Esa desilusión del ´98
Fue durante el último fin de semana de septiembre de 1998. Llegamos a ese partido con mucha ilusión por conseguir el ascenso al Grupo Mundial, una deuda pendiente en la década del noventa. Recuerdo que para ese tiempo, el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club había recuperado una buena parte del clima de la Davis. El triunfo ante Chile cinco meses antes, en la semana que Marcelo Ríos había estrenado el N° 1 del mundo, nos había devuelto la alegría de aspirar a objetivos más elevados.
Eslovaquia era el rival. Un inesperado traspié en la primera rueda ante Suecia, en Bratislava, los había dejado ante la posibilidad de descender, pero contaban con dos jugadores de primer nivel: Karol Kucera, en su mejor momento, estaba en el sexto lugar del ranking mundial y Dominik Hrbaty, entre los mejores cuarenta y en pleno ascenso.
Por nuestro lado, dos singlistas sólidos y muy combativos: Hernán Gumy, en la madurez de su carrera, y Franco Squillari, que había debutado ese año en el equipo y comenzaba a consolidarse en el circuito. Contábamos, también, con una muy buena pareja de dobles compuesta por Luis Lobo y Lucas Arnold.
La serie se abrió con un triunfo de Hrbaty sobre Franco. El panorama no era muy alentador, ya que al llegar al vestuario, encontré a Hernán con un vendaje tipo boxeador.
Durante los ejercicios previos, se abrió un pómulo con un raquetazo y en esas condiciones tenía que enfrentar al sexto jugador del mundo. Y para salir a jugar, Walter Mira, el médico, tuvo que coserlo sin anestesia.
Sin embargo, Gumy tuvo una gran actuación y pudo aprovechar también el desconcierto inicial de Kucera en nuestro polvo de ladrillo. El eslovaco era un gran contragolpeador, con mejor devolución que saque y sus mejores resultados los había tenido sobre cemento. Hernán le ganó en sets corridos y consiguió su mejor victoria por la Davis. Todavía lo recuerdo arrodillado, en el polvo de ladrillo, disfrutando el sabor de esos instantes de eternidad.
El sábado, una lluvia que pareció eterna obligó a suspender el dobles y aún entre la llovizna del domingo, con gran coraje, y con las pelotas más lentas, mojadas y pesadas que vi en mi vida, Lucas y Lobito le dieron a la Argentina la ventaja de 2 a 1. El ascenso estaba a sólo un paso.
Después del dobles, cuando todo parecía suspenderse para el lunes, recibimos una mala noticia: la decisión del árbitro de comenzar ese mismo día el cuarto punto entre Squillari y Kucera. Traté de evitarlo de todas las formas posibles, ya que era mucho más conveniente para nosotros poder irnos a descansar y preparar el día siguiente con la alegría del triunfo en el dobles. Pero el partido comenzó igual. Fue la primera vez que una serie de la Davis se jugó con iluminación artificial en el Buenos Aires.
Kucera tuvo su mérito: aprovechó el tiempo sin lluvia y jugó mejor. La suspensión llegó con una desventaja de un set y 1-3 en el segundo.
El lunes sería un día de sensaciones cambiantes. Franco perdió el segundo set y estaba match-point abajo en el tercero. Pudo darlo vuelta y, jugando cada vez mejor, levantó su rendimiento: se impuso en ese tercer set y también ganó el cuarto.
Squillari siguió pegando. Se colocó 2-1 en el quinto capítulo y todo parecía encaminarse hacia la victoria. Pero el gran desgaste físico y emocional de la Davis, y un rival experimentado y de jerarquía, se lo impidieron. Kucera ganó, dejando la serie igualada en dos.
Nos quedaba aún el partido decisivo entre Gumy y Hrbaty. Hernán jugó y luchó denodadamente, como siempre, con un gran tenis, al límite de la entrega que uno puede esperar de un jugador. Pudo haber forzado un quinto set, pero terminó siendo superado por un Hrbaty inspiradísimo y sereno.
No pudo ser. Han transcurrido algunos años y, sin embargo, el tiempo no pudo cambiar aquella sensación repartida entre la desilusión de la derrota y la convicción de haberlo dado todo. Hoy, nuestro renovado y poderoso equipo llega a un nuevo match contra Eslovaquia, con la ambición y el objetivo de alcanzar nada menos que la final de la Copa Davis. Desde estas líneas, a los jugadores, al capitán e integrantes del equipo, un fervoroso deseo de éxito.
(*) Ex capitán del equipo en la Copa Davis