Brilló en Australia y mostró su clase: fue rival de los Pumas, que conocieron su calidad
Nació en la miseria y se crió en la escasez. Una choza en ruinas era su mundo y el de otros once chicos. A todos los cobijaba el clan Gameygal (o Kameygal), una precaria comunidad aborigen en La Perouse, suburbio del este de Sydney, en el estado de Nueva Gales del Sur. Y tanto él como sus hermanos –uno gemelo y otro un poco menor– recibieron la influencia de sus padres y familia, primero, y maestros y entrenadores, después, para andar derecho por la vida, para desarrollar los talentos recibidos. Gracias a ellos, Mark, Glen y Gary Ella superaron los obstáculos que les plantó la vida en un principio y le ganaron por goleada.
El tiempo los consagró, los convirtió en exitosos deportistas, acumuladores de prestigio y fama. Principalmente Mark, a quien los historiadores de este deporte reconocen como uno de los hombres que mejor ha jugado al rugby alguna vez. Revolucionó el juego con su estilo. Reseteó la función del apertura mediante la puesta en práctica de un lema inalterable: “Atrapar, pasar y apoyar”. Es decir, capturar la pelota, habilitar siempre a un compañero y correr en su ayuda. Una manera distinta de entender el rol de conductor que sedujo y emocionó a multitudes.
Mark Gordon Ella nació el 5 de junio de 1959. Fue jugador, entrenador y el primer aborigen australiano en ser nombrado capitán del seleccionado nacional. A pesar de haber tenido una carrera relativamente corta, numerosos entendidos en la materia lo catalogan como el mejor medio apertura que dio su país y uno de los más brillantes del mundo. Sorpresivamente, y por propia voluntad, el mayor de los hermanos Ella decidió retirarse a los 25 años. Y desde 2013 su nombre y apellido forman parte del Salón de la Fama de la World Rugby.
Figura contra los argentinos
A los 12 años descubrió el rugby. Al mismo tiempo que sus hermanos, mientras cursaba el secundario en el Matraville High School. Posteriormente, Mark, Glen y Gary se inscribirían en el Randwick DRUFC, de Sydney, debutarían en la primera división, serían convocados a los Junior Wallabies y, tiempo después, vestirían la camiseta del seleccionado nacional. Los tres fueron buenos jugadores, pero era Mark quien concentraba las miradas: hacía cosas llamativas y marcaba mayor diferencia. Por eso impactó fuerte en el ambiente el anuncio de su retiro, en 1984, en pleno esplendor.
Mark nunca dio explicaciones al respecto. Sin embargo, trascendió que la decisión se basó en sus discrepancias con el entrenador nacional, Alan Jones, con quien tuvo algún cortocircuito: “Habría amenazado con expulsarlo del equipo”, deslizó, aquellos días, una persona cercana al apertura y al hosco director técnico. Paralelamente circuló la versión de que Mark no disfrutaba participando de la liga local por el bajo nivel de ésta, y que entonces tampoco siguió en su club. Difundida la noticia de su retiro, comenzaron a llegarle ofertas para sumarse al profesionalismo del Rugby League y las rechazó a todas. Ella reunía brillantes condiciones, lo demostró y trascendió en su deporte. Pero pudo haber trascendido aún más. Su prematuro abandono, por ejemplo, lo privó de representar a Australia en el Mundial 87, cita que, seguramente, lo hubiera catapultado al Olimpo de los indiscutidos dioses del rugby.
A los 18 años debutó en la división superior del Randwick DRUFC. Y a los 20 lo convocaron al seleccionado. Transcurría 1979 y en octubre esperaba Argentina para una serie de partidos que incluían dos test-matches, encuentros en el interior y cruces contra Buenos Aires y el SIC. El estreno internacional del joven del suburbio de Sydney se produjo el 16 de octubre, en Salta, ante el combinado del Interior. Los foráneos se impusieron 47-12 y él señaló un try y metió un drop.
Ella volvió a presentarse en los compromisos del interior y no fue considerado para los test. Recién en junio de 1980 gozaría la oportunidad de medirse con otro equipo nacional: los vecinos, Nueva Zelanda, por el desquite de la Bledisloe Cup. Allí se coronó de gloria: anotó un drop con el cual los australianos aseguraron la victoria 13-9, se quedaron con la serie y retuvieron el trofeo por primera vez en su historia. En su breve paso por los Wallabies, Ella marcó un total de 78 puntos, producto de 6 tries (valían cuatro puntos), 8 penales, 3 conversiones y 8 drops.
El moreno apertura integró el tour de fines del 81 y principios del 82, por el Reino Unido e Irlanda. Una mala performance colectiva, donde los visitantes solamente acumularon derrotas, salvo el partido contra el XV del Trébol, curiosamente el único en el que Mark Ella no actuó. Meses después, designado capitán, enfrentó a los All Blacks en la Bledisloe Cup y volvió a masticar el polvo de la derrota. En 1984, los Aussies emprendieron una nueva gira por Europa que tampoco generó conformismo: vencieron a Italia y cotejaron dos veces con Francia, empatando de entrada y perdiendo después.
Ese mismo año, los visitaron los Pumas. El equipo liderado por Hugo Porta, con el Topo Rodríguez (años más tarde jugaría para Australia), Serafín Dengra, Rafa Madero, Marcelo Loffreda y el debut de Bernardo Miguens, conseguiría el primer éxito en aquellas tierras. En la revancha, vencerían los locales y Mark Ella cumpliría un rol estelar en ambos test-matches. Y su prestación también resultaría determinante en el compromiso entre los argentinos y New South Wales, un poderoso combinado provincial en el cual figuraban el inside Brett Papworth y el ala Simon Poidevin.
Al año siguiente, Mark y compañía perdieron nuevamente la serie contra los Hombres de Negro, pero en esta ocasión el 10 tuvo más protagonismo: asumió los envíos a los postes y en el global señaló 34 puntos. Estos fueron los últimos enfrentamientos contra Nueva Zelanda. Y su última intervención en el plano internacional se registró en otro viaje a Europa: el famoso Grand Slam del 84. Australia superó a todos los adversarios de las islas británicas y Ella le anotó un try a cada uno de los cuatro adversarios. En el comienzo derrotaron a Inglaterra, a continuación a Irlanda, luego a Gales y cerraron el exitoso periplo ante Escocia, con un fantástico desempeño de los tres-cuartos oceánicos.
Mark Ella se alejó de las canchas, pero no se desvinculó del deporte. Tras retirarse, David Campese, su amigo y gloria de los Wallabies, quien por entonces se desempeñaba en Italia, convenció a los responsables del club Amatori Milano para que lo contrataran como entrenador de los backs. La leyenda aborigen aceptó el desafío y se mantuvo en el cargo entre 1988 y 1990. Luego tomó una responsabilidad más relevante: asumió como entrenador principal y dirigió al equipo de Milán hasta 1995.
Aún ejerciendo su profesión de licenciado en mercadotecnia, Mark Ella continuó ligado al rugby. Mantiene su condición de referente y su palabra siempre es requerida. Como hace algunos años, cuando, consultado sobre la supremacía de las franquicias de Nueva Zelanda en el Súper Rugby, sugirió que esa competición “debería permitir a los equipos australianos contratar jugadores neozelandeses, como forma ideal para que el nivel local se eleve”.
Habilidad de manos, juego de cintura, lectura del campo
Suele decirse que no hay crítico más severo que el propio colega. Y son los propios colegas de Mark Ella quienes se deshacen en elogios hacia él. De acuerdo con el pensamiento del británico Eddie Buttler y sus compatriotas David Campese, Michael Cheika, Roger Gould, Michael Lynagh y Simon Poidevin, Ella fue el mejor de todos los que vieron dentro de un campo de juego. Y la mayoría lo ubica entre los tres mejores aperturas de los ochenta, a la par del sudafricano Naas Botha y nuestro Hugo Porta.
“Tenía una gran habilidad de manos, un fantástico juego de cintura e increíble lectura del campo”, apuntaron algunos de ellos. “Se distinguió por su mentalidad de ataque. Lo único negativo de su carrera es la brevedad, ya que abandonó apenas se abrió camino a través de Australia y Europa”, consideró Campese. “Mark decía que si tocaba dos veces la pelota, el equipo tendía a anotar puntos, y que sí la tocaba tres veces, él mismo tendía a anotar puntos”, aseguró Lynagh, el número 10 que lo relevó en el puesto y que adoptó muchas de sus enseñanzas. “Su juego de manos era hipnótico. Fue muy divertido jugar con él”, concluyó. Eddie Jones, compañero de Ella en Randwick y entrenador de Inglaterra, creció junto a él y conocía mejor que nadie sus cualidades. A la hora de poner apodos, Eddie la tuvo fácil con Mark: “Él era Dios. Así de bueno era”, sentenció. Otros, ingeniosamente, lo bautizaron el “Stradivarius del ataque plano”. O, sin alardes de glamour, “el detonador que explota la brillantez de los backs australianos en momentos críticos”.
Durante 2022, Mark recibió un inesperado halago. En virtud de su aporte al rugby, se cambió el nombre del trofeo otorgado al ganador de las series entre Australia e Inglaterra. Desde 1997 hasta 2021, el nombre honraba la memoria de James Cook, un explorador británico que reclamó la costa este de Australia para el Reino Unido. Y a partir de los enfrentamientos de 2022, el nuevo trofeo, diseñado por la sobrina de Mark, Natalie Bateman, pasó a llamarse Trofeo Ella-Mobbs, por el jugador indígena y por Edgar Mobbs, rugbier británico, héroe de la Primera Guerra Mundial. “¡Qué gran honor reemplazar al Capitán Cook en el cambio de nombre del trofeo! Me sorprendieron”, confesó Ella. “Pensé que me había retirado del rugby hace muchos años y ya nadie me recordaría, pero por lo que veo, parece que todavía se acuerdan de mí un poco”, agregó sonriendo.
Así jugaba el genial Mark Ella
Mark también ha sido nombrado Miembro de la Orden de Australia. “Es un enorme orgullo”, declaró entonces. Y habló de sus pasiones. “Me apasiona que los atletas indígenas, niños y niñas, hombres y mujeres, cumplan los anhelos con los que nacen y, a través del deporte, se les brinden, a ellos y a las comunidades, todas las oportunidades para tener éxito y vivir sus sueños. Mi mayor esperanza es vivir en un mundo de igualdad, donde se celebre nuestra diversidad y se reconozca a los pueblos aborígenes. Si bien hubo muchos deportistas indígenas célebres, después de tanto tiempo, seguimos sujetos al racismo. Me encantaría ver que estas barreras se derriben dentro y fuera del campo, para que el color de tu piel y tu cultura no sean un problema y la atención se centre únicamente en tu talento deportivo”, reflexionó.
Convicción. Personalidad. Talento. Un apertura diferente, revolucionario. Tan particular que en el mejor momento de su carrera, dio un portazo y se fue. Se marchó para siempre con su habilidad de manos, juego de cintura y lectura del campo.
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