Roger Federer le ganó a Rafael Nadal en cuatro sets y va por más gloria: el domingo jugará la final de Wimbledon ante Novak Djokovic
LONDRES.- Fueron once años. La última imagen de ambos en el Centre Court de Wimbledon fue en julio de 2008, en penumbras, apenas iluminados por los fogonazos de las cámaras fotográficas. Roger Federer y Rafael Nadal no habían vuelto a enfrentarse en el All England luego de aquella definición del trofeo dorado que muchos describieron como el mejor partido de tenis de todos los tiempos. Se habían cruzado, sí, claro, pero en otros estadios, sin tanto romanticismo, sin tanta tradición. Aquí están vestidos de blanco, jugando al ajedrez con raqueta, luchando sobre césped (o lo que queda de él, sobre todo en las bases, después de casi dos semanas de competencia). Son las 19.43 en este rincón británico y hay muy buena luz natural. Es el capítulo número 40 del mejor clásico de la historia, con 24 victorias para el español y 15 para el suizo. Pero aquí se escribe otra historia. Aquí los garabatos los hace Federer, ningún otro. El hombre que no envejece, el superhéroe sin capa, alcanza su decimosegunda final de Wimbledon (ocho títulos), al derrotar a quien fuera su kryptonita durante tanto tiempo. Es Roger el que se coloca en la definición del domingo frente al número 1, Novak Djokovic, luego de triunfar por 7-6 (7-3), 1-6, 6-3 y 6-4, después de un espectáculo mágico de tres horas y dos minutos.
Ambas leyendas comenzaron sacando con extrema autoridad; Nadal, sobre todo, con primeros servicios fortísimos, a un promedio de 200 km/h. Los saques de Roger, con menos velocidad pero mayor ubicación. En ese contexto, fueron escasísimos los peloteos que se originaron. La tensión se respiró en la atmósfera y el primer momento de cierto riesgo para Nadal fue sacando 15-30 y 3-4. Pero, como la mayoría de las veces que están contra las cuerdas, se plantó como un toro enfurecido y castigó con dos latigazos que Federer no pudo controlar. Pero el suizo insistió y, a los 26 minutos de acción, contó con el primer punto de quiebre. Un fallido revés quedó en la red; no lo aprovechó.
Nadal cometió la primera doble falta sacando 15-0 y 4-5, acción que quedaría dando vueltas en su cabeza. Las pocas veces que Nadal le dio oportunidad a Federer con su saque, el suizo se tiró encima de la pelota, tratando de impactar de inmediato para reducir los tiempos y tomar al español acomodándose tras el movimiento del servicio. Nadal caminó por la cornisa: de 40-0 pasó a 40-40, pero a Federer lo perjudicó la ansiedad y se invirtió en un momento inoportuno, impactando incómodo (el español sostuvo su servicio y lo celebró como un gol en el estadio Bernabéu de su querido Real Madrid).
Llegaron al tie-break y el primer punto fue de película, realmente: con Nadal llegando a una sutileza imposible de Federer y pasándolo con el último pedacito de la raqueta. El Centre Court deliró. Pero Roger recuperó el mini-quiebre al punto siguiente. Se siguieron toreando hasta el 3-3, cuando definitivamente el máximo campeón de Grand Slam aceleró hasta el final. Federer terminó con un 74% de primeros servicios, ganando 22 de 25 con el primer saque (88%), 7 aces y sin doble faltas. Dieciséis tiros ganadores del helvético contra siete de Rafa.
El último punto
Los jugadores se fueron al descanso sabiendo que, en los últimos ocho partidos entre ellos, el que había logrado el primer set luego había ganado el partido.
Pero en el tenis todo puede pasar. Y de un momento a otro, la mente falla y las situaciones que parecían de una manera, se alteran.
Recién cuando el reloj de la Catedral del tenis marcó la hora de juego, Nadal tuvo su primer punto de quiebre, con Federer sacando 30-40 y 0-1. Pero el suizo sirvió profundo y tomó la red, vistiéndose de escapista con un smash bien direccionado. Sin embargo, el mallorquín empezó a golpear de otra manera; cada impacto empezó a sonar distinto, con mayor violencia. Con fiereza. Rafa volvió a tener otra posibilidad de break-point, pero Federer, bien plantando y –hasta el momento– lúcido, se afirmó en el saque y respiró profundo (1-1).
Se observó a un Federer maravilloso en el tercer game, escribiendo poemas con su raqueta. Nadal llegó a sacar 15-40 y 1-1. El primer punto de quiebre, lo salvó; también el segundo. Y ganó el game de saque con un ace a la T (2-1). El impulso renovado después de haberla pasado bastante mal –más algunos errores de Federer–, lo ubicaron al doce veces campeón de Roland Garros en una situación anímica ideal y con el rival sacando 0-40. Pero no necesitó tantas opciones, ya que en la primera concretó su primer quiebre del partido (3-1).
Como una locomotora fuera de control en rieles desvencijados, Nadal siguió cubriendo toda la cancha, atorando a Federer desde cualquier rincón y no tuvo ningún problema para sostener su saque y adelantarse 4-1. Federer, con un gesto mucho más adusto que en el primer set, siguió cometiendo errores, casi infantilmente enganchó un drive que se fue a la tribuna y, de esa manera, terminó cediendo su saque por segunda vez en el set (5-1). El suizo perdió la brújula. Y ello, ante un experto explorador como Nadal, es demasiada ventaja. El español, además, elevó sus porcentajes de servicio contra un rival que, además, ganó, apenas, el 38% de las oportunidades que subió a la red.
Después de haber, prácticamente, renunciado al segundo set, la versión de Federer en el arranque del tercer parcial fue la original, la que rompió el molde, la del bailarín clásico que no corre sino que camina en puntas de pie sobre el court. El jugador que en menos de un mes cumplirá 38 años comenzó sirviendo y se adelantó 2-1, con variantes de todo tipo. Nadal volvió a dudar y, en el cuarto game, le dio la oportunidad de quiebre a su rival, sirviendo 30-40. Y como para que el rompimiento y la reacción tuviera mayor efecto en un momento de demasiada presión, Federer lo logró (3-1) con un punto épico, que si no es el mejor del torneo, "pega en el palo", como se dice popularmente. Jugaron un tanto de ciencia ficción, que terminó con Federer en las nubes y con los 15.000 espectadores enloqueciendo, pellizcándose para confirmar que estaban despiertos y que semejante espectáculo no era parte de un sueño.
Federer, así y todo, siguió tomando algunos riesgos y fallando. Sacó 15-40. Pero llegó al deuce con ejecuciones y movimientos de catedrático. Nadal volvió a contar una tercera pelota de quiebre y, una vez más, Federer salió del aprieto (4-1). Nadal sacó 15-40 y 1-4, pero optimista hasta el hartazgo, siguió combatiendo y sostuvo su servicio (2-4). El violinista y el gladiador siguieron defendiendo sus juegos de saque, hasta que el reloj de la cancha central marcó las 18.45, la sombra se derramó sobre el court y el suizo le puso un moño al parcial (6-3).
El palco real fue una fiesta de personalidades famosas. Hugh Grant, Jude Law, David Beckham, Gary Player, Rod Laver, José Mourinho. Pero los Dioses del tenis estuvieron dentro del court. Nadal comenzó sacando en el cuarto set y se adelantó 1-0. Luego lo hizo Federer, sin dramas. En el tercer juego, Nadal volvió a perder la precisión y Federer se colocó con dos pelotas de quiebre (15-40). El suizo, advirtiendo las dificultades de su rival de toda la vida, se metió dentro de la cancha para devolver, presionando. Con esa estrategia tan osada le fue quitando tiempo a su contrincante. No perdonó y le rompió el servicio al español (2-1), llenándolo de dudas. La incertidumbre de Rafa siguió creciendo y, extraño en él, su gran frustración quedó en evidencia. Si hay algo que el español no suele hacer es mostrar sus debilidades, pero por momentos se sintió tan mal y tan superado por uno de los veteranos más extraordinarios de todas las épocas en el deporte, que perdió la pimienta.
Federer marcó el ritmo con el poder de su drive y la efectividad de su artístico juego de piernas. Así llegó al 5-3, pero con Nadal al saque. Roger contó con dos match points, pero el español, uno de los mayores competidores de la historia, luchó y luchó. Ganó su game y lo invitó a Federer a cerrar el duelo. Si quería hacerlo, lo tendría que hacer con su saque. Hubo drama, como en toda aventura. Nadal tuvo un punto de quiebre, pero el maestro suizo le tejió una telaraña con el revés de slice y Nada terminó atrapado. Llegó un tercer match point, pero Nadal ganó un punto de locos que provocó temblores. Llegó un cuarto punto de partido, pero Nadal descolocó a Federer con un passing de revés cruzado antológico. Hasta que en el quinto match point, cerró la obra.
Pasaron once años entre aquella final cuyo desenlace fue a media luz y este partidazo de semifinales de un viernes luminoso. Parece toda una vida. Pero valió la pena la espera. Son las 19.43. Las leyendas se abrazan, el público se enrojece las manos aplaudiendo. Y llora. El cimiento del Centre Court todavía tiembla de la emoción. Los cuerpos también. Fue inolvidable.