Todo lo que hay por celebrar en el Día del Rugbier
El Día del Rugbier Argentino se celebró ayer. La fecha, fijada hace unos años, tiene que ver con el 19 de junio de 1965, cuando la leyenda de los Pumas tuvo su bautismo internacional en el partido ganado a los Junior Springboks por 11-6 en el mítico y viejo Ellis Park, de Johannesburgo. Los sobrevivientes de aquella gira se juntarán mañana en el restaurante del SIC, en su almuerzo número 54. Desde el año pasado suman a los que en 1968 vencieron a Gales en Gimnasia y Esgrima. La hoja del calendario coincide con un atractivo momento del rugby argentino. Por un lado, los clubes, que siguen esencialmente con su misión formativa; por el otro, la alta competencia, en gran parte profesional, que tiene a Jaguares afrontando mañana como local uno de los cuartos de final del Súper Rugby, a los Pumitas dirimiendo el tercer puesto del Mundial Juvenil y a las buenas señales que van dándose para que los Pumas ofrezcan un muy buen desempeño en la Copa del Mundo, desde septiembre en Japón. Pero hay un costado menos visible y que acapara a cada vez más personas: el rugby como herramienta de integración, por fuera de los canales habituales y accediendo a los lugares a los que nunca llegaba.
Todos los proyectos que han nacido en estos últimos años –en sectores carecientes, en las cárceles, en personas con capacidades diferentes y también entre las mujeres (el rugby siempre fue machista, y sigue siéndolo)– tienen muchos nombres pero un solo punto en común: el rugby. No habría que encasillarlos de otra manera. Virreyes, el pionero en llevar el rugby a las villas, allá, por noviembre de 2002, dio la primera puntada, a la que fue sumándose una veintena de programas –Botines Solidarios, El Campito, por ejemplo– y luego otros que, al igual que Virreyes, se transformaron en clubes. No todos corren la misma suerte hoy en día. Guernica no puede afrontar los gastos de los exámenes médicos y Floresta aún espera que se concrete la promesa de que se le cederá un terreno, hecha por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero Miguel Burdisso, uno de los hacedores de Guernica, dice con orgullo que una de sus primeras jugadoras, Melina Alcaraz –hoy en Lanús–, va a representar a la Argentina en los Juegos Deportivos Universitarios.
El rugby en las cárceles, enarbolado por el proyecto Espartanos, que empezó en 2009 de la mano de Eduardo "Coco" Oderigo, ya llegó a 56 prisiones de todo el país. El juego funciona allí como un factor de integración y también de reinserción en la sociedad. Sin entrar a los penales, pero buscando igualmente un efecto que transmita el respeto, en este tiempo emergió otro proyecto: Rugby sin Fronteras.
Las mujeres, en tanto, se expanden, felizmente, de acuerdo con los avances que van dándose en la sociedad. Aunque el rugby todavía les es un terreno hostil, en el último año creció un 40% el número de jugadoras. Hay 5200 fichadas en la UAR, pero se calcula que existen bastantes más, ya que muchas andas dispersas en distintos lugares. "Las chicas buscan en el rugby sentirse amparadas, en un equipo, fuera de la calle. Encuentran su lugar en el mundo. Por lo cual entiendo que el rugby femenino es una herramienta poderosísima para eso", dice Bárbara Pichot. Bárbara es la hermana de Agustín, que desde hace un buen tiempo viene impulsando el rugby entre las mujeres. Pero ella hizo su propio camino pateando puertas y derribando mitos.
Daniel Fernández, padre de un niño que tiene síndrome de Down, empezó en 2010 a incorporar al rugby a chicos que poseen distintas discapacidades. Eran apenas cuatro al principio. Hoy son 350, en nueve equipos. Los Pumas XV, el seleccionado, es el más emblemático. Ganó el último Mundial de mixed ability. Cuando le pregunto a Daniel si están agrupados en alguna unión me responde: "En un grupo de Whatsapp en mi celular". Esperan reunirse en septiembre en un Encuentro Nacional. Vale mencionar a Cardenales, de Tucumán. Tiene un equipo inclusivo y otro femenino.
Es difícil para las uniones ocuparse de todos estos emprendimientos de rugby. Tampoco hay esperanzas desde el Estado, que está para las fotos y que convirtió a la Secretaría de Deportes en Agencia. Pero hay una realidad: el rugby está llegando adonde antes lo hacía solamente el fútbol. Claro que impactó lo de 2007, pero también influye la visibilidad de un deporte que se juega sin histerias, con respeto, y en el cual perder es una posibilidad y un aprendizaje. Eso es lo que ha prendido.
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