Buenos Aires 2018: Felipe Modarelli y Tomás Herrera, los remeros de bronce a los que la gente los hizo sentir más fuertes
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Suena fuerte tener que jugarse cuatro años de trabajo intenso en 500 metros, pero eso fue lo que este martes hicieron Felipe Modarelli y Tomás Herrera en el Dique 3 de Puerto Madero para darle a la Argentina la primera medalla en los Juegos Olímpicos de la Juventud. Juntos, en la especialidad de dos sin timonel, se subieron al podio. Y Buenos Aires 2018 estalló como si fuera de oro lo que colgaba del cuello de los remeros que se conocieron en 2014 y convivieron en Tigre los últimos meses de preparación, tras representar al país en varios torneos internacionales y ser campeones sudamericanos.
El objetivo estaba puesto aquí, de locales, en el cierre de un ciclo. "Dejar todo era la única premisa", sostienen los medallistas. Llegaron terceros en un desenlace que tuvo a los cuatro botes finalistas encerrados en menos de un segundo y medio. Italia se coronó por 25/100 sobre Rumania, el campeón mundial, y 32/100 detrás quedaron los muchachos argentinos, con los brazos extendidos hacia el cielo. A unos 200 metros de la meta, sobre el Puente de la Mujer, lo que era gritos y aliento había mutado a abrazos y llantos. En el centro, Alejandra, la madre de Tomás, y Viviana, la de Felipe, unidas por una bandera de dos cuerpos, con mangas. Sin tener la certeza del resultado, luego de ver pasar a los hijos adelante a esa altura de la carrera y seguirlos con la mirada embelesada. Había que tener los nervios de acero inoxidable para no querer abrazarlos y llorar con ellos. Enseguida, por los parlantes confirmaron la posición. Se miraron y salieron corriendo a buscarlos.
Tomás, de 18 años, nació en Tucumán pero desde los 2 vive en Godoy Cruz, Mendoza, donde comenzó a remar a los 12 en el Parque General San Martín. Es quien va adelante en la embarcación. Felipe, de 17, creció en la localidad bonaerense de Campana, se familiarizó con el deporte a la misma edad y fue el primer deportista argentino en acreditarse en la Villa Olímpica una semana atrás. "El Tucu es flaco y aporta la técnica. Feli es más bajo y aporta la fuerza. Creo que no se parecen en nada, pero se complementan muy bien", los describe la madre de Tomás. Ellos adhieren. En la carrera al encuentro de los chicos se cruzaron con Eduardo López, uno de los entrenadores, desbordado por la emoción. No se serenó hasta que aparecieron corriendo los protagonistas principales de la historia y en medio del Parque nació un remolino. Familiares, amigos, espectadores y cuerpo técnico se enredaron con Tomás y Felipe, y el pogo se fue agrandando y no terminaba de dar vueltas. El grito, bien sólido, era "Dale campeón". Se lo puede ser sin cruzar primero también.
"Son temperamentales y aguerridos. De cientos de chicos quedaron seleccionados ellos dos, y no fue fácil elegir", aportó López, acompañado de Martín Cambareri, el otro entrenador, el preparador físico Pablo García y el psicólogo Raúl Barrios. La familia asegura que los ha visto poco y nada este año y que solo les habían pedido que haya mucho aliento. "Cuando estaba por largarse la final y sentía a la gente desde el puente comencé a pegarle al bote. Me puse a full. Me aparecieron nervios y eso a mí me empuja", confesó Tomás. "Los gritos nos hacían sentir más fuertes", agregó Felipe.
Será el combo que acompañe también este miércoles a María Sol Ordas, que ganó con cierta comodidad su eliminatoria de cuartos de final en single femenino y buscará durante la mañana, a las 11.26, llegar a la definición del mediodía por la medalla dorada.
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