integrante de los Pumas del 65, inauguró esa cancha como jugador cuando tenía 14 años. A fin de ese año debutó en la primera división. Por entonces actuaba como fullback, pero en aquel encuentro lo hizo como centro. Nacido el 10 de septiembre de 1944 en La Plata, ciudad de la que nunca se movió en estos 73 años, Héctor Silva fue de esos jugadores que podía ser figura en cualquier puesto y en cualquier selección de las grandes. De hecho, en el 65 los sudafricanos dijeron que podía ser un Springbok.
La magnitud de Pochola se puede traducir también en que pudo volver a jugar tras seis años de una injusta suspensión de la UAR (una publicidad para el linimento Bálsamo Sloan, de la cual iba a donar lo que le pagasen) y ser el líder de una renovación que comenzó en 1978, ya con Porta como capitán. Silva volvió a ser figura hasta retirarse en 1980 ante Resto del Mundo en Ferro, y tras vencer a los Wallabies. Otra pintura: Guillermo Vilas dijo alguna vez que copió de la de Pochola su vincha legendaria. “La vincha tiene su historia. Como me lastimaba las orejas, mi mamá me hizo una de tela”, recuerda el hombre que manejaba la pelota como un back y tackleaba con una fiereza inusitada.
“Cuando estaba activo en el rugby soñaba hechos que luego se concretaban. Una vez soñé que hacía tres tries y al otro día los hice. Y el día anterior al test con los All Blacks [1985] tuve un presentimiento de que ganábamos o empatábamos. Nos dieron un baile bárbaro, pero empatamos”, cuenta Silva, que era el entrenador de los Pumas junto a Ángel Guastella. Ese día, Porta hizo los 21 puntos. Para él el agasajo del sábado será aún más especial, ya que el lunes murió su padre.
En esa cancha que llevará su nombre, Pochola Silva pasó gran parte de su vida. “Y ahí va a jugar mi nieto mayor, Facundo, que tiene 7 años y ya corre atrás de una pelota”. Facundo es hijo de Rafael, a quien cuando era chico su padre se lo trepaba a los hombros para subir y bajar cientos de veces las escaleras de la casa y así entrenarse con vistas a aquella vuelta en 1978. “El sábado voy al club con toda mi familia. Mi mujer, mis hijos Rafael y Luis y mis cuatro nietos: Amparo, Facundo, Augusto y Beltrán”, agrega Pochola, que está intacto, con la pinta de siempre. No hay homenaje más justo que el que hará Los Tilos. Un homenaje en vida, como debe ser.
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