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Juan Carlos Bagó es uno de los hijos de Sebastián, un catalán que llegó a la Argentina en 1934 para encargarse de la filial del laboratorio Cusí y al que sus jefes españoles le dijeron escuetamente, al estallar la Guerra Civil en la península: "Aguántese solo". Juan Carlos Bagó es farmacéutico y bioquímico ("Desde los 6 años supe lo que debía ser", confiesa) y junto con el legado de su padre y con su hermano, Sebastián, formó el laboratorio de especialidades farmacéuticas número uno de nuestro país, con filiales en todo América Latina, excepto Venezuela.
Juan Carlos Bagó es el dueño del haras Firmamento, uno de los que más creció en los últimos años en el país y difícilmente puede diferenciar ambas condiciones, las de empresario y criador, por más que una de ellas es el motivo de su vida y la otra, como él mismo la califica, es un hobby.
"Es difícil separarlas; uno tiene una forma de ser para todo", explica. Y si se observa cómo invierte, se expande y busca nuevos horizontes en el haras, esa frase no es un slogan y permite explicar los porqués de cada adelanto incorporado en la cría de caballos de carrera.
-De todas formas debe haber puntos que las hacen distintas, por más que ambas sean económicas.
-La diferencia entre el haras y la industria son los factores macroeconómicos, con los que uno puede actuar con reparos. En la crianza de caballos de carrera el factor aleatorio es el padrillo, aunque se haga todo lo posible desde el punto de vista tecnológico. Allí está el caso de Forlitano, que fracasó... o fracasé.
-¿Usted busca en Firmamento el éxito comercial, como en su industria? -El éxito comercial es una resultante, nunca el objetivo en un haras. Yo entré en un laboratorio que estaba en el puesto 46° y hoy llegamos a lo máximo como corporación. Nunca tuve golpes de suerte, sino la suerte de tener perseverancia.
Y esto de perseverar Bagó lo une con su fidelidad hacia el personal que lo acompaña. Una fidelidad que es mutua y remarcable en el caso del turf. "Me gusta que la gente sepa que pertenece a algo, en las buenas y en las malas; si uno cambia ante cada adversidad, está perdido. En Firmamento tengo colaboradores transparentes, honestos y trabajadores. Siempre digo que formamos un buen grupo de 7 puntos", explica y remata con una sonrisa. Es imposible desmentir al empresario. Su estilo se proyecta como en un espejo al grupo de trabajo que lideran el doctor César Valle y Luis Pelella, en Firmamento. "El juego no me interesó, sí el caballo como expresión de plasticidad y casi de la perfección. Por eso bauticé el haras con el nombre Firmamento: pienso que la cría de SPC es buscar la perfección, algo inalcanzable, igual que el firmamento", enfatiza Bagó, que fundó su establecimiento en 1980.
Su llegada al turf fue mucho más azarosa que la de la mayoría de los grandes criadores de nuestro medio, porque no hubo herencia familiar de por medio: "Hace muchos años tomé un médico en el laboratorio, Héctor Acierto, que me presentó a Jorge Etchepare y con él tuve mi primera yegua ganadora, Buciali, una hija de Yonder y Póngale que luego dio a Bunny Dancer, la madre de Bullicioso In".
Este notable hijo de Just in Case, ganador de las Carreras de las Estrellas, le da pie al cabañero para referirse a la expansión de Firmamento: "Por primera vez enviamos dos potrancas nacidas en tiempo europeo, hijas de Fitzcarraldo, para correr en California. Sucede que me convencí de que la cría en la Argentina es mejor que en Estados Unidos".
Y a este emprendimiento hay que sumar el de Chile ("Nos va muy bien y espero mandar 20 yeguas madres") y siete ejemplares en Italia, donde Bagó se conectó con el marqués de la Roquetta, cuyo padre fue socio de Federico Tesio. Otra vez los caminos se cruzan en las actividades del empresario, aquí con la diversificación: "En Chile elegimos padrillos locales; con el laboratorio pasa algo similar, porque el número uno de Chile es chileno, y el número uno de Perú es peruano..."
Juan Carlos Bagó, el que tanto puede auspiciar un congreso médico, un curso, o alguna muestra de cultura como las de Zurbarán, reviltalizando el tango o a un artista como Florencio Molina Campos, no piensa en la publicidad como tal cuando se acerca a estas actividades, como tampoco lo hace cada vez que dice sí al apoyo de cuanto emprendimiento periodístico ligado a la hípica arranca.
"A mí la vida me dio una oportunidad y creo que debo retribuir a los demás. Si puedo volcar algo a los otros, mejor", asegura. Para quienes conocen el trato casi amistoso con sus colaboradores en el turf y observan la sonrisa que los acompaña en cada pesaje ganador o en su sola presencia en la redonda sea en un clásico o en la de perdedores no es extraño que le escuchen decir: "Soy un fanático de la gente".
Bagó dice que no sabe "si podré ver el gran éxito del haras", y piensa en sus cuatro hijos. Pero está claro que, a los 58 años, todavía está a tiempo de que lo aleatorio de la hípica esté definitivamente de su lado.
La Sierra de los Padres, ruta 226 mediante; los caminos blancos, mejorados con la cercana cantera de Mar del Plata, y la pulcritud de las construcciones también blancas, son los primeros flashes que entrega el haras Firmamento a primera vista.
El contorno, entonces, le tiende una mano al criador de sangre pura de carrera y a su equipo de 45 personas. Pero a la naturaleza y a esos detalles que podrían calificarse como de confort (el plano camino que une los potreros no es menos que eso), Firmamento le agregó tecnología lujosa.
"Esto es idea del arquitecto Valle", dice José Cuenca, mano derecha de César Valle, director del haras y veterinario como aquél. La distribución de los potreros; el silo con una zona para la preparación de raciones; el tinglado con luz artificial para refugio nocturno en cada campo, y el agua corriente que llega a los bebederos, son algunos de esos adelantos. "Aquí no se desperdicia un metro; no hay sierras -aunque están tan cerca- ni lagunas. Los campos tienen un metro de humus y son la envidia de los paperos", describe el doctor Valle, mientras en la recorrida se pasa junto a un barrio que es envuelto por el haras y que también da a la ruta.
De la sala de parición, que tiene 22 amplios boxes, acaba de salir la yegua Sexy Princess con una cría por Numerous y en el registro consta que nació a la 10 y que el potrillo se paró a los 40 minutos. "A las 24 horas de nacer se les pasa plasma y desde ese momento se crían a campo", comenta Marcos Nicolais, uno de los profesionales más jóvenes. El plasma se extrae de caballos mestizos y no es fácil obtenerlo: sólo el 10 % provee materia con suficientes anticuerpos.
El método de criar a campo está arraigado en nuestros haras y Firmamento no es la excepción. Los potrillos y potrancas de un año se separan de a diez y, como en cada potrero, hay una yegua veterana, la nodriza: una de ellas es True Security, la madre de la clásica Kaltrue, que ni se molesta por llevar a la rastra un grupo de inquietos potrillos, a sus 25 años.
Más allá, un grupo de madres entre las que se encuentra Pulma, preñada por Numerous, es guiado por The Best Sing. Pese a ser una de las más nuevas, su liderazgo se nota: "Es la que maneja la tropilla; demuestra su autoridad como en la pista", explica Cuenca mientras se observa la fila detrás de esa yegua que supo marcar tiempo récord en San Isidro.
El clima benigno permitió que los celos no se retraigan y que el verde domine sin fisuras. Allí está Keats Music, una hermana materna de Mat Dancer, ganador del Nacional: "Tiene un solo ovario y sigue produciendo; es madre de Poker Winner (Creativity) y la va a servir Numerous".
La frase de Valle pinta el momento del haras. Hoy, la gran ilusión es ese padrillo norteamericano que por tercer año consecutivo viene a hacer la temporada en el Sur. Su estampa es notablemente mejor que cuando lo bajaron del avión. "Este potrero tenía un metro de alto cuando él entró", apunta Juan Gauna, padrillero de Firmamento, y señala la pastura ahora no pasa los 30 centímetros. Valle le hace un mimo a uno de los hijos de un año de Numerous y tomándolo de la cabeza dice: "Vos vas a ganar, ¿no?" Y en esos potrillos y potrancas de anca partida basada la nueva apuesta de la cabaña, que es algo más que buscarle el relevo al generoso Fitzcarraldo. La naturaleza y la tecnología están a favor. El resto es parte de la incertidumbre que acompaña a la industria del turf.



