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Fue sinónimo de turf, fue un libro abierto en la materia. Jorge Iglesias, fallecido ayer a los 64 años, era parte de la hípica. La fría letra dirá que murió el gerente del hipódromo de San Isidro, pero el hombre que no pudo domar al cáncer era más que un empleado de alta esfera. Organizador, regente, asesor, consejero, dirigente, escritor, periodista, Iglesias vivió la vida con la camiseta del Jockey Club puesta. Le agregaba pasión a su trabajo; también rigurosidad y compromiso; dicen que errar es humano, pero Iglesias no se lo permitía.
Con la firmeza y solidez que da saber de lo suyo, Iglesias fue un hombre respetado en el mundo de las carreras. También un soñador. Allá por 1978, creyó en el proyecto de la reapertura del hipódromo de San Isidro cuando el gigante paralizado era sólo toneladas de cemento, hormigón y caños oxidados, con una pista de césped selvática. Dicen que la fe moviliza montañas, e Iglesias creía que de las ruinas podía emerger otra vez el circo de carreras. Participó de ese desafío que impulsaba Roberto Vasquez Mansilla, y resultó parte responsable de ese logro.
El hipódromo, sus directivos de diferentes administraciones, siempre pudieron descansar en Iglesias; él sabía qué hacer y cómo hacerlo. Acaso también por su vocación de docente, gestada en una escuela normal de San Fernando, le gustaba transmitir sus conocimientos hípicos. No era de guardar lo que sabía; disfrutaba igual cuando había que dar charlas en la escuela de aprendices o si le tocaba estar frente a las cámaras de televisión conduciendo un programa. Claro, de carreras.
Se fue Iglesias, dejó legados. Tuvo dos hijos, Jorge Fernando y María Rosa. También escribió un libro: Las carreras de caballos en la Argentina , editado en 1995. El título, una obviedad; el contenido, una maravilla. Quizás, además, haya plantado un árbol en Cardales, que tanto le gustaba.
Era agosto de 1974 cuando ingresó al Stud Book como secretario ejecutivo, paso previo a convertirse en el jefe de ese fundamental registro. Antes, la Asociación Cooperativa de Criadores lo había tenido entre los suyos. De allí, y de sus horas de estudio, el conocimiento profundo de pedigrees y familias de la raza. Si lo ponían a prueba, los recitaba de memoria.
Iglesias sabía que el turf no empezaba ni terminaba en el San Isidro que amaba; que había historia centenaria, además de presente y futuro para la industria de los caballos. En 2005, fue designado vocal del Comité Técnico Ejecutivo de la OSAF, y tuvo que encargarse de llevar la visión del turf regional a importantes foros del mundo. Defendía el hecho que la Argentina no perdiera la cantidad de clásicos que había conseguido; de alguna manera, el también había participado de la creación de muchas carreras nuevas para San Isidro. Los ratings internacionales, esa nueva regla para medir los caballos, no lo tenían como su amigo.
Pero así como había un Iglesias firme en carácter e ideas, también estaba el Iglesias informal, de camisas arremangadas, sin corbata; el que reservaba para los amigos.
Sus restos serán sepultados hoy, a las 10, en la Chacarita.


