Muchas veces, las denominaciones de los ejemplares llaman la atención: de Enfermera a Lázaro, de Falta Envido a Negro el 8, y la receta numérica que simplifica todo
Los romanos, hace 2000 años, componían sus nombres con cinco elementos: nombre, apellido, clan, ascendencia y tribu. En la resistencia francesa, durante la Segunda Guerra Mundial, adoptaban el nombre de guerra como una forma de desprendimiento de sus vidas pasadas. E investigadores de la Universidad de St. Andrews, descubrieron que los delfines de hocico de botella usan nombres en vez de sonidos para identificarse entre sí. Para encontrarnos, queremos llamarnos. Y si hay una conexión humano-animal potente, es en el polo. Así lo demuestran los nombres de los caballos, que van desde lo gracioso a lo profundo, de lo ingenioso a lo familiar, pero siempre muestran el vínculo que genera este deporte y que une la destreza animal, humana y equina, en su máxima expresión.
La anécdota ya tomó nivel de leyenda en el predio de La Dolfina. Se fue pasando de boca en boca, de generación en generación de integrantes de esta organización multicampeona de todo. Se dice que en un partido de truco entre Adolfito Cambiaso y un tal Flores, que por su característica anatómica se lo apodaba “Gordo”, las apuestas fueron subiendo de tono hasta que se llegó a incluir una yegua de tres años. Cambiaso se jugó todo con una falta envido… ¡y ganó! Así se hacía con esta yegua que se llamaría “Falta envido”, y daría nombre a una estirpe de grandes ejemplares, como la Sota, la Contra Flor, la Copa, la Cantale, la Flor y Truco, el As de basto, la Escoba, la Seña, la Cuarenta (que fue expuesta en la Rural de Palermo), la Treinta y tres (que salió gran campeona en esa exposición). La denominación de nombres relacionados en la línea materna es una tradición en el polo, pero no excluyente. Hay otras formas de bautizar: por consonancia, progresiones numéricas, historias griegas o incluso, nombres mal pronunciados. Un entretejido de historias casuales que terminan en un nombre para toda la vida.
Desde tiempos lejanos, incluso en la Roma antigua, cuando nacía un caballo, lo primero que se le ponía, era el nombre. Pero los tiempos han cambiado, ya no se pasean por la via Appia Antica en toga y sandalias y a los caballos al nacer: antes que el nombre se les pone un chip. Al menos a los caballos de polo. Allí se aloja toda la información del animal e incluso irá también, cuando se lo elija, el nombre. Esto sucede antes del destete, que es entre los 6 y 8 meses.
Además de tener alguna destreza con los naipes, Adolfo Cambiaso hijo también es conocido por su habilidad para identificar caballos. Aseguran que puede reconocer una yegua de cinco años por más que la haya visto por última vez cuatro años atrás. Pero quien ha puesto nombre a muchos de sus animales es Mia, su hija. Dentro de la organización de La Dolfina, hay líneas de nombre muy conocidas, como los descendientes de la Caridad, una yegua que Adolfo tiene en Inglaterra. Ella se fue, pero quedaron sus hijas: Limosna, Solidaria, Caritas, Amar a Dios.
Aunque sin duda, una de sus yeguas más conocidas es la Cuartetera, según el propio Adolfo, “la mejor de todas” y su línea se remonta a su abuela. La madre de la Cuartetera era la Lambada. A su vez la madre de ésta era la Cumbia, toda una línea musical. Mientras que la Cuartetera (por el cuarteto, himno de la república de Córdoba), tuvo por ejemplo, al Guitarrero, Pollera Amarilla o el Popular (por la música popular). Luego sería clonada varias veces y sus copias llevarían su nombre más letras y números, por ejemplo Cuartetera B06 o B09. Aunque como su dueño dijo, la mejor de todas fue la original, quien en el Abierto de Palermo obtuvo en tres ocasiones el premio Lady Susan Townley, al mejor ejemplar de la final del torneo más importante del mundo: 2009, 2010 y 2014. Montado en la Cuartetera original ganó siete torneos de Palermo y logró la triple Triple Corona consecutiva entre 2013 y 2015. Parece que hacían buena conexión. Muchos los eligieron como los componentes de la mejor dupla de la historia.
Además de conectar nombres, acá también se conectan historias. Quien domó a la Cuartetera fue Polito Ulloa, quizás el más famoso domador del polo. Su hijo, Hilario Ulloa, además de heredar secretos en la formación de los mejores caballos, también tuvo que ponerle nombre a esas creaciones.
Utilizó distintas formas, algunas, como relacionando los nombres. “Lavinia Naipe es el padrillo principal de mi cría”, asegura el 9 de hándicap Hilario Ulloa. “Es hija de un pura sangre de carrera que compró papá y se llamaba la Ruleta”. Así vinieron hermanos de Naipe: Casino, Negro el 22, Negro el 8, Black Jack.
Pero en otras líneas de Hilario, no relaciona el significado sino la primera sílaba. Las hijas de Macana –“Ya la compré con ese nombre”– son Macanuda, Macarena, Malévola, Mala Pata. Y así también las hijas de Lili, son Libra, Libélula, “si un nombre empieza con ele sé que es hijo de ella”. Aunque el líder de La Hache reconoce que a veces “ya no te da la imaginación y ponés cualquiera”.
Así como hay genealogías de caballos, también las hay de jugadores. Alberto Pedro Heguy es padre de tres grandes jugadores: Ignacio alias “Nachi”, Eduardo alias “el Ruso” y Alberto hijo, alias “Pepe”. A pesar de que él fue un gran creativo en la designación de nombres, buscando historias que fundamentaran cada elección y asombraran con su ingenio, sus hijos eligieron sistemas diferentes, y todos distintos entre sí. Cada cual da sus motivos, y todos tiene buenos argumentos.
"Una anécdota bastante original fue la historia de una inseminación. Por un error de manejo, un hijo embarazó a su madre, así que la yegua que nació la llamamos Catástrofe. Sus hijos fueron Aluvión, Pedrada, Avalancha. Lo curioso es que Catástrofe fue la mejor yegua que he tenido."
Alberto Pedro Heguy
“Tuvimos un potrillo que nació prácticamente muerto, pero lo pudimos resucitar”, recuerda Alberto Heguy padre, “así que le pusimos Lázaro”. A sus hijos les puso nombres evangélicos: Calvario, Redención, Asunción, Centurión. Así también fue armando otras genealogías con distintas temáticas. Entre ellas se encuentran: la Venganza, el Ojo por Ojo, el Talión, Mano a Mano, Vengativo. Otra línea tiene a buena parte de la mitología griega: Electra, Pegaso, Medusa, Atenea, Yocasta, Minerva, Edipo. También hay una saga de nombres teatrales: Ópera, Tragedia, Sátira, Drama.
“Una bastante original fue la historia de una inseminación artificial. Por un error de manejo, un hijo embarazó a su madre, así que la yegua que nació la llamamos Catástrofe”, relata Alberto. Sus hijos fueron Aluvión, Pedrada, Avalancha. “Lo curioso es que Catástrofe fue la mejor yegua que he tenido”, sonríe Alberto Pedro Heguy con 82 años y muchos caballos nombrados en su vida.
Lo que hace referencia Alberto Pedro fue sobre la primera gran revolución de la cría a fines de los ochenta: el trasplante embrionario. Una técnica que permite servir a la yegua predilecta con un padrillo top, extraerle el embrión e implantarlo en una madre sustituta, que es la que lleva adelante el embarazo. Así fue posible que los grandes ejemplares diesen crías de jóvenes y no recién a los 15 o 16 años cuando se retiraban, que no resignaran actividad y que, en muchos casos, terminaran compartiendo partidos con sus propias hijas. Para los jugadores y/o criadores, fue una bendición deportiva y económica: más crías, más posibilidades de multiplicar grandes caballos y mayores ventas, de equinos o directamente de embriones, como apuesta de sangre. Después llegaría la clonación, de la mano de Cambiaso.
Su hijo, Eduardo, “El Ruso”, decidió allá por el año 2000 apodar a sus caballos con nombres que se iniciaran con la letra A. Luego, en el 2001, siguió con la B y ya se imaginarán el resto. Aunque hay particularidades, la ce-hache por ejemplo, no la usó. “Sí hice la X en el 2023″, afirma el propio Ruso, con orgullo de aceptar el desafío nomenclativo. Por ello, el año pasado jugaron el Abierto con su hijo Cruz algunos ejemplares de la camada de la letra R, Q y O. El Ruso reconoce que a veces se complica conseguir nombres para los cerca de 50 potrillos que nacen por año y llega a pedir ayuda en las redes sociales. Pero también su familia es una fuente de sugerencias. Incluso, su hija más chica, Luján, le sugirió la Uenarda. Quiso decir Buenarda, pero le vino bien para la letra U.
Por nombrar algunas, la P dejó a Popeye, Pajuerana, Perinola, Papucho, Poca Onda, Pazuchi, Pornostar, Pincharrata –Eduardo es hincha de Estudiantes de La Plata–, Piedra Libre, Partuza. Así la Q dio la tanda de Quasimodo, Quetejedi, Quién sos, Quesadilla, Quilombo, Qué pinta, Quisquillosa, Qué Máquina, Quinoto o Qué onda. Luego la R dejó a Recool, Ramses, Rápida, Riquelme, Rasputín, Reggae, Rebueno y Retrola. Y también la S a Sudaka, Satrapa, Super Woman, Suspicacia, Sí se puede, Snoopy, Sé Buena, Stin, Shakira, Saint Tropez y (con un deseo de esperanza) Serás Campeón.
Mientras que Nachi decantó por un sistema más simple, que nunca lo va a dejar sin nombres para elegir. Le pone números enteros consecutivos luego de la palabra Bocha. Así se sabe que Bocha 117 vino después que Bocha 116 y antes que Bocha 118. No se obtiene información de la madre, pero tampoco se pierde mucho tiempo pensando apodos ingeniosos.
Por último, Alberto hijo, quizás por gusto personal o simplemente para tener un sistema distinto dentro de la familia, eligió repetir la primera sílaba del nombre de la madre. “Si bien la mayoría ya me venían con el nombre puesto, yo luego buscaba para los hijos”, cuenta Alberto. Así fue que de la Sorpresa, sus hijas fueron la Soledad, la Soñada, el Soñador, la Solitaria, la Sortija. La Pureza, “hija de la Purita de papá, una pura carrera que fue premio en el Abierto”, tuvo hijas como la Púrpura, la Picardía, la Purpurina, la Plumita y el Puré. También la Enfermera, dio hijas como la Entonada, la Enfática, el Enfermero, la Enfermita. Y la Lanza tuvo de hijas al Latigazo, la Lástima, la Litigiosa, la Lanzada. “Aunque mi mejor yegua fue la Cañita”, reconoce Alberto. Así fue que tuvo a la Calandria, el Candidato, la Cancherita, el Canario, la Campanita, la Canaria.
Ellerstina, otra de las grandes organizaciones bajo la tutela de Gonzalo Pieres, el gran campeón con La Espadaña y con el propio equipo de la Zeta (obtuvo 9 títulos en el Abierto de Palermo), tiene ejemplares de su cría repartidos en muchos equipos. Son reconocibles por los prefijos que se utilizan: Ellerstina y desde hace un tiempo, Open.
Los hijos de Gonzalo (Facundo, Gonzalito y Nicolás) concentran la cantidad principal. Y bajo la línea Open, tuvieron los mejores montados de los últimos tiempos de la organización, ganadores de numerosos premios: Facundo, con Open Chequera; Gonzalito, con Open Chita, y Nicolás, con Open Guillermina. La historia se prolongó y durante el Argentino Abierto de 2023, Facu, campeón con La Natividad, contaba en su lote principal con varias de las Open: Bolilla, Candy Kiss, Huracanada, Copérnico y So Pretty entre ellas. Gonzalito lo mismo: lote casi completo, con Open Baby Girl, Cathy, Corista, Cosquilla, Patrulla y Kansas. La situación no varió con Nicolás: Open Bizantina, Cursiva, Gin Tonic, Panadera, Primogénita y Vanidosa.
Nombres curiosos para elegir
Durante el último Abierto de Palermo, hubo numerosos nombres curiosos y que de alguna manera tienen relación con las características que han ido desmenuzando los personajes. Podemos enumerar a Caña Monjita Coronada, Machitos Cheyene, Dolfina Baila Conmigo, Anay Sur Papota, Cohiba Felina, Gete Mafia, Monjita Mentirosa, Open Buchón, El Overo Fisura, Sapo Niña Loli, Open Legrand, Anay Sur Kurnikova, Oriental Mickey, Hormiga, Principio Polenta, Rolinga Carlota, Dolfina Marcha Atrás.
También cabe mencionar a Lavinia Cantinera, Cachiyuyo Caviar, Afortunada Vendetta, Señora Miel, Chapaleufú Compota, Dolfina Fisgona, Motor Lebron, Señora Sibarita, Open Chilindrina, Machitos Mariachi, Open Bolilla, Mega Chistosa, Rolinga Banelco, Irenita Trompa, Irenita Corchea, Open Beyoncé, Chalo Tigresa, Pampita, Anay Sur Mamerta, Emezeta Monalisa, Monjita Pulposa, Irenita Autopsia, Pipeta, Guadalupe Zarpada y Vasca Pistolera. En definitiva, denominaciones para todos los gustos.
Se supone que los seres humanos comenzamos a nombrarnos unos a otros hace unos diez mil años, una vez que nos asentamos y forjaron las relaciones fijas en una comunidad más grande de personas. La humanidad domesticó al caballo a mitad de camino de ese inicio, unos 5000 años. Es probable que desde hace cinco milenios estemos nombrando caballos. Pero así como millones pasaron dejando su huella sobre la tierra, unos pocos elegidos dejaron su huella y su nombre sobre las canchas de polo. Para saber cuáles fueron los mejores caballos de la historia de este deporte, primero hay que nombrarlos. Pero también para darles un poco de comida y acariciarle la cabeza. Al final, entre caballos y humanos conectamos a través de los nombres.
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