Con 67 años, el ex medio-scrum rosarino revive sus mejores momentos con el seleccionado. Su mirada del rugby amateur y lo que cree que pasará con el profesionalismo
Después de la gira de Australia por la Argentina en 1987, Hugo Porta dio un paso al costado del seleccionado argentino. Volvería a dar una mano a fines de 1990 para jugar sus últimos tres partidos, pero durante esos tres años los Pumas se quedaron sin su mejor jugador de todos los tiempos. Y sin su pateador. El primer compromiso fue la visita de Francia para jugar dos Test Matches en el estadio de Vélez, en junio de 1988. El puesto de apertura recayó primero en Fabián Turnes, primero, y en Rafael Madero, después. Pero eran dos centros por naturaleza, por lo que no estaban habituados a patear a los palos. Ese rol recayó entonces en Daniel Baetti, el medio-scrum, quien llevaba varios años en el seleccionado y cumplía esa función en Atlético del Rosario. Después de perder ajustadamente el primer partido (18-15), los Pumas se tomaron revancha ante los subcampeones del mundo. Ante 50.000 espectadores, el rosarino anotó todos los puntos para la victoria por 18-6 en una de las batallas más recordadas en la historia del seleccionado. La imagen de Diego Cash con la camiseta ensangrentada persiste en la memoria colectiva del rugby argentino. La fiereza de los franceses, que terminaron con un jugador expulsado sobre el final, no pudo con la garra Puma. En ese fragor, la mente fría de Banana Baetti fue determinante.
“No era fácil reemplazar a Porta. Me ayudaron mucho los 18 puntos contra Francia, un partido durísimo. Eso me dio confianza para seguir”, recuerda. Aquel partido fue el punto más alto en la carrera de Baetti como jugador, un símbolo de los años dorados de Atlético del Rosario y figura clave en la historia del seleccionado, primero por haber hecho olvidar a Porta durante esos años y más tarde como uno de los gestores de la medalla de bronce en Francia 2007, donde fue el principal colaborador de Marcelo Loffreda en la conducción técnica.
Baetti lleva algunos años alejado de la conducción, pero conserva su vínculo con Plaza, ya sea acompañando al primer equipo o llevando a sus nietos Mateo y Bautista al club. A los 67, no obstante, sigue aferrado a su otra pasión: la medicina (es cirujano general y coloproctólogo). Frente al Sanatorio Plaza de Rosario recibe a LA NACION para recordar aquellas épocas y anticipar otra visita de los Pumas a Francia. “El rugby argentino ha progresado de forma tal que ha llegado a competir de igual a igual con los mejores. El escenario es mejor que el que teníamos nosotros en la previa”, aventura.
“Hasta hace cuatro años todavía estaba muy vinculado y metido en el club. Inclusive entrenando hasta 2015. Después de a poquito fui corriéndome para el costado y dejando que otros asumieran el protagonismo. Hoy en día voy a Plaza, estoy interiorizado de todo lo que pasa y siempre estoy charlando con los entrenadores cuando necesitan alguna opinión. Llevo a mi nieto Mateo, que está por cumplir cinco años pero ya tiene la pelota y la camiseta, así que está encaminado para que juegue al rugby”.
–¿Cómo fueron sus inicios en el rugby?
–Yo empecé en el Colegio Sagrado Corazón, acá cerca. Era un colegio de curas bayoneses, de Bayonne, mezcla de españoles y franceses. Los franceses trajeron el rugby al colegio. Tal es así que fue el primer equipo de Rosario que hizo una gira a Europa. Cuando a los 15 años decidí irme a Plaza era porque ya estaba muy desorganizado. Yo tenía de compañero a Eduardo Valessani, el Buseca, que me ofreció ir a Plaza. Y ahí entré, pese a que mi papá era socio del Jockey y mi hermano [Mario] jugaba en Jockey. Yo tengo un enorme agradecimiento a mi viejo que me bancó, porque para ir a Plaza tenía que pagar una cuota más.
"Si el rugby profesional existe, va a tener que sostener al rugby amateur para que le forme a los jugadores. Tenés que tener una estructura armada. Plaza mantiene una estructura que es totalmente amateur, que es por voluntad, por cariño al club. Gente que deja una parte de su tiempo y lo dedica totalmente al club. No veo que dure demasiado."
Daniel Baetti, ex medio-scrum de los Pumas
–¿Cambió mucho el rugby desde que jugabas?
–En esa época era muchísimo más amateur en todo sentido de lo que es hoy. No porque se cobre plata, sino porque está todo muchísimo más organizado. Además, el rugby era mucho menos dinámico de lo que es ahora. Se usaba mucho el pie. Cuando uno tenía habilidades se podía destacar más porque no estaban tan organizadas las defensas. El rugby era muy precario y muy amateur, también a nivel internacional. Lo que pasó en Argentina con el rugby es similar a lo que pasó en el resto del mundo, la diferencia es que los otros países lo hicieron más rápido. Hoy los que juegan en los Pumas son todos profesionales. El rugby de clubes sigue siendo amateur, pero vamos a ver hasta cuándo aguanta. Me imagino que en el futuro se va a armar una liga profesional. Creo que es una cuestión de tiempo. La prueba es la liga americana.
–Pareciera que la profesionalización va por ese lado…
–Lo que no sé es la formación de los jugadores, que naturalmente es de los clubes, ¿cómo va a quedar en ese contexto? Si el rugby profesional existe, va a tener que sostener al rugby amateur para que le forme a los jugadores. Tenés que tener una estructura armada. Hay un montón de gente involucrada. Plaza mantiene una estructura que es totalmente amateur, que es por voluntad, por cariño al club. Gente que deja una parte de su tiempo y lo dedica totalmente al club. No veo que dure demasiado esa estructura que viene de la época que yo entrenaba.
–¿Cómo lograste llevar adelante una carrera de medicina y al mismo tiempo ser jugador de rugby?
–Tuve la suerte de que mis padres me bancaran la carrera, la pude hacer sin problemas. Después tuve que administrar mis tiempos y tuve la suerte de tener una mujer maravillosa que me bancaba en todo sentido, porque yo dividía mi tiempo entre el rugby y la medicina. Quedaba poco espacio para la casa. También la etapa de la formación de nuestro hijo. Mi mujer, Chechi [Cecilia Alsina], siempre me bancó a muerte.
–Y además las giras con los Pumas…
–Tuve un gran soporte del entorno mío que me ayudó mucho a hacer las dos cosas, si no hubiera sido imposible. Me acuerdo que tenía que viajar a Buenos Aires, agarrábamos el auto con Tati [Gustavo] Milano, íbamos al entrenamiento y nos volvíamos en el mismo día. Y no estaba la autopista, tardábamos como cuatro o cinco horas. El esfuerzo era importante, pero es una demostración de que cuando uno quiere hacer las cosas y se lo propone, se puede hacer. Yo no hice ninguna magia, era cuestión de voluntad y más que nada de disfrutar lo que hacía.
De Rosario a Buenos Aires
Entre 1973 y 1985, Atlético del Rosario ganó 13 años seguidos el certamen oficial de Rosario. Esto hizo que Plaza, en busca de mayor competitividad, volviera al torneo de la Unión Argentina de Rugby, de la que es uno de los clubes fundadores, junto a los clubes de Buenos Aires. Con Baetti como fullback, logró cuatro ascensos en cuatro años y rápidamente llegó a la primera división. En 1996, en una infartante definición ante San Martín, Plaza ganó el título de la URBA, que no lograba desde 1935, y repitió en 2000 con Baetti como entrenador, su última conquista hasta hoy.
“Al principio viajábamos a la mañana, jugábamos a la tarde y volvíamos”, recuerda Banana, fullback de aquel equipo memorable. Aunque su puesto natural era medio-scrum, la presencia de Richard Castagna lo obligó a vestir la 15. Con esa camiseta llegó a los Pumas en 1980. “Cuando llegamos a segunda división viajábamos los viernes a la noche. Hicimos un grupo fantástico que perduró por muchos años. Teníamos la suerte de tener a Gonzalo del Cerro como entrenador, que también es médico, y tenía una dedicación absoluta al rugby. Así pudimos ascender a primera división, que fue una epopeya para nosotros”.
Cuando Plaza pasó al ámbito de la URBA, también lo hicieron sus jugadores, por lo que Baetti tiene la particularidad de haber representado tanto al seleccionado de Rosario como al de Buenos Aires. “Viajábamos mucho por el interior, recorrimos todo el país. La mayor parte del tiempo de mi trayectoria jugué para Rosario, y cuatro o cinco años nada más para Buenos Aires”.
–¿De dónde viene el estilo del rugby rosarino, caracterizado por tener backs con buenas destrezas?
–El rugby aquí en Rosario se enseñó más con un estilo de habilidad que de confrontar. Los que lo enseñaron lo hicieron para disfrutar, moviendo la pelota con las manos, quiebres, cambio de paso, cruces, reverse-pass… Se enseñaba eso, no sólo en mi club, sino en todos. En Plaza era una característica innata. Los backs eran los que ganaban los partidos. Tal es así que cuando nosotros empezamos a ir a Buenos Aires tuvimos que hacer unos cambios tremendos porque nos superaban en los forwards. Cuando nos hicimos más fuertes ahí pudimos ser competitivos.
–¿Eso se mantiene hasta hoy?
–Creo que sí. Plaza es un equipo que le gusta mover la pelota hacia afuera. La diferencia es que el rugby pensándolo solamente en mover la pelota para afuera no existe. Tenés que tener una disputa importante en las formaciones y buena defensa. En los ocho años que estuvimos con Marcelo Loffreda al frente del seleccionado capturamos un montón de cosas del rugby internacional referidas a la defensa que después pude volcar en el club.
A 16 años de Francia 2007, otra vez Francia
La llegada de la dupla Loffreda-Baetti a la conducción de los Pumas marcó un hito en el rugby argentino. La gesta de Francia 2007 es tan sólo el resultado, la punta visible del iceberg. Lo saliente es que, después de años de conflictos internos y personalismos que frustraban una y otra vez los procesos, por primera vez se logró una continuidad. Pese a que en Australia 2003 el equipo no pasó la primera rueda (luego de perder por dos puntos con Irlanda), la UAR ratificó la confianza de los entrenadores para coronar el proceso más exitoso, que incluyó además de la medalla de bronce, hitos como la primera victoria ante Inglaterra en Twickenham, un empate ante los British Lions y un récord de seis triunfos en siete partidos ante Francia.
“Yo tenía muy buena relación con Marcelo Loffreda de mi etapa de jugador de los Pumas. Después él fue entrenador del SIC y yo de Plaza, nos enfrentábamos bastante seguido”, explica Baetti. “A él lo nombran entrenador principal, me llama por teléfono y me dice ‘Banana, quiero que estés conmigo y que seamos una dupla de entrenadores’. A lo cual yo estoy eternamente agradecido. Le dije que sí de entrada, sabía que mi mujer me iba a decir que sí. Empezamos en el 99. Tuvimos cuatro años que fueron difíciles, porque queríamos instalar algunas cosas y los jugadores venían con otra estructura y formas de juego diferentes. También nos encontramos con una generación de muy buenos jugadores. El segundo período fue fantástico, tuvimos muy buenos resultados en los tres años previos al Mundial y no fue una sorpresa que lográramos el tercer puesto ganándole dos veces a Francia en Francia”.
–¿A qué se refiere con que tuvieron dificultades al inicio?
–La estructura del entrenamiento era diferente, nosotros queríamos incorporar cosas del rugby internacional al juego de los Pumas. Incluyendo este tema de la defensa, que fuimos incorporando nosotros, que lo captamos de otros entrenadores del exterior. Un proceso que fue de a poco. En el primer Mundial no nos fue bien. Afortunadamente, la UAR nos renovó cuatro años más y pudimos seguir. Cuando terminó el Mundial de Australia nos despedimos como si se hubiese terminado todo. Al mes me llama Marcelo y me dice “Che, nos ofrecen seguir tres años más”. Ahí sí le tuve que preguntar a mi mujer. Obvio que me dijo que sí. En ese período aprovechamos la experiencia de los años anteriores, incorporamos algunos asistentes en distintas áreas del juego: estaba Diego Cash, que nos ayudó mucho, Mario Barandiaran… formamos un equipo alrededor nuestro. Tuvimos la suerte de tener un grupo muy homogéneo de jugadores y un gran capitán como fue Agustín Pichot, que tenía muy buen diálogo con nosotros y buena onda hacia adentro del plantel. Esa fue una de las claves por las que se logró el tercer puesto.
–¿Era difícil lidiar con un grupo de jugadores en el que muchos tenían un perfil tan alto?
–Creo que no. Teníamos un diálogo frontal. Por ahí alguno decía una cosa que no correspondía, lo llamábamos, hablábamos con él, se solucionaba y veríficábamos que no siguiera ocurriendo. Si seguía ocurriendo, teníamos un solo camino. Lo importante era el grupo, y no las personas. Esa fue la clave de 2007, teníamos un grupo muy fuerte que trascendía los 15 que entraban. En ese aspecto hubo dos jugadores muy importantes que fueron Agustín Pichot y el Chalo [Gonzalo] Longo. Más que mérito técnico y formas de jugar, porque teníamos un juego basado en la actitud para la defensa y las formaciones fijas, y teniendo jugadores como Felipe Contepomi, teníamos mucha confianza en el equipo.
–Además, venían de un proceso con buenos resultados previos…
–Eso nos daba esa ambición. ¡Vos no sabés cómo estaba el vestuario después de perder la semifinal! Porque todos estábamos convencidos de que llegábamos a la final. Nos costó mucho recuperar el espíritu de ganadores que habíamos tenido en esos dos o tres días antes del partido por el tercer puesto, pero los jugadores se portaron fantástico. Fue una epopeya eso.
"Hay jugadores con más experiencia, familiarizados con el rugby internacional. Si se puede aprovechar bien esa ventaja, se puede llegar a la final. El rugby argentino ha progresado de forma tal que ha llegado a competir de igual a igual con los mejores. El escenario es mejor que el que teníamos nosotros en la previa."
Baetti y su mirada sobre los Pumas para el Mundial 2023
–¿Por qué cambiaron la estrategia en la semifinal?
–Cambiamos un poco la estructura, porque era un equipo muy duro. Fue el único partido en el que no nos sentimos cómodos. Sudáfrica tenía una fortaleza física tremenda, nos superaron en las formaciones fijas. Quizá los queríamos sorprender con algo que ellos no tuvieran de nuestro juego. Para ganar una semifinal tenés que mostrar algo más. Por la parte física no íbamos a poder, entonces quizá con las habilidades podíamos hacer alguna diferencia, que por algún momento del partido lo logramos.
–Dieciséis años después, vuelve a jugarse un Mundial en Francia. ¿Encuentra alguna similitud entre aquel equipo y éste?
–No sé si hay tantas similitudes con esa época. Nos conocíamos hacía ocho años. Ahora no se da la misma circunstancia. Pero estoy confiado en que el rugby argentino puede reproducir y superar eso, porque hay jugadores con más experiencia, familiarizados con el rugby internacional. Si se puede aprovechar bien esa ventaja, se puede llegar a la final. El rugby argentino ha progresado de forma tal que ha llegado a competir de igual a igual con los mejores. El escenario es mejor que el que teníamos nosotros en la previa.
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